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Sin ley ni razones

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Sin ley ni razones

No es simple ingenuidad corrompida con ignorancia supina. El origen de sus limitaciones para resolver problemas es más complejo. Quizás tenga vínculos con campos de la psicología o de la psiquiatría, vedados al común y de muy alto riesgo como para atreverse a aventurar diagnósticos improvisados y tratamientos definitivos. Obvio, una presentación de unas cuantas láminas que se le envíe al cogollito del PSUV no sería suficiente para que comprendan que hay leyes que no pueden ser alteradas, modificadas, pervertidas ni reformadas con mayoría simple, que la violación de la ley de gravedad y la ley de la oferta y la demanda tiene consecuencias irreparables, a veces definitivas.

 

Ocupados en acumular capital y en aparentar que son la reencarnación de Robin Hood, no han tenido tiempo ni interés para recuperar las lecciones elementales que perdieron por estar tirando piedras encapuchados. Lo peor es que tampoco buscan ayuda de los expertos, de profesionales que han dedicado su vida al estudio y a la comprensión de los problemas económicos del país; y no desde el ángulo de Wall Street y la Universidad de Chicago, sino desde el Instituto de Investigaciones Económicas de la UCV, con figuras de tanto renombre en el campo de la izquierda racional como Héctor Malavé Mata y Héctor Silva Michelena.

 

La alergia, la repulsa, que han desarrollado al estudio, a la simple lectura, no sólo se manifiesta en la manera irracional como manejan el Estado y administran el erario público, sino también en quienes designan para ocuparse de los quehaceres más importantes y trascendentales. Dejemos quieto a Juan Carlos Loyo y sus cosechas récord jamás recogidas, sus mitos, y leamos algunos de los artículos e interpretaciones de Jorge Giordani sobre el socialismo del siglo XXI. Por Dios, ni con un milagro sería posible evitar la hambruna que se desataría en el país si se aplicaran sus propuestas, verdaderos cortocircuitos, bombas que dejarían muerte, desolación y fracaso. Una conferencia de Elías Jaua es un paseo sin luz por las cavernas de la prehistoria y el peor de los reconcomios.

 

No conocer la ley de gravedad, aunque fuese de manera empírica, puede traerle trágicos inconvenientes, peores que los que arrastra Pastor Maldonado cuando ignora la inercia y la ley de la entropía. Si matas la gallina, te comes la carne; pero te quedas sin huevos. La ignorancia más destemplada, junto con tener muy asentado el locus externo, les hace suponer, y vociferar, que los malos resultados de sus pésima gestión económica y de sus contravenciones de los principios marxista más elementales se deben al sabotaje, las conspiraciones y los «golpes eléctricos» de «la canalla», «el fascismo» y «la derecha apátrida». Pregúntele a Douglas Bravo sobre cómo se arruina un país, no a su peor maestro ni a su alumno menos aprovechado. Vendo espejo fiel a la realidad, sin quincallerías cubanas ni florecitas chinas.

 

Por Ramón Hernández

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