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El Helicoide no fue pensado como cárcel de presos políticos. Sus diseñadorescreían que una manera de adelantarse al futuro era construir, en esa peñamonumental que era la Roca Tarpeya, una elipsis de concreto armado, que entoncesera considerado un material eterno. Se desconocía su fragilidad y también suvulnerabilidad ante sus propios ácidos y alcaloides.

 

Por razones que no vienenal caso, esa aventura arquitectónica devino a lo largo del tiempo en refugio dedamnificados y por último en sede de la policía política, de la Disip, que ahora se llamaSebin.

 

Antes la Dirección Generalde Policía funcionaba en Los Chaguaramos, poco más allá del autocine que yatambién pasó a la historia. En el sótano estaban los calabozos, los más famososeran los “tigritos”, estrechos cubículos sin luz, abundantes en cucarachas yratones que eran utilizados como castigo o para asustar a los que llegaban aesas instalaciones. Un par de días encerrados allí desmoronaban a los alzaos.

 

En El Helicoide la revolución bolivariana intentó construir un moderno centrode investigaciones, de inteligencia y contrainteligencia, y aunque se rompierontodos los paradigmas y estereotipos al disponer de un amplio espacio para loque denominaron Biblioteca Luis Castro Leiva, en honor del profesor de la USB que tanto meditó sobre lalibertad en sus paseos al aire libre, la zona que se destinó a los calabozos fuela más horripilante, húmeda, calurosa y oscura del edificio, ahí no llegaba niun rayito de luz solar.

 

Por muchotiempo la zona de los calabozos no tuvo electricidad, mucho menos aireacondicionado. Han sido los presos los que han ido civilizando el lugar paracontar con mínimas condiciones de subsistencia. Ahí fue recluido Timothy Tracy,el cineasta estadounidense que el Gobierno acusa de ser parte de un plan de la CIA para desestabilizar elpaís.

 

Tracy no ha sido presentado a la prensa, tampoco parece que se le harespetado el “debido proceso”, las dos palabras que más repitió la constituyenteIris Valera a todo lo largo del año 1999.

 

Loscineastas, los amigos y los grupos que velan por el respeto de los derechoshumanos han salido en defensa de Tracy, ese muchacho buenmozo que se montaba enlos autobuses que pagaba el Gobierno para llevar gente a los mítines de Chávezy le preguntaba cosas del diario vivir en su español machucado.

 

Tracy es eltípico gringo buenote y perseverante que desde siempre ha querido documentarrevoluciones, de la estirpe de, entre otros, Ambrose Bierce y de John Reed, elque escribió la mejor crónica sobre la Revolución Rusa.

 

Por razones desconocidas, el Gobierno lo trasladó a la cárcel de El Rodeo, uncentro de reclusión para delincuentes comunes. Los amigos temen por su vida.Vendo manual para hacer revolución humanista, sin usar, con el celofán intacto.

 

Ramón Hernández

 

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