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Hierve el país

Desde que Maduro abrió comillas en diciembre de 2012 como Vicepresidente, se cargó la sucesión a la brava, se tornó candidato ilegal y se convirtió en ilegítimo Presidente, el rumbo de desastre ha sido consistente y las comillas, por más esfuerzo que hacen, no logran cerrarse.

 

Ha habido cambios, sin duda. Los hay en los cuadros dirigentes, en las políticas y en la postura del régimen hacia los adversarios. Ninguno de ellos promisor hacia una salida democrática.

 

«MADURONOMICS». Su perorata, si se le eliminan las citas y se le reduce a la media hora de improvisación propia y personal, tiene aspectos relevantes. En medio del fárrago oratorio de alguien que no ensayó la lectura de la sintaxis ajena hay algunas confesiones. No tiene «cuadros»; no hay profesionales o políticos con los cuales contar. Detrás de las permutaciones en los cargos casi siempre están los mismos al mando.

 

Cuando Nicolás mencionaba a Jorge Giordani y este procedía a inflarse como una medusa vanidosa, sobre todo cuando le decía «profesor», ya se sabía que no habría cambios reales en la política dirigida al socialismo soviético, es decir al suicidio económico.

 

Hay buenas almas apostando al pragmatismo de Maduro porque acepta devaluar 80%, obviando el hecho de que el sistema tal como está mantendrá el fantasma, el inexistente, innombrable, ilegal y huidizo tipo de cambio paralelo, a más de 60 o 70. Habrá alivios temporales al obtenerse más dólares a través del Sicad (otro Cadivi con diferente cachimbo), al despenalizar las transacciones en divisas, pero el asunto básico es que no hay dólares para las necesidades de la economía y no hay confianza en que se producirá un cambio más amigable hacia la inversión privada.

 

Pregúntese usted si la «maduronomics», variante de la economía académica en su versión chimba, lo estimula a traerse ese poquito, ese más o menos, o ese pocotón de dólares que tiene en el imperio. No hay cambios estructurales. Lo que hay es que el mecate que amarraba las manos en la espalda, parece que va a ser sustituido por un grillete en el tobillo.

 

Lo que hay es centralización, mayor poder al gobierno, concentración de atribuciones, y sobre todo una visión totalmente equivocada de los procesos productivos del capital. Cualquier empresario -excepción hecha de los boliburgueses y bolichicos- podría estar gozando una bolivariana con eso de que 30% es una ganancia admisible (si es en términos reales, 30% adicional a la inflación).

 

El problema no es ése, sino que se va a seguir con el ensamblaje de una enrevesada estructura institucional para ver cuánto se gana cada cual, lo que no va a ser otra cosa que el engranaje de la corrupción potenciado al máximo. Los que controlan los libros, los auditores, los contadores, los que van a imputar ganancias que no se hicieron, los que van a cobrar para que estas cuentas vayan aquí y no allá, y lo demás.Con su «nueva economía» Nicolás ha fortalecido la inmensa máquina de corrupción existente.

 

Esa ausencia de nuevas políticas está encubierta en el paraguas socialista que en el régimen no es sino el Estado controlado por las mafias ahora en pugna entre sí por la disminución del tamaño del pastel. Ese matorral conceptual de Maduro revivió la idea del poder comunal que ha sido, es y será mientras permanezca el régimen, una manera de controlar a los ciudadanos antes que un modo de buscar que se expresen y participen, como bien lo sufren los rojos.

 

Razón tienen los militantes críticos del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), ahora apartados por Nicolás como «la ultraizquierda», al recelar del militarismo comunal.

 

EL CAMBIO QUE SÍ HUBO. Algún cambio hay, de todos modos. Es el proceso de destrucción de la fuerza del principal competidor de Nicolás, el capitán Diosdado Cabello. Mucho abrazo, mucha invitación, mucha labia, pero la destitución del general Hugo Carvajal es un hecho político de significación que acompaña el progresivo crepúsculo del poder militar de un personaje que tuvo y tiene poder pero no supo administrarlo.

 

Tal vez pensó que el radicalismo y su obsesión furiosa en contra de la oposición lo llevarían a manejar, condicionar, y de algún modo dirigir a Nicolás, pero este le resultó respondón y, en el juego interno, más sagaz.

 

Ahora Nicolás ha permitido el despliegue de una nueva figura, Miguel Rodríguez Torres, ministro del Interior, quien parece argumentar que cómo un mayor general va a subordinarse a los designios de un teniente, ascendido ilegalmente a capitán. El despliegue en medios de la estrella en ascenso es indicador de los cambios en el poder, así como de sus debilidades internas.

 

Mientras todo lo referido ocurre, el sector civil languidece con los caramelitos de cianuro del poder popular, espejismo que se reduce a anunciar comunas subordinadas a Miraflores y a organizar arrebatones en contra «especuladores».

 

ATAQUE A LOS MEDIOS. Ni las fantasías económicas ni las fábulas de poder popular son viables en un régimen como el actual. Por eso en medio del diálogo ficticio avanza la represión: si te sometes, dialogo; si te resistes, te j… Tal es la consigna.

 

Vuelven con el tema de los medios. Parece mentira: mientras más someten a los medios de comunicación; mientras más los asfixian, más les temen. Y no alcanzan a entender por qué a los que someten nadie los ve ni los lee.

 

Exactamente como las empresas de bienes y servicios a las que le ponen la mano; una vez controladas, ya no sirven. Así acontece con estaciones de radio, prensa y estaciones de TV. La explicación es simple: imagine que este diario dejara de informar y que desde su primera página hasta la última todo fuese publicidad y propaganda; obviamente no sobreviviría dos días. Esto es lo que hacen los medios oficiales: no informan.

 

Cuando algunos vinculados al régimen comunican algo relevante, son regañados sin pudor. Por eso los medios controlados, apropiados, confiscados o autocensurados tienen plata pero no vida, mientras que los estrangulados, que medio viven, son los que gozan de credibilidad. Ahora se ve con nitidez cómo la información, la mera información, se convierte en enemiga y no puede ser admitida por el régimen, porque toda información en una sociedad en crisis es un reclamo, una demanda, una protesta o una denuncia.

 

El colmo ha llegado con la situación de la criminalidad desbordada, absolutamente funcional al régimen de las mafias sin ley. Ahora no quieren que se informe lo más mínimo sobre el crimen desbordado pero, además, buscan un culpable en ¡las telenovelas!

 

Si serán miserables que no ven la fuente de la criminalidad en la ausencia de futuro de los jóvenes, en el culto a la ilegalidad, en la amistad con los pranes, en el lenguaje de violencia del poder, y piensan que los culpables son los escritores de telenovelas y los artistas. ¡Es que ni siquiera se sonrojan!

 

 Carlos Blanco

Twitter @carlosblancog

 

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