Vencer la intransigencia
mayo 21, 2014 8:03 am

Una mayoría inmensa de los venezolanos está convencida de la necesidad del diálogo. Es una convicción acertada, verdadera. Son muy pocos quienes creen que puede prescindirse de la posibilidad de buscar entenderse procesando diferencias.

 

“Hablando se entiende la gente”, es un dicho tan antiguo, popular y venezolano, como “la peor diligencia es la que no se hace”. Una y otra máxima han guiado los pasos de la Mesa de la Unidad Democrática en su decisión de intentar ese camino sensato, a conciencia de la hondura de las divergencias con el Gobierno, que ha hecho de la intransigencia una bandera y un rasgo de identidad.

 

El diálogo se inició con el apoyo y la esperanza de millones de venezolanos, una proporción determinante de la población del país, y el respaldo de la comunidad internacional, comenzando por la elevada autoridad moral del Papa. También es cierto que un número de compatriotas ha sido escéptico ante las posibilidades del diálogo y otros, los menos, francamente hostiles. La verdad, no podía ser de otra manera en una sociedad tan polarizada, caracterizada por antagonismos extremos.

 

El martes 13 de mayo anunciamos al país que suspendíamos los contactos en espera de actos concretos que demostraran el compromiso del Gobierno con un diálogo verdadero. El país conoce las respuestas del poder y que ni siquiera el esfuerzo enorme y muy meritorio de los cancilleres de Brasil, Colombia y Ecuador y el Nuncio de Su Santidad, han logrado destrancar el juego.

 

Desde mi perspectiva, el Gobierno tiene dos problemas que debe resolver. Y eso es mucho más urgente de lo que ellos piensan. Uno, es que ha asumido tan radicalmente el discurso antipolítico contrario a los acuerdos que implican concesiones, que considera traición ceder aunque sea en lo más pequeño. El otro es una rivalidad interna tan feroz como disimulada, en donde el arma es la fidelidad al legado del difunto. Uno y otro le impiden asumirse como gobierno de todos los venezolanos y actuar como tal.

 

Por eso el diálogo entró en crisis. Por eso sigue allí. Lo cual no significa que debamos renunciar a él, ni que no mantengamos abierta la ventana a su potencial. Mientras tanto hay que actuar, actuar más y actuar mejor. Ofrecer cauce cívico a la protesta popular pacífica. Organización, movilización, concientización. Y no permitir que la violencia se adueñe de nuestro país, ni de nosotros.

 

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Por Ramón guillermo Aveledo