Turbios, extraviados, perdidos
diciembre 22, 2017 11:59 am

 

“Solo son malas y peligrosas las tristezas que se llevan entre la multitud para que ella las oculte”.

Rilke.

 

 

Tiempos de adviento, de espera. Mezcla de expectación por la natividad próxima que suele prometer la ilusión, y en la Venezuela de hoy un dejo de desesperanza nos cruza en transversal, sin embargo. ¿Qué hemos hecho señor como pueblo para merecer esta amargura?

 

 

 

 

Confieso recordar y, por cierto, me aconteció varias veces en estos años pasados, evocar preciso, repasar pasajes leídos en la novela de Michael Ende, La historia interminable y me refiero a la significación de la tristeza que ahoga, cubre, anula, borra. Y la recomendación de bordearla, pero no asumirla ni desafiarla. Se hizo una película a propósito. Ahora la tristeza es real en muchos de los hogares de nuestro pueblo pobre, mísero y además manipulado.

 

 

 

Traigo al diálogo de las comunicaciones esta pintura porque vivo la angustia ciudadana extrema. El país se retuerce frustrado, adolorido, herido. Tienen hambre, desazón, confusión los venezolanos y la Navidad pone eso en evidencia extrema. A las noches frías que nos hacían reír y frotar nuestras manos mientras se hablaba del Niño Jesús, ha seguido un silencio pesado acaso interrumpido por algún comentario intrascendente. La pobreza nos reúne a todos en su mundo de carencias que ahora incluye cualquier forma de fantasía o de utopía.

 

 

 

¿Quieren estos facinerosos grises enajenarnos? ¿Manejarnos por nuestra más básica necesidad? ¿Obligarnos a la alienante condición de titular del carnet de la patria sórdida, aviesa, ominosa, la del demagogo que nos ofrece migajas a cambio de nuestra voluntad? Pretenden la eternidad como legítima secuencia de los que administran ahora nuestras falencias después de llevarse lo que nos tocaba en realidad. El discurso chavista es falaz de punta a punta, y no puede ser distinto porque está desprovisto del más elemental respeto al ser humano, a su libertad, a su discernir, a su propiedad, a sus sueños. El difunto fue un malabarista de la retórica del bajo psiquismo, del lado más oscuro de la nacionalidad.

 

 

 

Son turbios, impuros, siniestros los chavistas. Nada de lo que les concierne escapa de esa esencia, sus personeros vivos más aún, pero los que ya partieron también lo fueron. Héroes del desastre, del latrocinio concupiscente, espíritus hórridos que tergiversan la verdad, los valores, los principios porque se creen dioses desde su altar de la impunidad y la mediocridad. Basta ver el accionar del Ministerio Público o del mismísimo Ejecutivo nacional para constatar que no se trata de maledicencia o de una lectura acomplejada, de un memorial de agravios inexistentes, de denuestos desprovisto de fundamento. Pregúntenle al mundo qué piensa de ustedes y tengan la valentía de hacerlo con un ápice de honradez.

 

 

 

Dirán que odiamos los que pensamos así, pero solo oír a Maduro, Cabello, Jaua, Valera y antes a Chávez demuestra que apenas respondemos a la propuesta deformadora del discurso oficialista. Ustedes si se oyen, no se escuchan. Nunca odié, y me permito la infidencia, a ninguno, aunque claro que tengo, y no lo niego, mis rencores, pero no le hice jamás a nadie daño ni perseguí, ni humillé, ni forjé, ni sojuzgué tampoco. Escribo a título personal, pero en el periodo puntofijista, si bien hubo errores y excesos, no fue política de Estado y, muy por el contrario, se construyó una paz y una democracia de consenso que ya quisiéramos disfrutar ahora los venezolanos y muchos de los adversarios, que no enemigos, recibieron pruebas de solidaridad en los gobiernos adecos o copeyanos.

 

 

 

Por eso, pido al Niño Dios nos envíe coraje para resistir, inteligencia para enfrentar las contingencias, claridad espiritual y racional de manera de tomar las decisiones adecuadas y, entre ellas, aquella que nos una en una nación capaz de trascender este momento deletéreo que ya llega a dos décadas. Pido al Niño Jesús por los que nos gobiernan. Por los que nos han hecho maldad. Por los que son capaces de todo atornillados al ídolo de ese poder fatuo que los enriquece a cambio de la ruindad nacional. También por ellos pido sinceramente.

 

 

 

A cada compatriota le llegue en la medianoche del 25 de diciembre de 2017 la bendición del Señor, a los presos y, especialmente, a los que lo están por sus opiniones y escogencias políticas, a los que deambulan por el mundo emigrantes, diáspora que sentirá la nostalgia inevitable de la dolorosa ausencia. A los enfermos que no tienen ni pueden tener medicinas. A mis hijos, a los hijos de todos nosotros y de esta Venezuela hinchada de sufrir. Perdona a tu pueblo, Señor, perdónanos, bendícenos y reúnenos pronto en este pedazo de tierra, porque, a pesar de todo, somos el mejor país de la galaxia.

 

 

Nelson Chitty La Roche

nchittylaroche@hotmail.com