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Se acerca el final de este complicado año 2020.

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Se acerca el final de este complicado año 2020.

 

Todos anhelamos que se vaya de una vez y que con él se vaya también ese otro virus de quien anunció quedarse alguna vez hasta el 2021.

 

 

Fecha de vencimiento que, fue señalada en su momento, parecía irrealizable por lejana y remota (quizá para el personaje mismo, acostumbrado a absurdas exageraciones, también le pareció un calculado exabrupto).

 

 

Solo espero de corazón que esa profecía suya se cumpla, como se cumplieron todos sus anuncios de destrucción y confiscación de las libertades.

 

 

Quien suscribe, que le envía cartas al Niño Jesús y no a San Nicolas, no le he hecho carta este año. Desde hace veinte, repito la misma.

 

 

Esta competencia entre Santa Claus y nuestro tradicional Niño Jesús, no está exenta de contradicciones. He aquí algunas de ellas:

 

 

Colocar la figura de un San Nicolás en el Nacimiento.

 

Pedirle a Santa que te traiga un pesebre.

 

Que San Nicolás y el Niño Jesús vengan a la misma hora a traer los regalos y se encuentren en la sala de la casa y se arme un lío por conflicto de competencias a media noche mientras los niños duermen.

 

Que los niños de los al ver al que te conté vestido de rojo rojito y panzón, se confundan y comiencen a llamarlo “¡San Nicolás! ¡San Nicolas!” y que el original, ofendido, agarre su trineo y sus renos y se largue.

 

Frente a estas contradicciones, en Navidad no cabe otra cosa que, por las dudas, montar simultáneamente en la casa arbolito, nacimiento y un Santa colgado en el balcón, aunque le acusen a uno de inconsistencia ideológica.

 

 

Es muy probable -conociendo la incapacidad que nos rige- que el último minuto del 2020 coincida con un apagón.

 

 

El régimen se justificará diciendo que se hizo apropósito para mejor disfrute de los fuegos artificiales.

 

 

Lo cierto es que algunos observatorios han pensado en mudarse a Venezuela que se ha convertido en uno de los países con menor contaminación lumínica de todo el planeta.

 

 

Una última reflexión sobre el tiempo: el futuro no ha llegado, en cierto sentido no existe, el pasado ya se fue. Pero el pasado fue futuro de un futuro más pasado.

 

 

El presente de este escrito que el lector lee en presente ya es pasado para mí. Sin embargo, la línea que sigue, mi futuro, es para usted presente, de un futuro que ya pasó.

 

 

En fin esto del tiempo es para volverse loco. Era Clito, el de Éfeso el que decía que nadie se baña dos veces en las aguas de un mismo río, simbolizando el eterno fluir del tiempo como el río de la vida. Sin embargo, alguien agregó que, en este eterno fluir, nadie logra bañarse ni siquiera una primera vez.

 

 

El instante es inasible y sin embargo de instantes está llena la vida. Conclusión de esto es que no nos bañamos nunca. Fíjense las vueltas que daban los filósofos antiguos para justificar el no bañarse.

 

 

El punto es que vivir es construir recuerdos para un presente en el que ya no tengamos más futuro que contemplar el pasado.

 

 

Quiera Dios que el año 2021 podamos construir hermosos recuerdos para que nuestro futuro sea un hermoso pasado…

 

 

P.S. Sé que parece que me estoy adelantando al fin de año, pero es que no aguanto las ganas de que se acabe

 

 

 

Laureano Márquez

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