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Si usted votó por un diputado, debe saber esto

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Si usted votó por un diputado, debe saber esto

 

Hace algún tiempo alertamos sobre el posible fraude electoral que se presentaba para entonces con las listas estructuradas de los postulados por ambos polos políticos, para obtener curules en la Asamblea Nacional, pues llamaba demasiada atención la cantidad de precandidatos que violaban flagrantemente la Constitución Nacional.

 

 

Escribimos para ese momento, añadiéndonos a señalamientos e innumerables reclamos de cientos de miles de ciudadanos, precisando que el numeral 3° del Artículo 188 de la Constitución, en referencia a las condiciones para ser diputada(o) a la Asamblea Nacional, exige que el candidato(a) haya residido “cuatro años consecutivos en la entidad correspondiente antes de la fecha de la elección”. Era obvio que algunos de los propuestos de parte y parte con dificultad conocían los circuitos por los cuales aspiraban a ser electos, y vivían habitualmente lejos.

 

 

El objetivo constitucional es evitar desviaciones, muy comunes en Venezuela, postulando aspirantes en entidades de las cuales no son residentes, bien para conquistar determinados votos, o por la necesidad de cumplir acuerdos y negociaciones partidistas; es decir, el propósito de los redactores de la Constitución es evitar un fraude, una estafa al principio fundamental de representación. Por eso se exige ese “mínimo” de tiempo de residencia “consecutiva” para el momento de la postulación. La Constitución demanda que cada aspirante a diputado haya convivido lo suficiente con la gente y conozca de manera personal las necesidades y realidades por las cuales se supone va a luchar y las circunstancias que va a defender. Aparte de la injusticia de apartar a militantes y relacionados locales que luchan, día a día, para otorgarle la representación a un paracaidista de otra parte impuesto por la cúpula partidista.

 

 

Hoy algunos diputados, parecen ausentes aunque hagan acto de presencia en las sesiones y comisiones porque, justo y necesario es decirlo aunque se molesten, se pongan bravos, pataleen, griten y nos acusen de cualquier cosa, sólo están pendientes de jugar a intereses propios y partidistas. Y ahora, tanto en la oposición como en el oficialismo el tema de las gobernaciones empieza a hacer estragos.

 

 

Se pretende repetir las mismas distorsiones cuando ya algunos diputados se disponen a utilizar la plataforma parlamentaria, y las maquinarias partidistas, para apelar a las expectativas de los electores y postularse como candidatos a las gobernaciones, cuando, para empezar, esos mismos ciudadanos no votaron por ellos el pasado 6 de diciembre para ser gobernadores ni candidatos, sino para que los representaran como diputados en la Asamblea Nacional, -la casa del pueblo, ¿recuerdan?- a la cual quizás no debieron llegar, pero están ahí por decisión electoral ciudadana y eso hay que respetarlo sacrosantamente.

 

 

Una parte de la oposición anda empeñada en el riesgoso revocatorio, otros en la renuncia de Maduro, muchos se preguntan si el presidente tiene doble nacionalidad, otros prefieren la enmienda constitucional y algunos la constituyente que el Tribunal Supremo de Justicia puede frenar con pocas palabras y muchos andan en la calle pontificando cada vez que alguien les pone un micrófono por delante. Y desde el gobierno sin misericordia torpedean cualquier salida imponiendo su control sobre los otros poderes, asfixiando la población que quiere cambio y rectificación.

 

 

El problema Maduro hay que resolverlo ya, de inmediato, porque cuando los tiempos electorales sean inevitables, las peleas internas en la MUD y el oficialismo por delirios de grandeza, desbordadas pasiones y excesivas ambiciones personales se desatarán con furia y pasión, y el país pasará a un segundo plano, lo que por cierto nada tiene de extraño, están miopes de visión y enfermos de poder. ¿Qué pecado tan grave cometimos los venezolanos para que se nos castigara con esta severidad entre los errores de muchos y esa equivocación terrible que ha sido y sigue siendo este Gobierno? ¿Dios mío, acaso no hemos sufrido suficiente? ¿Cuánta más penitencia debemos pagar para exculpar nuestros pecados pasando de nuevos ricos caprichosos y respondones, a nuevos pobres angustiados?
Es de todos el comentario que se hace a propósito de los intereses no tan ocultos de muchos de los que hoy están en la Asamblea como diputados. Y es que se menciona a gritos en estos días que son muchos los que parecen caimanes en boca de caño a la espera de que se dé el proceso de primarias para saltar hacia ellas en busca del apoyo popular para ser beneficiados y regir los destinos regionales. Lo grosero, grotesco y repugnante del asunto es que, si no logran triunfar, volverán con su cara muy lavada a ocupar su lugar como parlamentarios. Qué desvergüenza. Es innecesario dar nombres y apellidos pues es seguro que ustedes son más inteligentes, no los necesitan, los conocen y ellos, por su parte, tampoco se esconderán.

 

 

El meollo del asunto es que si estos personajes participan en la carrera por las sillas de gobiernos estadales, lo que seguramente se generará es un efecto contrario, negativo en los electores que interpretarán –no podrá ser de otra manera, porque los votantes en general no son estúpidos-, que fueron utilizados y estafados por sus “representantes”, cuando fueron usados por el PSUV y la MUD. Aunque aún parezca pronto no lo es tanto, esperaremos con paciencia, con preocupación y creciente indignación ver quienes abandonan su curul. Pendientes de esa foto, la de los estafadores, farsantes, embusteros, manipuladores y embaucadores.

 

 

Los que son diputados se obligan constitucional, moral y éticamente a vigilar la marcha de la República, a estar diariamente pendientes de las carestías ciudadanas, a supervisar a todos los demás poderes en el ejercicio de sus funciones, a trabajar día tras día en el avance del país hacia una mejor sociedad, más justa, más próspera, más feliz y cumplidora a cabalidad de su Constitución y leyes, especialmente en este país devastado. Es decepcionante ver y escuchar a diputados que se sienten satisfechos como simples voceros de sus partidos, sin que les importe un pepino lo que de veras necesite y convenga a la nación y particularmente a quienes se supone representan.

 

 

Esos diputados son empleados de los ciudadanos porque por ellos fueron escogidos para ejercer el poder originario. Pero una vez electos, también son empleados de la Constitución, que es la ley suprema de la nación y a través de ella de todos los que hayan votado por ellos o no. Por eso, cada detalle constitucional debe ser conocido, respetado y cumplido de manera particular y muy especialmente por los parlamentarios. Permítanme recordarles a quienes nos leen, electores como yo, detalles de las obligaciones constitucionales de los diputados, para que a su vez se las recuerden a quienes vayan a pedirles sus votos para ser elegidos gobernadores; les sugiero a ellos y a todos los venezolanos electores que se lean, incluso memoricen, los artículos 186 al 224 de la Constitución Nacional.

 

 

La intención jamás será cercenar las libertades políticas a las cuales todos tienen derecho, el propósito es crear y profundizar conciencia ciudadana para que este país no siga en manos de irresponsables e improvisados que por circunstancias de la vida han tenido la oportunidad y el honor, el inmenso honor, y la prioritaria responsabilidad de representar como parlamentarios a los ciudadanos que tuvieron fe, creyeron en ellos y que bajo ninguna ocurrencia merecen ser defraudados y burlados como pendejos, lo cual, sépanlo, podemos parecer pero ni somos ni nunca lo seremos. Y quienes lo eran, del gigantesco y decepcionante fraude revolucionario han aprendido a dejar de serlo.

 

 

 

@ArmandoMartini

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