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Superar el rentismo

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Superar el rentismo

Asistimos a la segunda muerte del modelo rentista, ese que pone el centro de gravedad de la política, del debate y de las políticas, alrededor de la renta petrolera un ingreso del cual somos económica, política y culturalmente dependientes buena parte del último siglo, y en los últimos 15 años lo somos mucho más.

 
Asistimos a la segunda muerte del modelo rentista, ese que pone el centro de gravedad de la política, del debate y de las políticas, alrededor de la renta petrolera un ingreso del cual somos económica, política y culturalmente dependientes buena parte del último siglo, y en los últimos 15 años lo somos mucho más.

 

 

La primera muerte del modelo rentista fue su colapso en los ochenta y noventa. El llamado “viernes negro” de 1983 fue el episodio que hizo evidente la crisis y seguimos como en el tango, “cuesta abajo en la rodada” hasta el ascenso al poder del comandante y su proceso: constituyente primero, revolucionario luego y de transición al socialismo más tarde, todo en una aparente resurrección del rentismo, que de la mano del mesianismo se nos mostró en condiciones de ponerse al servicio de la fantasía ideológica y un proyecto de hegemonía política y social.

 

 

La resurrección era falsa. Venezuela no puede confiar en la renta petrolera para hacer lo que le provoque, y menos si lo que se les ocurre a los que nos gobiernan son necedades impracticables o comprobadamente disfuncionales; sea en la política ignorando o persiguiendo a todo el que piense diferente, o en la economía, queriendo controlarlo todo. Hoy, hablar del fracaso del modelo se refiere a esa destructiva combinación de rentismo y monopolio político-económico. No fun-cio-na.

 

 

Pero así como la culpa no es del whisky o del ron, es decir, del alcohol, sino del alcoholismo, el problema no es la renta, sino el rentismo. La vieja ideología venezolana de que somos el país más rico y a cada uno no nos ha tocado lo que merecemos y, por lo tanto, es obvio que alguien nos ha robado, no basta para explicarnos lo bajo que hemos caído. La discusión no es si distribuimos o invertimos, sino en qué hay que invertir para crecer con equidad, como es necesario.

 

 

Invertir en las personas y en sus instituciones. En educación para el mundo de hoy y de mañana. En la vida, para que tengan salud y buena alimentación. Y en que sobrevivan, que no las mate la violencia de la delincuencia. Eso también es distribuir porque multiplica las oportunidades, democratiza la prosperidad. Pero hay que progresar, por eso hay que crear condiciones para producir, generar riqueza, promover el desarrollo. Hoy no lo estamos haciendo. Hay que hacerlo. Superar el rentismo. Abrir paso a una Venezuela en la que todos podamos vivir y progresar en paz.

 

 

Ramón Guillermo Aveledo

@aveledounidad

 

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