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Robo, fuga o hurto de talentos por Gerardo Blyde

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Robo, fuga o hurto de talentos por Gerardo Blyde

Fugarse significa escapar, huir. Robar quiere decir tomar para sí lo ajeno de manera coactiva, con violencia o intimidación. Hurtar es tomar o retener bienes ajenos, sin intimidación en las personas ni fuerza en las cosas.

 

En la reciente Cumbre de Iberoamérica que tuvo lugar en Veracruz, México, lo que más ha destacado la prensa referido a la intervención que allá hizo el vicepresidente Arreaza ha sido su declaración señalándole a los demás gobernantes participantes que «queremos poner una alerta sobre la movilidad, porque la hemos sufrido. En Venezuela no solo sufrimos de fuga de cerebros… , también sufrimos del robo de cerebros… «.

 

No sé quiénes estarían presentes en el auditorio pero no me resulta difícil imaginar las caras de varios de los mandatarios que pudieron haber escuchado aquello.

 

Imagino la cara de sorpresa de la Sra. Bachelet, por ejemplo, a cuyo querido Chile han emigrado numerosos venezolanos muy bien preparados, que han encontrado allá trabajos dignos en prósperas empresas a las que han ayudado a mejorar con sus talentos.

 

Imagino también la cara de «qué le pasó a este cuate» del muy controversial presidente mexicano Peña Nieto, pues a esas tierras han ido a parar numerosos jóvenes -y no tan jóvenes- talentos venezolanos que se han incorporado a la industria petrolera y a otros diferentes sectores de la empresa privada de su país, aportando profesionalismo, conocimientos, experiencia y productividad.

 

No me es difícil imaginar la cara de póker que debe haber puesto el presidente Correa al recordar en ese instante la cantidad de valiosos venezolanos que han emigrado a tierras ecuatorianas para incorporarse activamente al desarrollo de este bolivariano país, contribuyendo a que allá tengan una economía productiva, sin escasez, sin inflación y sin control de cambios.

 

Y qué decir de la cara de paisa que debe haber puesto el presidente Santos, a cuya conflictuada Colombia ha emigrado un nutrido contingente de venezolanos que han echado a andar, con sus conocimientos y seriedad, una industria petrolera que hoy le produce importantes ingresos en divisas. A su país además han migrado capitales para fortalecer la industria de la construcción y el comercio, teniendo seguridades jurídicas que aquí han venido desapareciendo ante confiscaciones, expropiaciones e intervenciones ilegales.

 

Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Bolivia, Argentina, Brasil… Todos han sido receptores durante la última década de miles de venezolanos que han encontrado en esas tierras seguridades laborales y personales que aquí dejaron de tener. Por supuesto, Estados Unidos también, pero ese ya era sabido. Últimamente hasta Canadá, Australia, Nueva Zelanda y varios países árabe han recibido nuestros talentos.

 

Rajoy, por el contrario, debe haber pensado que se llevaría ese discurso a su natal España para, desde la Moncloa, reclamarle a Ángela Merkel que se ha estado robando los más talentosos jóvenes españoles que en su patria no consiguen oportunidades de empleo y que se están incorporando a las diversas industrias alemanas. O quizás pensó que ojala Pablo Iglesias haya escuchado aquella declaración de Arreaza y se la copie para que baje en las encuestas ibéricas.

 

¿Es que algún Presidente o empresario extranjero nos ha robado talentos, es decir, ha intimidado o secuestrado a alguno de nuestros jóvenes profesionales para que se marchen de Venezuela y se incorporen a la fuerza productiva de sus países?

 

¿Es que los han convencido con artilugios, con publicidad engañosa y una vez que llegan allá, permanecen en otras tierras obligados con prohibición de salida de todos esos países y no pueden regresar?

 

El Vicepresidente no tiene razón para acusar a nadie de robarnos talentos. No hay ni robo ni hurto. Lo que sí hay es fuga, evasión, huida.

 

Cuando un profesor universitario con doctorados gana más como empleado medio de una compañía en el extranjero que como docente en cualquiera de nuestras universidades, se fuga.

 

Cuando un joven profesional en un país extraño puede con su salario producto de su trabajo comprar una vivienda, un automóvil, casarse, tener y mantener a su propia familia, cuando aquí un salario en bolívares no le alcanza ni para cubrir sus necesidades más básicas porque el modelo económico fracasado ha producido inflación, escasez e imposibilidad de soñar con un futuro estable, emigra, huye, se va.

 

Quienes le están robando el futuro a Venezuela no son ni los gobiernos ni los empresarios extranjeros. Todos sabemos quiénes son. Cuando nuestros nacionales se van y no somos capaces ya de ser atractivos para nadie (ni para los médicos cubanos que han huido por decenas), es hora de ponerse el espejo en la cara, mirarse con sinceridad y reconocer el fracaso, como inicio de que las cosas deben cambiar.

 

gblyde@gmail.com

@GerardoBlyde

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