Salí del clóset
marzo 4, 2013 7:13 am

Cada día, en la prensa, famosos actores, escritores y empresarios confiesan que son homosexuales, es decir, que salieron del clóset. En lo personal, no le doy ningún tipo de connotación a estos anuncios: cada quien está en el derecho de vivir su sexualidad como le venga en gana.

 

Lo raro es que los mismos que no quieren que otros opinen sobre su condición son los primeros que arman una especie de show, dan conferencias de prensa, escriben libros, hacen obras de teatro, filman películas y componen canciones al respecto. La pregunta es: si tener una preferencia sexual es algo íntimo, ¿por qué hacerla pública?, ¿qué nos interesa si Ricky Martin es homosexual o no?; lo realmente importante es si canta bien o no, ¿qué necesidad hay de escribir un libro sobre eso?

 

Si un hombre se quiere casar con otro hombre o una mujer con otra mujer, según mi óptica, lo único malo es el matrimonio en sí mismo. La gente que se casa se convierte en menor de edad: tiene que pedir permiso para salir y para llegar tarde, tiene que hablar a escondidas por teléfono, y lo peor: hay que dormir todos los días en la misma cama; tienen que… ¿a cuenta de qué?, compartir por mitad todas sus pertenencias; y dígame eso de jurar dos cosas horribles y antinatura: ser fiel y permanecer juntos “hasta que la muerte los separe”, eso, según mi forma de ver, es una invitación al asesinato, y ni hablar de esa parte de que hay que estar con el cónyuge “en la pobreza y en la enfermedad”. ¡Qué cosa tan espantosa!

 

Me imagino a un esposo con un esposo o a una esposa con una esposa, pelando bola y con un cónyuge, por ejemplo, tuberculoso o tuberculosa. ¿Por qué…? ¿Por qué hay que jurar cosas tan horripilantes?, ¿sólo porque un día nos volvimos locos y nos casamos?

 

Por lo anterior pienso que muy pronto, en los países donde se ha legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo, se logrará lo que no pudieron hacer los comunistas, los fascistas, los nazis y los islamistas: acabar con la homosexualidad.

 

Lo cierto es que nadie de este lado, o sea, del otro lado (miren cómo han cambiado las cosas): los que no son homosexuales, son ahora los del otro lado. En fin, los heterosexuales, no andan dando ruedas de prensa, ni escribiendo libros diciendo que son heterosexuales. Nadie lo hace… bueno, hasta hoy: ¡Quiero salir de este clóset que me atormenta sin importar el qué dirán!

 

Sí, hoy, valientemente, quiero confesar mi preferencia sexual: ¡soy heterosexual! ¡Me gustan las mujeres! Basta de mirar de reojo a mujeres buenísimas que pasan a mi lado. Basta de disimular mirando al mar y a hombres musculosos en playa El Agua, en lugar de disfrutar los hembrones que por allí pasean.

 

Lo más difícil, lo confieso, será hablar con mi familia. ¿Qué irá a pensar mi pobre viejita de 92 años al enterarse?, ella que, con tanto cariño, me regalaba mis muñecas cuando estaba pequeño. También temo enfrentar a mis hermanos Mario y Raúl. Y mi hijo Daniel, de 40 años, quien toda su vida creyó que yo lo había parido, ¿me perdonará?

 

Mi mayor miedo va a ser encontrarme con mis amigos, muchos de los cuales me han propuesto matrimonio; imagino las burlas soterradas y, quizás, el despecho de más de uno.

 

En fin, ¡ya no aguanto más! ¡Me harté de ser una vieja fea! ¡Quiero ser un viejo verde! ¡Quiero hacer pipí de pie! Quiero vivir mi vida amando a todas las mujeres que se crucen en mi camino.

 

Sí, soy heterosexual, y lo confieso abiertamente, soy feliz.

Fuente: EN

 

Por Claudio Nazoa