¡Sí, Luis!
abril 17, 2016 7:52 am

No me cabe duda que en el medio de su profunda crisis de flujo de caja, el gobierno se verá obligado a buscar recursos externos para parapetear la economía y evitar el colapso social. El tema es que los primeros pasos que toma en ese sentido no lucen muy efectivos.

 

 
La primera estrategia fue engañar a las empresas privadas y autorizarles divisas para importaciones que luego no honró. Pensaba que se la estaba comiendo. Las empresas trajeron productos con créditos de proveedores o de sus casas matrices. Eso permitió que entraran al país mercancías que abastecieron parcialmente el mercado durante un período en el que el gobierno redujo sus asignaciones de divisas sin caídas dramáticas de abastecimiento. Cuando los retrasos de pago se hicieron insostenibles ocurrió lo esperado. Las empresas habían vendido sus mercancías en bolívares tomando como referente el tipo de cambio oficial que no recibieron. Para las empresas formales no había forma legal de obtener divisas para pagar a sus proveedores o headquarters, quienes bloquearon los créditos y despachos, produciéndose el desabastecimiento severo. Las empresas menos formales, que participan directa o indirectamente en el mercado paralelo, igual tuvieron pérdidas relevantes. Como no hay mercado paralelo legal, no pueden valorar sus mercancías al precio real y, por ende, o no pueden recuperar sus inversiones, pulverizando su patrimonio o deben trabajar ilegalmente y exponerse peligrosamente.

 

 
No había posibilidad que el mercado funcionara así. Las importaciones se desplomaron, junto a la producción y el abastecimiento. El gobierno hace un segundo intento. Amenaza a las empresas con expropiarlas o apresar a sus dueños si no mantienen su producción. Algunos alargan la agonía, pero al final se bloquean los procesos ante una realidad concreta: “prefiero parar, cerrar o que me expropien, que perderla de todas maneras habiendo metido más plata, como un bolsa, jugando un juego perverso del que no hay salida”.
Mientras tanto, el gobierno aumenta las importaciones públicas creyendo que puede obtener mayor margen de maniobra sin tener que negociar las deudas previas. Pero el problema sólo empeora. Más ineficiencia, más corrupción y menos importaciones por dólar colapsan la estrategia y conducen al país a su situación actual, que no vale la pena describir. Es obvia.

 

 
Entregas parciales e insuficientes de divisas para importaciones nuevas; negociaciones de pagos de deuda con bonos raros; más amenazas; reuniones para explicar que no tiene ni un duro; la declaración presidencial: “No se preocupen por los dólares, porque dólares no hay” y finalmente la invitación del ministro para que “otros” rompan sus cochinitos para tratar de evitar lo inevitable han sido las “grandes” estrategias para enfrentar la crisis. No un cambio en el modelo colapsado. No el reconocimiento de sus errores y un propósito serio de enmienda. No la apertura cambiaria. No alianzas inteligentes con el sector privado. No la búsqueda de financiamiento en organismos internacionales, de lo que el país es miembro. Se decantan por un llamado desesperado a que los tenedores de capital, que están perdiendo dinero a diario, metan más dólares frescos en una cárcel que el carcelero dice que no abrirá, con los precios de sus bienes regulados por debajo de los costos de producción (perdiendo real), con la amenaza de que cuando el gobierno quiera los expropia. Sin cambiar un ápice las condiciones que explican porque ya no son viables ni sostenibles sus actividades. Sólo cabe una expresión para responder a la pregunta: ¿es posible que esta estrategia de convocatoria oficial a la inversión, sin cambios en el modelo primitivo que origina la crisis, funcione? “Sí, Luis”.

 

 
Luisvicenteleon@gmail.com
@luisviceteleon