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Un fracaso inolvidable, sin fiesta

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Un fracaso inolvidable, sin fiesta

 

Es muy poco lo que se puede adquirir con el nuevo sueldo mínimo y el ajuste del bono de alimentación. Representan un porcentaje tan miserablemente bajo que antes de pedir los tres kilos de carne y los tres pollos del mes la sensación de derrota ahoga las palabras. Faltan las medicinas, el pasaje, el azúcar, el café, la harina de maíz precocida, el aceite, el arroz, los vegetales y la fruta. Falta todo.

 

 

 

Con la promesa de reivindicar a los parias de la sociedad se hicieron del poder y del dinero de todos, pero no rescataron ni dignificaron a los niños de la calle, ni dieron albergue a los ancianos, trabajo a los desempleados ni seguridad a las madres que levantan a sus hijos a fuerza de sacrificios. Manejaron más de un trillón de dólares, los ingresos más sustanciales en la historia del país, y en menos de 17 años los despalillaron y dejan una nación en ruinas y famélica. Con la población escarbando en la basura para satisfacer con restos descompuestos el hambre y los hospitales derrumbándose sin equipos ni medicinas.

 

 

 

No han fracasado en lo personal. Todos son multimultimillonarios. El que menos dinero tiene abandonó su humilde casita en la avenida El Estadio de Altavista, se mudó a una vieja mansión en El Paraíso electrónicamente contemporánea y se construyó un castillo en el municipio Independencia del Táchira. Ahí pasea en sus caballos árabes y en motos de alta cilindrada para recordar sus tiempos de “pantanero”. Los otros han preferido adquirir aviones y tener cuentas cifradas en bancos suizos, bielorrusos y chinos. Es gente sin escrúpulos, de boca sucia y mala conducta, que gasta fortunas en corbatas de seda y relojes, aunque anda con las medias rotas y hediondas. Poseen estancias en París, Venecia, Lisboa y hasta en Vigo, con vista a la ría, y no les importa cuántas milésimas de dólar vale un bolívar. Es lo de menos, Nicolás.

 

 

 

Proclaman su derecho de gobernar con el mismo caradurismo que los monarcas feudales aseguraban que eran descendientes de Dios y negociaban bulas con el papa y puestos preferenciales a la diestra del Señor, pero su única proeza ha sido arruinar el país, pulverizar las esperanzas y enterrar los sueños.

 

 

 

Ahora se niegan a preparar las maletas, a recoger sus bártulos. Se les agotó el tiempo y se cumplirá la consigna que tanto repitieron: No volverán. Quedarán conminados al basurero de la historia. Tendrán que devolver lo robado, lo mal habido y pagar los daños. Fin de fiesta. Vendo linterna para los nuevos tiempos, a prueba de oscuridades.

 

 

@ramonhernandezg

 

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