San Luis Almagro, ¿inocente, mártir o ambos?
marzo 24, 2017 4:25 am

 

Los venezolanos debemos estar agradecidos por la magnífica, extraordinaria labor y preocupación que nos ha demostrado el secretario general de la OEA, Luis Almagro. Ha sorteado dificultades y su defensa para con nuestro país ha sido una carrera de obstáculos. Pero su arrojo más que las declaraciones de rigor, ha sido un fracaso. El esfuerzo durante 2016, tropezó con el rechazo de países aduladores y amigos del régimen madurista, no logró los votos necesarios y, por si fuera poco, la oposición formal venezolana, en actitud que muy pocos logran comprender, acudió a la mesa de diálogo en términos leoninos y en clara desventaja. Lo hicieron de manera irresponsable, inconsulta, sin importarles y desconociendo el mandato de la mayoría.

 

 

 

Es lógico preguntarse cuál es el empeño del secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro; tanto como los maduristas preocuparse hasta dónde puede llegar. Menos lógico y, en cambio, con cierto nivel de perversa malicia, la dirigencia opositora, en medio de sus tantas confusiones e incoherencias, que por un lado se inquiete por las mismas posibilidades del ex canciller uruguayo y, por el otro, se tomen una eternidad política en siquiera darse por enterados y respaldar el informe que se ha esmerado en preparar y presentar un hombre experimentado y acucioso, mucho más que la aparatosa y siempre amenazadora diplomacia pesuvista.

 

 

 

Es inevitable indagar también si el señor Almagro entiende qué clase de oposición tiene Venezuela, si es a la MUD a la cual debe dirigirse o a otras fuerzas opositoras que van creciendo fuera del grupo de partidos que se miran los ombligos unos a otros y poco las caras, deseos y necesidades reales de los ciudadanos, hay que analizar si es lo suficientemente ingenuo para creer en los partidos que se ponen zancadillas entre ellos, que han aprendido a sobrevivir y comer de las migajas que les deja un Gobierno que por las buenas, y demasiadas veces por las malas, se las ingenia para equivocarse con la gente y acertar en los puntos flacos de esa oposición que no termina de entender a dónde pretende ir realmente.

 

 

 

Por momentos da la impresión de que, así como el Papa Francisco no parece estar –lo esté o no– fluidamente conectado con sus párrocos venezolanos, el señor Almagro anuncia propósitos que la oposición revuelta en la MUD no parece recibir con entusiasmo.

 

 

 

Almagro declara que Venezuela es una dictadura y por ello justifica la suspensión; sin embargo, representantes de la oposición, por el contrario, manifiestan que no es necesaria tal suspensión. ¿Entonces? ¿Quién los entiende? No obstante, después de un atronador silencio de una semana, la Asamblea Nacional aprobó respaldar aplicación de la Carta Democrática Interamericana.

 

 

 

¿Y ahora qué? Para Luis Almagro: el artículo 20 ya se recorrió y fracasó. No queda otro camino que el artículo 21, es decir, suspender a Venezuela de la OEA.

 

 

 

Para que todos estemos claros, el artículo 20 establece: que en caso de que en un Estado miembro de la OEA se produzca una alteración del orden constitucional que afecte gravemente su orden democrático, cualquier Estado miembro o el secretario general podrá solicitar la convocatoria inmediata del Consejo Permanente para realizar una apreciación colectiva de la situación, y adoptar las decisiones que estime conveniente.

 

 

 

El Consejo Permanente, según la situación, podrá disponer la realización de las gestiones diplomáticas necesarias, incluidos los buenos oficios, para promover la normalización de la institucionalidad democrática. Si las gestiones diplomáticas resultaren infructuosas o si la urgencia del caso lo aconsejare, el Consejo Permanente convocará de inmediato un período extraordinario de sesiones de la Asamblea General para que esta adopte las decisiones que estime apropiadas, incluyendo gestiones diplomáticas, conforme a la Carta de la Organización, el derecho internacional y las disposiciones de la presente Carta Democrática. Durante el proceso se realizarán las gestiones diplomáticas necesarias, incluidos los buenos oficios, para promover la normalización de la institucionalidad democrática.

 

 

 

Seguidamente el artículo 21, establece: que cuando la Asamblea General, convocada a un período extraordinario de sesiones, constate que se ha producido la ruptura del orden democrático en un Estado miembro y que las gestiones diplomáticas han sido infructuosas, conforme a la Carta de la OEA tomará la decisión de suspender a dicho Estado miembro del ejercicio de su derecho de participación en la OEA con el voto afirmativo de los dos tercios de los Estados miembros. La suspensión entrará en vigor de inmediato. El Estado miembro que hubiera sido objeto de suspensión deberá continuar observando el cumplimiento de sus obligaciones como miembro de la Organización, en particular en materia de derechos humanos. Adoptada la decisión de suspender a un gobierno, la Organización mantendrá sus gestiones diplomáticas para el restablecimiento de la democracia en el Estado miembro afectado.

 

 

 

A veces pareciera que Luis Almagro es un pájaro solitario volando en círculos en los fríos cielos de Washington, un empecinado pastor alemán ladrando alarmas encerrado en los apacibles salones de la OEA, un mesías sin respaldo a quien santones de la oposición venezolana –y, por supuesto, los mudos representantes de países comprados con petróleo y regalos maduristas– no entienden y, en realidad, los hace sentirse nerviosos.

 

 

 

El nuevo informe hace referencia al artículo 21 de la Carta Democrática. Pero, a pesar de los pesares, este artículo no tiene consenso. Algunas representaciones diplomáticas del continente exteriorizan sus pareceres y señalan que no acompañarán al secretario general de la OEA y se agrega lo ridículo, absurdo y sandez de sectores opositores venezolanos, manifestando su contrariedad, con respecto a su aplicación.

 

 

 

Almagro luce como otro de esos ingenuos empeñosos que trabajan muy duro arando en el mar. Que se envuelve en ropajes nobles que lucen, pero no abrigan. Que reza por las noches a dioses que, por no ser Dios, no saben escuchar. Incluso provoca rezarle a él, pero no podemos evitar la fuerte sensación de que es un santo que no hace milagros, y está uno muy viejo para rezar sin esperanzas.

 

 

 

Armando Martini Pietri

@ArmandoMartini