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Sal de tu trinchera. ¡Venezuela eres tú!

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Sal de tu trinchera. ¡Venezuela eres tú!

 

 

 

Seguimos atrapados entre la política (arte de lo posible) y la antipolítica (arte de romper desde el gabán). La crisis avanza de forma desmesurada mientras los ciudadanos cabalgan un angustioso debate sobre votar o no votar.

 

Seguimos atrapados entre la política (arte de lo posible) y la antipolítica (arte de romper desde el gabán). La crisis avanza de forma desmesurada mientras los ciudadanos cabalgan un angustioso debate sobre votar o no votar. La oposición se polariza-rauda y peligrosamente-en una discusión barroca, epistolar hasta cursi, cuando el asunto es histórico, terrenal y táctico.

 

 

La historia de la humanidad-en términos evolutivos-ha transcurrido de una profunda reflexión ética avivada por los racionalistas a un pragmatismo orgánico ineluctable. De Sócrates, Platón o Aristóteles aprendimos las virtudes del buen ciudadano; el arete (nobleza), la spoude o seriedad en la política; la gallardía y el honor del hombre espartano y guerrero, más la prudencia y la educación (paideia) del buen padre de familia. Pero la razón socrática no fue suficiente para trascender la inteligencia. En tiempos de dominios imperiales, castas dominantes,  sociedades feudales y esclavas, la razón (Hobbes) daba soberanía al señor feudal más no a los ciudadanos o repúblicos… Entonces emerge la ilustración. La moral en la política. Un postulado racionalista que no comprendía al hombre sobre el hombre, sino al hombre con el hombre, en sociedad. Y fuimos de reyes, emperadores y súbditos a presidentes, gobernadores y ciudadanos.

 

 

La propiedad, la justicia y la libertad dejaron de ser elitescas para perdurar en Derechos Fundamentales, en valores superiores propios de la naturaleza humana. De esa reflexión crítica emanó la Declaración de los Derechos Civiles y Ciudadanos de Filadelfia (1776); La Declaración Derechos del Hombre de la Revolución Francesa (1789) y la Declaración Universal de los DDHH (1948/NNUU). Pero aún no lo anidamos por tanto su respeto a veces demanda más plomo que ética.

 

 

 

Immanuel Kant-precursor de la razón pura y crítica-logró con su imperativo moral, ceñir la política a la “paz perpetua”. Pero alertaba que el moralismo político (dixit Fernando Mires), no podía convertirse en la zapata que cargara los abusos del poder tirano. Fue con la  entrada de las corrientes existencialistas, utilitaristas, concecuencistas y positivistas (Descartes, Bentham, Stuart Mills, Comte, Nietzsche), que el poder pasó de una licencia divina a un ideal terrenal y laico, basado en la ley, las armas, la belleza, la fuerza y las mayorías. De la felicidad de la corona a la felicidad del ser y de las masas, de la república-nación. Fue permutar realeza, cruzadas y aristocracia por constitución, sable, honor y revolución. Y llegó Napoleón. La moral atajada en códigos (Prêt-à-porter) y bayonetas. La V República.

 

 

 

De allí el memorable el discurso de Juan Donoso Cortés (1848), “En defensa de las dictaduras”, donde tritura a la revolución francesa. Jaleo que en nombre de la igualdad justificó la igualación de la opresión, en nombre de la solidaridad legitimó la nueva oligarquía-más feudal y usurera-, y en nombre de la fraternidad, sentenció la guillotina. l decir Darwin, sobrevivió el más apto no el más moralista. La humanidad pasó de la esclavitud a la libertad, de la palmeta de género a su igualdad real, del imperio del Rey al impero de la ley; y en fin, del feudo a lo industrial, capitalista, soberano y democrático, bien por la guerra o bien por los tratados de paz. Así lo entendieron Jacobo I de Inglaterra y Felipe III de España en la conferencia de Somerset House (1604), después de 20 años de brutal confrontación. Nada nuevo bajo el sol.

 

 

 

A partir del pensamiento estructuralista y liberal que reivindica la justicia social, urbi et orbi, se consagra la historia del hombre civilizado. Del barbarismo, la inquisición y la guerra a la paz, y de la paz a la convivencia. Venezuela no será la excepción. O restauramos la república a “piedra, plomo y candela”-impropio de lo civilizado- o activamos la rebelión ciudadana organizada (pacífica), lo cual no es votar por votar, sino por estar, confiar y restaurar.

 

 

La discusión moralista está agotada. La discusión no es normativa o legalista. Sabemos que el CNE, la ANC y el poder constituido es inconstitucional. Es fallido y fugitivo. La salida es pactada o forzada. Votar no resuelve. Bien. Pero si  impulsa el yo ciudadano. No el yo como va viniendo. El diálogo no es un fin en sí mismo pero si una herramienta de persuasión inevitable. Los frentes unidos ciudadanos no son moralistas. Son orgánicos, identitarios, funcionales, concecuenciales. Es pasar de lo normativista a lo posibilista. Es evitar la guerra, la derecha extrema, el síndrome Donoso y el encanto por Napoleón. Y llegaron Hitler, Stalin, Franco y Mussolini…

 

 

Las dictaduras caen por  transiciones pactadas o colapsos. Por conjuras precedidas o seguidas de papeletas.  Pero todo depende de el poder del yo. El yo reflexivo, critico, decisivo, participante. El yo que muta, que cambia, que pone o que quita. Ese es el origen de la unidad militante… Hannah Arendt dijo: «el totalitarismo se funda en la generación de trincheras de sufrimiento, en la fuerza igualadora del yo nosotros: derrotado, triste y condenado”. La contrafuerza es el yo existo, el yo fuera de las trincheras, el yo feliz, el yo no sufro más…A partir de ese yo resiliente no hay tirano que dure y que resista…

 

 

 

Sal de tu trinchera. ¡Venezuela eres tú!

 

 

 

ORLANDO VIERA-BLANCO

@ovierablanco

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