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Un grito desesperado

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Un grito desesperado

El pasado miércoles una mujer víctima del hambre que padecen tantos venezolanos, encontró un peculiar camino para poner fin a su pesadilla. El suicidio. Pero lo inusual de su determinación no fue intentar acabar con su vida, acción esta  a la que acuden miles de seres humanos en todo el mundo para dar fin a un padecimiento extremo ante el cual no encuentran otra salida que la muerte.

 

 

 

 

La mujer se fue a la Plaza Venezuela, un espacio de gran confluencia para los caraqueños, y escaló de manera determinante la gran estructura metálica que se alza  a varios metros de altura  en ese espacio recreativo de la ciudad.  El Abra Solar del gran escultor venezolano  Alejandro Otero.

 

 

 

 

La gran obra de Otero creada en 1982, una gran pirámide formada con aspas de metal que giran con la fuerza del viento, resultó ser para la atormentada mujer un factible instrumento para lograr su cometido. Aunque complicada de escalar no dudó en su propósito para en pocos minutos posarse sobre la parte más alta de la obra desde donde pensaba hacer efectiva su determinación. Afortuna­damente, ya abrazada en la punta de la obra emblemática, desistió de su propósito y fue rescatada por bomberos y policías de la capital.

 

 

 

 

Esta obra que habría sido el orgullo de cualquier ciudad en el mundo ha reflejado en los últimos años la decadencia de una ciudad que pareciera padecer de una muerte lenta al lado de sus ciudadanos.

 

 

 

 

En los primeros años del chavismo fue víctima de la desidia y  del vandalismo que se apoderó de los espacios públicos y piezas de esa obra, sus aspas, fueron desapareciendo frente a la indiferencia de una ciudad que se dejó atrapar por la ideología y la venganza. Más tarde, con una alta inversión, fue recuperada para sobrevivir en un entorno cada vez más hostil que impide a sus ciudadanos disfrutar con tranquilidad esos espacios para el esparcimiento en el que emerge la gran obra que nos dejara el gran escultor venezolano.

 

 

 

 

Esta vez es una mujer que nos recuerda de su existencia, de su razón de ser, cuando escala su estructura hecha para la vida, para el encuentro, para la belleza. Pero su motivo nos obliga a mirar más allá, a reflexionar y nos alerta que cientos de miles, tal vez millones de venezolanos como ella, han sido sometidos por el hambre, aplastados por la necesidad y ante el dilema de la muerte lenta, del padecimiento extremo, una acción individual se muestra como una voz solitaria frente a un poder que oculta realidades, justifica el sacrificio y se oculta con el manto de la propaganda.

 

 

 

 

No hay reacción posible, no hay reflexión ante la evidencia y el poder sigue su curso aunque sus ciudades transitan una fase terminal.

 

 

 

 

La ideología y el proyecto político están por encima de la realidad, por encima del padecimiento, por encima de la muerte y éstas no admiten trasgresión del dogma ni alteración posible de un pensamiento impuesto como legado.

 

 

 

Francisco Olivares

Por Confirmado: Oriana Campos

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