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Una oportunidad para todos

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Una oportunidad para todos

 

 

El referendo revocatorio presidencial es una opción perfectamente constitucional. Es, como se ha comprometido la Mesa de la Unidad Democrática reiteradamente, consistente con su estrategia pacífica, democrática, constitucional y electoral para el cambio político. Si ese cambio se da o no, será decisión del pueblo soberano.

 

 

 

Creo sinceramente que se equivoca el grupo en el poder al recurrir otra vez a la estrategia del miedo para enfrentar ese desafío cívico que, a juzgar por la masiva e inmediata respuesta popular tan pronto el Consejo Nacional Electoral dejó de jugar la candelita con las planillas, es muy potente. Si meter miedo fracasó para las elecciones parlamentarias de diciembre pasado, todo indica que con más razón fracasaría ahora. Ignoro si el vocero principal de la intimidación es designado o espontáneo, pero con la pintura de la derrota tan fresca en la cara, no sé si lo prudente sea repetirlo en el comando de esa campaña decisiva.

 

 

 

No caiga el poder tampoco en la tentación de aumentar la presión a la sociedad y taparle las válvulas institucionales para que la libere. Quiero decir, las libertades fundamentales, el derecho al voto y el equilibrio de la distribución y división del Poder Público. Con este último se ha venido jugando irresponsablemente, de manera ilegítima y deslegitimadora.

 

 

 

Supóngase que estamos como en una olla de presión, y, en su empeño en tapar las válvulas, el poder adopta la decisión de sentarse en ella. Decisión que no aconsejo, primero por obvios motivos de su incomodidad, pero también por razones de su temeridad. Si explotara la olla, es supersticioso imaginar que quien se siente arriba saldría ileso.

 

 

 

El RRP es una buena oportunidad para todos. Está previsto en las reglas, es pacífico, permite a cada lado hacer campaña con sus argumentos a favor o en contra de la propuesta y dar solución a la crisis política de un modo que se basa en la confianza en el ciudadano y en su participación. No veo motivos para temerle.

 

 

 

Hay, sí, que jugar limpio. La operación morrocoy, las trampas y los trucos para dificultar, demorar o impedir que el pueblo se exprese, el abuso del poder con fines partidarios, empeorarían la situación que ya es difícil. Nada que haga perder la fe en el camino democrático es buena idea. Sea porque radicalice a la mayoría descontenta en vez de desanimarla, o porque deslegitime al Gobierno ante sus seguidores porque lo vean miedoso del pueblo.

 

 

Y el mundo no se acaba ahí.

 

Ramón Guillermo Aveledo

@Aveledo Unidad

 

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