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Si no participamos, nos fortalecemos

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Si no participamos, nos fortalecemos

 

Unas declaraciones del conocido analista Carlos Raúl Hernández engranan con propósitos de algunos partidos opositores y los deseos intensos del régimen de Maduro que la oposición participe en unas elecciones presidenciales no solo de origen ilegítimo, porque es convocada por la írrita y fraudulenta asamblea cubano constituyente, sino con resultados previsibles por el control ejercido, por todos sufrido y conocido, que el gobierno tiene sobre los poderes públicos y al que no controla, la Asamblea Nacional, lo ignora por completo.

 

 

A pesar de meses de dimes y diretes, y una cada vez más clara posición oficialista no solo de prorrogarse en el poder, sino de utilizar a la facción MUD para lograrlo y dar apariencia –en la cual ni el mundo ni la contundente mayoría venezolana cree– de democracia activa y legitimidad, lo obvio es que ni el oficialismo ni esa parte de la oposición lo han logrado a pesar de los esfuerzos que han realizado.

 

 

 

Todo indica que es una tarea imposible que lo consigan mientras se lanzan candidatos, aunque algunos partidos opositores –más o menos a regañadientes– finalmente decidieron no participar, lo cual significa que el autopretendiente oficial se va quedando solo, únicamente con el apoyo del antiguo y nuevo partido oficialista, con alta probabilidad por Henri Falcón, que busca quizás contarse y contar con elementos negociables, de lanzarse al ruedo acompañado por el pastor millonario, cuestionado y presuntamente empapelado en Panamá.

 

 

 

No deja de sorprender un aspecto del análisis que define –con razón– a la asamblea nacional constituyente como “una ficción, es el ministerio de arbitrariedad del gobierno, tan ilegítimo como el propio gobierno de Maduro», sin tomar aparentemente en consideración que, aun siendo así, es un vergonzoso escenario sostenido “llueva, truene o relampaguee” por el presidente obrero.

 

 

Hernández asume lo que parece una simple ilusión: la oposición, unida o no, con aspirante unitario o no, tiene chance de ganar unas elecciones –hay que repetirlo hasta el cansancio, ¡no son elecciones!– con todas las señas de fraude en desarrollo. Muy pocos tienen su convicción –o conocimiento de hechos que se ignoran– para disfrutar la misma fe, pero en cambio lo elemental es que el gobierno desconocerá cualquier resultado electoral del 22 de abril que no sean los 10 millones de votos que el madurismo no tiene ni de lejos, pero que anunció con plena y absoluta confianza en su poder. ¿Acaso no recuerda el articulista lo que sucedió en el brevísimo lapso entre el 16 y 30 de julio del año pasado, centros opositores atiborrados de electores y mesas electorales vacías con el anuncio tibisaico del masivo triunfo madurista que nadie, excepto el CNE y el régimen difundieron como reales? Quizás resulte que si el gobierno de Chávez fue santero, el de Maduro sea espiritista.

 

 

Da la impresión el analista de que la clarísima tendencia popular de no incriminarse en un proceso electoral ilegal, amañado, además de las dudas que angustian a los partidos de la MUD, es resultado de la influencia y presiones internacionales, con lo cual da la impresión de estar en concordancia con el régimen, las efectistas y muy poco diplomáticas bravuconadas de Maduro. La realidad es diferente; gobiernos democráticos y organizaciones internacionales –el Grupo de Lima, la Unión Europea y Canadá, para solo citar tres y no mencionar al imperialismo norteamericano– han emitido clarísimas opiniones muy duras –algunas sancionatorias– contra el régimen y lo presionan cada vez más contra la pared del nerviosismo y el desconcierto, pero la inmensa y creciente voluntad ciudadana de no participar en las presidenciales es fundamentalmente de origen venezolano.

 

 

No es que los apocados criollos estén despertando porque del exterior están gruñendo, sino que estos gruñen e incluso empiezan a rugir porque han sido alarmados y alertados por la desesperación e inmensa molestia venezolana y un éxodo que no nace porque haya llamados de otros países, sino porque la República está siendo destruida, contaminada, envenenada y sus ciudadanos reaccionan con fuerza, extrema necesidad y comprensible pánico, con tal intensidad que hasta el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados ha decidido apoyar a los países fronterizos saturados de venezolanos.

 

 

De última hora, demostrando angustia perturbadora, conciben la intriga para continuar presionando a los partidos que se han negado a formar parte de la estafa el 22 de abril, solicitando adelantar las parlamentarias. Estrategia que seguramente contará con el apoyo de la asamblea castrista y el obediente Poder Electoral. Igualmente, apócrifa, espuria, adulterina y en nada debe modificar o cambiar la decisión de no participar. Tanto como la idea oficialista que empieza a colarse de retrasar la fecha de las presidenciales, a lo cual ya algún opositor colaboracionista y ansioso no ha perdido tiempo para despepitarse que así sí, con lo cual volveríamos a caer en el mismo merequetén decepcionante.

 

 

No acudir a las elecciones presidenciales puede que haga desaparecer de una vez por todas a una MUD ególatra, incoherente, pacata, interesada, egoísta y secretista (que ahora como lobo pretende disfrazarse de abuelita inofensiva para reinventarse), pero no a una opinión pública cada día más fuerte, amplia, valiente, ordenada, coherente, sin ambigüedades, exigente, crecida de principios éticos y valores ciudadanos. Ésa permanecerá y seguirá creciendo, germina y brota en los corazones con furor, deseos democráticos y esperanza de libertad.

 

 

 

Aunque después los partidos que hoy han aceptado esa vigorosa realidad popular se valgan de una ocurrencia de nueva fecha para ejercer su especialidad en deslumbrarse con el fulano ocupar espacios, sin que en abril o julio haya –que no habrá– un cambio radical, profundo y en detalle del CNE por uno decente, profesional, confiable, imparcial; el fraude y la ilegitimidad seguirán siendo los mismos, incluso si lo que buscan con el retraso es la consolidación del partido madurista sin los ojos de Chávez.

 

 

 

@ArmandoMartini

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