Trapos rojos y despertar de la inocencia
julio 22, 2015 5:51 am

 

Nunca he entendido la metáfora de los trapos rojos, tan cara a varios dirigentes, como factores de distracción que lanza el régimen en contra de la oposición. Los trapos rojos no son distracciones, sino la manera en la que el torero conduce el toro a la muerte. Los capotes que agitan los estrategas gubernamentales no son fuegos artificiales para que la plebe se entretenga, sino vías expeditas para la faena dictatorial. El trapo rojo es una forma de sometimiento y no de entretenimiento.

 

 

Es absurdo el consejo fofo de no ocuparse de más nada que de buscar votos, casa por casa, mientras el gobierno se propone arrebatar unas elecciones que –a precios de hoy– tiene perdidas de calle. Los mecanismos a través de los cuales intenta el despropósito son variados: cambios de la normativa electoral a través del CNE, inhabilitaciones absurdas, resistencia a la observación internacional calificada, negativa a entregar el REP, abuso con los recursos públicos, empleo partidista de la Fuerza Armada, intimidación con los colectivos paramilitares y control absoluto del sistema electrónico de votación.

 

 

El régimen procura reagrupar sus fuerzas, busca desmoralizar a la disidencia e incrementar la abstención opositora, para lo cual llegará al borde de una guerrita con Guyana, hará los repartos populistas que pueda, por eso colecta algún dinerillo; y seguirá con la represión. Temas que la oposición no puede ignorar. Al contrario, el enfrentamiento a estas condiciones moraliza a los opositores. Dependerá de las fuerzas que se logren aglutinar el que esas condiciones abusivas se derroten en alguna medida; pero la lucha en contra de ellas, aunque solo parcialmente exitosa, evidenciaría la voluntad de no dejarse arrebatar lo que podría ser una victoria colosal.

 

 

Lo que hoy dicen las encuestas dibuja un camino y una posibilidad, pero no garantiza el triunfo. Las tendencias abstencionistas en el lado opositor en lo fundamental no son producto de ningún movimiento organizado, sino del escepticismo sobre la voluntad de enfrentar el fraude electoral. Las tendencias abstencionistas disminuirán hasta los niveles crónicos de toda elección en la medida en que desde ya se aprecie a la dirección opositora unida en la voluntad de no permitir tal fraude, lucha cuyos resultados no están predeterminados –se puede lograr mucho o poco, dependiendo de la fuerza– y unida en la decisión de defender la victoria.

 

 

La única forma de evitar que los trapos rojos conduzcan al descabello opositor es quitarle la capa a Maduro y torearlo en el Nuevo Circo de Caracas.

 

Carlos Blanco