Tiempo de Palabra
abril 7, 2013 8:19 am

Los acontecimientos que han hecho sonreir, revelan la disolución en la que entra el país

 

Pájaro de mar por tierra

 

Nicolás Maduro elevó la discusión hasta los cielos, el lugar donde los pájaros hablan, los unicornios pastan en campos de oro y las arepas son cuadradas. No hay que despreciar esas habilidades, ni las de los pájaros (sobre todo los bravos) ni las de Maduro porque, al fin y al cabo, pusieron al país a conversar sobre sus inéditas destrezas auditivas.

 

En un país donde el Ministro de la Defensa es un activista rojo, los miembros del partido de gobierno tienen la clave de acceso para 45 mil máquinas de votación, los gobernantes abusan hasta lo indecible en las emisoras de radio y televisión estatales, y Tibisay jura que es imparcial, es perfectamente posible que el candidato encargado pueda comunicarse con el pájaro campana. Debe agradecer que la reencarnación no haya ocurrido en forma del conejo de la suerte, el Bugs Bunny imperialista, o del enloquecido Chiguire Bipolar que corretea por las páginas de Internet.

 

Tales fantásticos acontecimientos que han hecho sonreír a medio mundo (la otra mitad del mundo anda desternillada, en la Misión Carcajada Adentro) revelan la zona de disolución en la que ha entrado Venezuela en estos días de campaña electoral.

 

El caso se resume en que Henrique Capriles al lanzarse a fondo en el desafío por la presidencia ha puesto al gobierno a la defensiva. Y Capriles está a punto de encabezar una importante victoria política, aun si la victoria electoral debido al ventajismo, las trampas y el miedo, no lo acompañara. La campaña opositora por fin ha tenido la virtud de colocar una serie de temas en la agenda nacional, a pesar del escaso tiempo con el que se ha contado. Los temas esenciales son:

 

1.Ataque a fondo contra la entrega de la soberanía nacional a Cuba. El candidato ha pasado a denunciar lo que significa que el abanderado del gobierno haya sido escogido por su lealtad a los jefes cubanos y, peor aún, se haya comprometido a seguir bajo su égida.

 

2.Denuncia del papel de los mandos militares, en particular del oficial Molero Bellavia, tanto en la sumisión a los dictados del gobierno cubano como por su condición de inocultable activista rojo en clara, abierta y descarada violación de su juramento como militar y de sus obligaciones constitucionales.

 

3.Capriles ha denunciado lo que ha llamado «fraude institucional» a propósito de la sentencia que le permitió a Maduro ocupar en forma ilegítima la Presidencia (dijo Capriles: «Hoy, día de dolor, el TSJ, por lo visto la única institución que trabajó hoy, produjo una sentencia de contenido político, un fraude…

 

Nosotros no vamos a permitir que el dolor que siente nuestro pueblo sea la excusa para el fraude institucional»). De manera adicional hay que señalar que fue la primera vez que el candidato usó de manera clara y contundente la expresión «fraude».

 

4.Enfrentamiento al Consejo Nacional Electoral porque éste permite el uso del aparato del Estado de forma continuada, ventajista, ilegal y fraudulenta, para que el candidato del oficialismo -y más recientemente del pajarito parlanchín- sea Presidente electo por las buenas o por las malas.

 

5.Denuncia de una evidencia de las prácticas viciosas consuetudinarias, pero que ahora formula la oposición en su conjunto, al encontrarse con las manos en la masa a funcionarios del gobierno con la clave de acceso a las máquinas de votación, lo cual es un indicio de las «posesiones» rojas en términos del sistema electoral.

 

No es ni la primera, ni la única, ni la más grave evidencia de tejemaneje por parte del oficialismo, pero es la que -¡por fin!- ha servido para que los que creían en la pulcritud electoral denuncien las prácticas fraudulentas.

 

UNIDAD, CLARIDAD Y DECISIÓN.

 

Por primera vez en mucho tiempo se comienza a producir una unidad que va más allá de lo circunstancial; es la unidad en torno a la caracterización del régimen presente.

 

No es una democracia, como cierta ingenuidad opositora pensaba; no es una democracia imperfecta y trastabillante, como otros menos ingenuos asumían; no es tampoco una dictadura clásica como la de Marcos Pérez Jiménez o Rafael Leonidas Trujillo. Es algo más complejo; es un neoautoritarismo que logra lo que las dictaduras clásicas consiguen pero con métodos con los cuales la comunidad internacional se hace la loca.

 

No elimina los partidos, pero los asfixia; no encierra a (todos) los dirigentes políticos, pero los enjuicia; no cierra medios de comunicación independientes (salvo los seleccionados), pero los compra, ahoga o somete; no siempre impide las elecciones sino que las multiplica y a través del ventajismo y el fraude las gana.

 

Esa caracterización común ha permitido entender estas elecciones dentro de un contexto de lucha más amplio. Capriles fue sólo un candidato -aunque bueno- para las elecciones del 7 de octubre; entonces cometió severos errores como los de excluir a unos y manejarse como si la competencia con su rival hubiese sido limpia («no hubo fraude»); ahora Capriles es otro personaje, que sin dejar de ser lo que básicamente es como ser humano, ha añadido una fuerte garra a su presencia pública y ha desafiado al régimen, a Maduro y al CNE como quien empeña todas su fuerzas sin cálculos ulteriores.

 

Ya no es sólo un compromiso de carácter personal en un esfuerzo inmenso («dispuesto a dejar el pellejo») sino también político: sabe que se enfrenta a la máquina del Estado completa y lo asume.

 

Esta actitud ha generado una unidad superior. Ahora los que denuncian fraudes no son los radicales a los cuales los «moderados» acusaban de desestimular a los electores para provocar en forma encubierta la abstención. Ha llegado el momento en que se comprende que la lucha por condiciones electorales democráticas puede ser estímulo para votar.

 

LA ABSTENCIÓN.

 

Desde luego el fenómeno de la abstención ronda tanto al oficialismo como a los demócratas; a los primeros porque Maduro no es Chávez y no representa a todas las facciones en pugna dentro del régimen; en el caso de la oposición porque se viene de dos fuertes derrotas consecutivas y hay desencanto.

 

así como los que se abstienen del lado del gobierno lo hacen por los errores de su dirección; del mismo modo ocurre en la acera democrática; por lo que es incorrecto tener como culpables a los que de este lado se abstienen. Si se comprende esto, quedan pocos pero valiosos días para promover entusiasmo, convicción y apoyo, y galvanizar aquellos legendarios 6.5 millones de votantes del pasado octubre.

 

Contar 100% de los votos, auditar la tinta, exigir la salida de la Milicia del Plan República, eliminar las captahuellas, son planteamientos indispensables. Lo que se logre es ganancia neta. Luego, a votar. Si Capriles tuviera los votos comenzaría otro tiempo; si Maduro ganara como candidato del Estado fraudulento, su carencia de legitimidad se profundizaría.

Carlos Blanco

www.tiempodepalabra.com

 

Twitter @carlosblancog