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Reunión imaginaria con Thomas Shannon por Armando Martini Pietri

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Reunión imaginaria con Thomas Shannon por Armando Martini Pietri

 

Un buen amigo tuvo la gentileza de invitarnos a su casa para un encuentro informal con Mr. Shannon, consejero del Departamento de Estado y enviado especial para tratar asuntos con Venezuela. Fue grato y afable; compartimos recuerdos de nuestra estadía en el estado de Minnesota, donde él nació y quien suscribe estudió.

 

 

Al comienzo, platicamos sobre las hermosas Ciudades Gemelas (Twin Cities) Minneapolis y St. Paul, sus bellas y vastas praderas, los bosques caducifolios hermosos y templados, conocida por su slogan: “la tierra de los 10.000 lagos”. Con su clima extremo, es uno de los estados más sanos y cuenta con una de las poblaciones más educadas y alfabetizadas. Y ¿cómo olvidar ese gran norteamericano Hubert Humphrey? Político y senador; Vicepresidente de USA entre 1965 y 1969, quien sentía un especial cariño por Venezuela y su gente, la cual visitó en varias oportunidades.

 

 

 

Fue transcurriendo la noche, cuando nos percatamos que eran las 9 pm, alertamos sobre el peligro de la inseguridad. Shannon se sonrió y aclaró: “me acompañan varios escoltas y un carro blindado, espero que sean suficientes”. Reímos -quizás porque era mucho más el temor por nosotros, que por él- y continuamos disfrutando de sorbos, pasapalos, café y bocanadas. No tardó el momento que el tema Venezuela afloró. Y así comenzó lo fundamental de la reunión imaginaria con Thomas Shannon.

 

 

 

La pregunta de rigor fue expresión directa, inconfundible, de una indagación inevitable: “¿cómo observan la situación del país?” preguntó el estadounidense para entrar en materia que le interesaba tanto a él como a nosotros. Los comensales –a pesar de tener visiones diferentes e incluso posiciones políticas disímiles- coincidimos en la gravedad, no sólo por la inseguridad agobiante, sino también por los niveles de escasez y desabastecimiento de alimentos y medicinas, que han derivado en saqueos; sin olvidar ni subestimar la crisis económico, político, cultural y la división entre venezolanos que ha corroído el tejido social.

 

 

 

Pero el interés era conocer lo qué pensaba el embajador y casi al unísono lo interrogamos. “¿Y usted qué piensa? tradicional de la Norteamérica profunda, la sinceridad emergió: “en relación a la carestía sólo conozco lo que me comentan y los informes que recibo; siento mucho lo que está pasando en un país rico en dinero y recurso humano, la verdad no merece esta situación. Sin embargo estamos dispuestos socorrer enviando suministros terapéuticos y víveres. Se han aprobado recursos monetarios y la entrega es inmediata, solo si el Gobierno lo acepta”.

 

 

 

El más irreverente, interrumpe y pregunta directo: “¿y la guerra económica?” No dudó Shannon en contestar mirándolo de frente: “es argumento del oficialismo, que nadie cree”; hace una brevísima pausa, mide sus palabras y afirma: “es una coartada para tener la excusa y ocultar lo deficiente de las decisiones e ineficiencia de acciones y programas.”

 

 

 

Shannon no se deja interrumpir, y salta delante preguntando a los preguntones: “¿Qué piensan ustedes del diálogo?” Como buenos venezolanos todos hablamos tratando de coincidir en una posición única, tarea imposible, unos creen que hay que hacerlo sin condiciones, otros piensan que las condiciones son necesarias y algunos que no debe haberlo bajo ninguna circunstancia. Thomas piensa y precisa: “así está la sociedad venezolana, dividida, fracturada, desgarrada y eso es malo.”

 

 

 

Tiene un buen punto el diplomático, pero no me aguanto y me adelanto: “Y a usted, Mister Shannon -la formalidad se valora-, ¿cómo le ha ido en las conversaciones?” Shannon bebe un sorbo del buen café que nuestro anfitrión había conseguido a precio dolarizado, y confiesa: “no he venido a mediar, sólo a tratar temas bilaterales. Sin embargo, saludar a los amigos siempre es placentero y nunca he dejado de hacerlo; claro, algunos solicitan la confidencialidad. No me presto a tratos oscuros. Y cuando toca, recibo a las partes por igual. Si bien es cierto, hay que guardar un mínimo de reserva, no es necesario el secretismo exagerado, no produce dividendos, y al final todo se sabe.”

 

 

 

Descansa, toma un sorbo de agua mineral a temperatura ambiente y continúa: “es evidente, la situación no es fácil y quién sabe si no es tarde, deseo que tengamos espacio suficiente para ‘recomponer esta descomposición’. Una necesidad prioritaria, nombrar Embajadores para lograr fluidez en las relaciones. Preocupa mucho la corrupción, la descomposición social, el respeto se ha perdido, la decencia y buenas costumbres se extraviaron. Ojalá y sea transitorio. Haremos lo imposible para que no se produzca una explosión social generalizada que, en estos momentos, está dispersa y ésa es una ventaja temporal; difícil prever cuánto tiempo, pero en estos casos el tiempo es necesario, pero siempre exiguo”.

 

 

 

Se levanta, rodea la silla, se queda de pie y continúa: “ya no estamos en guerra fría con Cuba; ahora somos amigos, quedo atrás la animadversión. Raúl está preocupado y nos lo hizo saber; por eso, e instrucciones de Mr. Kerry, del Presidente Obama, una esperada y oportuna invitación del Presidente Maduro y su Canciller, estamos aquí en vuestra patria para contribuir lo necesario y evitar que irrumpa de repente una confrontación que nadie quiere ni al país conviene.”

 

 

 

Satisfechos pero curiosos de cuentos y anécdotas, no aguantamos el fisgoneo que a veces, se dice, mata al ratón, corrimos el riesgo y sin duda preguntamos confianzudos e invitándolo al chismorreo. “Dinos lo que casi nadie conoce, Thomas”.

 

 

 

El alto funcionario, tentado y al mismo tiempo dubitativo, algo nervioso, atrapado entre la discreción diplomática y la chismotendencia humana, pues además estamos en la casa de un amigo común, hemos disfrutado un rato ameno, no quiere pasar por antipático. Otro sorbo de café ya no tan caliente pero alegrado con un toque cálido de ron añejo venezolano, se arma de valor y casi murmura en tono de confesión: “por supuesto, apuesto al diálogo pero siento que la oposición es ingenua y está atrapada en los episodios de aquél 11 de abril. La MUD siente miedo, terror que los tilden de golpistas como Chávez lo hizo y Maduro continuó, fiel a esa estrategia descalificadora, el gobierno lo sabe y lo utiliza a su favor”.

 

 

 

Repite con prudencia la dosis del café potenciado, y exclama con alegría sincera, del alma: “estoy enamorado de este país, su maravillosa gente, sus hermosas mujeres, el miche, sus paisajes, sus playas, los Roques.”

 

 

 

Continúa: “al llegar conversé con Capriles, quien está dedicado únicamente al referéndum revocatorio, lo considera suyo, no puede darse el lujo de perderlo, su carrera política depende de ello. Sin embargo parece no representar la totalidad opositora y hace esfuerzos para recuperar el liderazgo perdido. Repitió insistentemente que no había dialogo sin revocatorio. Lo cierto es que hay conversaciones y él parece estar alejado, disperso, autoexcluido; debe ser por el tema revocatorio”.

 

 

 

Sin tregua insistimos: “¿Con quién más conversaste? ¿Algún representante de la Iglesia o la sociedad civil?” Visiblemente cansado responde a nuestra inquietud: “no tuve oportunidad, sólo logramos compartir –que recuerde- con los diputados Márquez, Borges, Guanipa, Guevara y las señoras Tintori de López, Capriles de Ledezma y María Corina Machado. En próximas visitas hablaremos con otros que hubiéramos deseado ver, pero en esta oportunidad el tiempo conspiró en contra”

 

 

 

Aprovechamos la oportunidad de la pausa: “¿y Timoteo Zambrano qué papel juega? Contesta Thomas, parco y con desgano: “no tenemos relación ni amistosa ni diplomática, somos serios, no jugamos a dos bandas”.

 

 

 

“¿Y los empresarios?” Con algo de inapetencia contesta: “preocupa mucho que la institución empresarial no tenga vocero oficial. Hasta ahora, las conversaciones se llevan con individualidades y eso ni es provechoso ni conveniente”. Reflexiona y agrega: “por esa razón aparecen individuos haciendo lobby en organismos internaciones, inquiriendo sobre créditos y préstamos para una eventual transición, situación incómoda que produce confusión y desconfianza.”

 

 

 

No damos descanso al extenuado diplomático: “¿qué opinión te merece la Canciller?”. Shannon se pone serio: “amigos es difícil dar una opinión, seré cuidadoso. Es abogada, tiene sus fallas en el lenguaje, actitud, maneras y comportamiento diplomático. Se entiende, este mundo es difícil pero no se puede negar que está comprometida y defiende su Gobierno con vehemencia y pasión”. Pausa, un sorbo de agua y confiesa como anécdota: “por eso no me sorprendió la llamada de un conocido magistrado, quien dijo haber sido ‘designado’ interlocutor.”

 

 

 

Nadie supo que decir sobre esa desconcertante llamada, y regresamos a lo nuestro: “por favor, coméntanos algo de lo que hablaste con el Presidente Maduro” Es difícil responderles, no puedo cometer infidencias, sería imperdonable, irresponsable y anti diplomático. “El Presidente insiste en el respeto a la soberanía, en lo que estamos de acuerdo. Lo que sucede es el contraste incómodo entre diferentes visiones del concepto moderno y del arcaico, primitivo, de soberanía. No obstante abrimos un abanico de posibilidades que iremos desentrañando poco a poco.” Imprudente susurre: ¿y la renuncia? Y sereno respondió: “No sé de qué hablas.”

 

 

 

No lo soltamos, “perdónenos, ya para concluir, ¿cómo podemos superar esta terrible y lamentable situación? Shannon responde con la discreción lógica de su cargo: “es muy difícil dar consejos y menos aun cuando no han sido oficialmente solicitados; pero asumiré el riesgo: el problema del país es que sus actores políticos no saben esperar ni tienen bien desarrollado el sentido de la oportunidad. Y en el mundo internacional se trata a Venezuela como un país de quinta categoría igual que algunos países africanos, lo que es absurdo e injusto.”

 

 

 

Un sorbito de café mejorado y agrega: “lo que más perjudica a la clase política, son las agendas ocultas, intereses partidistas y personales, los fraccionamientos y la exclusión. Los ciudadanos desconcertados perdieron la confianza. Lo demuestran los estudios de opinión, pero no todo está perdido ni es del todo malo”. Deja sobre la mesa la taza vacía y complementa: “amigos, todo dificulta, pero a la vez facilita las negociaciones, ninguno es tan fuerte como para salir del otro por sí mismo; ambos se apuntalan, se necesitan por la enormidad del desastre agravado por el creciente y muy peligroso descontento popular”.

 

 

 

Se levantó, sonrió con simpatía diplomática, o sea, como un antifaz del pensamiento, se despidió con amabilidad y casi antes que nos diéramos cuenta, se alejaba de la casa bien protegido. Nosotros, tras el párrafo final de Thomas Shannon, necesitamos y optamos por un ron seco. Por la costumbre, preferí un escocés tranquilizador.

 

 

 

@ArmandoMartini

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