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Tres caras, un fracaso

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Tres caras, un fracaso

Que los destinos de Venezuela y Colombia son inseparables deberíamos tenerlo claro, al menos del Manifiesto de Cartagena en 1812 para acá
Que los destinos de Venezuela y Colombia son inseparables deberíamos tenerlo claro, al menos del Manifiesto de Cartagena en 1812 para acá. No siempre se nota conciencia de eso y es muy necesario. Aquí, y en Bogotá también. Aunque nuestros vecinos tengan modos más profesionales y aquí nos pueda la retórica, lo importante es la sustancia.

 

 

El intercambio comercial, que en 2008 rozaba los cinco mil millones de dólares, era menos de la mitad en 2014, y en el primer trimestre de este año había caído otro 36%. Por décadas migraron más colombianos para acá. Calidad de vida, oportunidades e igualdad los atraían. Pero ya no es igual, pues con menos recursos naturales, allá diversificaron su economía, han crecido sostenidamente, son competitivos y exportan más que importan. Todo eso antes del cierre de frontera. En la frontera, zona de histórica convivencia, desembocan todos los progresos y los problemas de los dos países.

 

 

Con Guyana, el Acuerdo de Ginebra de 1966 era marco para resolver la controversia. El sentido común nos aconsejaba negociación y buena vecindad. Lo abandonamos. Declaraciones del difunto presidente en 2004 y 2007 dieron luz verde a los guyaneses, que en 2011 solicitaron extender su plataforma continental ante la pasividad oficial venezolana. Las concesiones petroleras son de 2012 y 2014. Granger llegó al poder en 2015, pero antes estaban la señora Jagan, Jagdeo y Ramotar, camaradas de nuestros gobernantes.

 

 

El manejo irresponsable de las relaciones con ambos vecinos no es diferente a como gobiernan aquí. La inflación cerrará este año en 170%, la única de tres dígitos en el planeta. Para una canasta básica hicieron falta en agosto casi nueve salarios mínimos. Las colas y la escasez son la cotidianidad. La industria languidece, no porque lo diga Conindustria sino porque se ve en las zonas industriales de Caracas, Maracay, Valencia o Barquisimeto. En el campo padece el que quiere trabajar.

 

 

2015 será el año más violento de la historia nacional. En dieciséis años, cerca de treinta planes y veintiocho ministros entre Defensa e Interior, y uno de cada cinco venezolanos quiere comprar un arma para defenderse y basta un dato: en 1998 había 118 detenciones por cada 100 homicidios, hoy no llegan a nueve.

 

 

Son las consecuencias de la irresponsabilidad, la ligereza, la superstición ideológica. Caras del mismo fracaso que todos pagamos. Motivos del clamor de cambio que se siente.

 

 

Ramón Guillermo Aveledo
@AveledoUnidad

 

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