Respuesta a un jesuita dudoso
marzo 28, 2014 11:09 am

Un querido amigo guatemalteco me hizo llegar recientemente una nota publicada por un sacerdote jesuita, Jorge Sarsaneda del Cid, titulada: “preguntas sobre Venezuela que hacen dudar a un jesuita.”

 

Dicha nota salió publicada, entre otros medios (como Prensa Latina) en Aporrea, página oficialista venezolana. La puedes ver aquí:  http://www.aporrea.org/ddhh/n246532.html

 

La nota se caracteriza por una crítica a la protesta que se viene realizando en Venezuela; una protesta que, con el pasar de los días, se ha convertido en resistencia ciudadana contra la fuerza bruta de un gobierno deshumanizante y deshumanizado. Habla el autor de sólo “decenas, a lo sumo cientos” de personas protestando. Decenas, debería saber el sacerdote, son ya el número de muertos, centenas, son el número de heridos, miles son ya los detenidos por la represión de las fuerzas militares y paramilitares, los colectivos de motorizados pagados por el gobierno; verdugos que en lugar de rostros solo pueden mostrar muecas. Verdugos recibidos en Miraflores por el presidente Maduro, quien ha alabado su actuación violenta.

 

Una pregunta que se hace el padre Sarsaneda es la siguiente: ¿Por qué Unesco reconoce a Venezuela como el quinto país con mayor matrícula universitaria del mundo, que ha crecido en más de un 800%, siendo alrededor del 75% educación superior pública, y sin embargo no se conoce una sola lucha del “movimiento estudiantil” actual para lograrlo, mientras hay “estudiantes” marchando contra “torturas” y por “comida”? Esa ficción de país que se nos ofrece no puede ocultar el que la Universidad Central, cuya sede es patrimonio histórico de la humanidad, fue atacada salvajemente por tropas del gobierno, habiéndose recogido al día siguiente los restos de más de 800 bombas lacrimógenas, y causado daños de todo tipo a su hermosa arquitectura. ¿Conocerá acaso el padre la reciente evaluación hecha porun calificado grupo de médicos criollos de la vergüenza que constituyen los supuestos “médicos comunitarios” que esta maravillosa educación socialista está produciendo? ¿No le pudo alguien haber informado al padre Sarsaneda sobre las recientes declaraciones del flamante ministro de educación de un régimen militar que sólo fomenta el aprendizaje del odio, según las cuales los pobres deberán seguir siendo pobres, porque si se les ayudara a ascender social y económicamente, se convertirían en “escuálidos”, es decir, burgueses?

 

El que el padre coloque las palabras “torturas” y “comida” entre comillas, no sé cómo explicarlo; no vivimos los venezolanos tiempos de ironía, sino de indignación. Como tampoco puede explicarse su afirmación de que se producen “imágenes falsas de torturas, asesinatos y vejaciones posteriores a los confusos hechos del 12 de febrero de 2014.” No hay “hechos confusos”. La represión es diaria, en todas las regiones, fría, sanguinaria. Al parecer el único confundido es el sacerdote jesuita. Es curioso asimismo que se le solicite a la oposición el respeto a la Constitución, una carta violada incesantemente, por años, por el régimen. Debiera saber el padre que ha sido precisamente la defensa del texto constitucional el centro de las exigencias políticas de la oposición.

 

El movimiento estudiantil organizado primero (ampliamente conocidos y reconocidos sus líderes; YouTube y Google con eso), la ciudadanía en general después (no sólo en la Plaza Altamira, por cierto), está luchando por su libertad, dando un testimonio diario para impedir que el país caiga bajo la bota de una tiranía militarista asesorada por el régimen más horrendo de la triste historia de injusticias que es Latinoamérica, la Cuba castrista. ¿Sabrá el padre Sarsaneda que los mejores amigos de Chávez y Maduro han sido, además de la Cuba totalitaria, regímenes feroces como la fundamentalista Irán; el pana Mugabe de Zimbabue; la Libia de Gaddafi; el actual régimen sirio; la Bielorrusia de Lukashenko; la muy “capitalistamente salvaje” China, Inc., y la Rusia de Putin?

 

Menciona el padre a otras oposiciones latinoamericanas, como las que se enfrentaron a Pinochet, Trujillo o Videla; ¿por qué no incluir, si vamos a ser justos, a la dictadura más longeva, la de los Castro? ¿O es que acaso el autor de la nota admira al régimen que produjo ese siniestro personaje, el Che Guevara, quien, como dice un amigo, debe ser el único médico que nunca curó a nadie, pero en cambio fue el ejecutor, como jefe de la prisión-fortaleza de La Cabaña, del fusilamiento de decenas de seres humanos?

 

El autor califica como ejemplo de diálogo la reunión de diciembre de Maduro con los alcaldes. ¿Su resultado? El aumento de la represión y la intolerancia. Y ante las nuevas propuestas gubernamentales, debería ver lo señalado por Monseñor Mariano Parra Sandoval, obispo de Ciudad Guayana, quien exigió al gobierno la interrupción de las acciones desmedidas de los organismos de seguridad contra los manifestantes, advirtiendo que si no controlan a los colectivos armados no podrá haber diálogo. O, como ha dicho el arzobispo emérito de Los Teques, Ovidio Pérez Morales, el problema esencial de Venezuela “por ser raíz y causa de muchos otros, vitales y cotidianos, que están haciendo sufrir a los venezolanos”, es el deseo del gobierno de construir un Estado totalitario, similar al cubano.

 

También se pregunta el padre el porqué de tanta queja sobre la escasez de productos. Olvida que el petroestado venezolano no sólo posee hoy la inflación más alta del mundo, sino que en los 15 años de castro-chavismo al país -es decir, al gobierno- le han ingresado más de ochocientos mil millones de dólares que han servido para mantener en terapia intensiva a la dictadura cubana, o crear una nueva y muy plutocrática clase social, la de los boliburgueses, pero no para resolver el horroroso aumento de una delincuencia que ya tiene en su haber más de cien mil muertos. Sobre su celebración del gasto social, el padre no toma nota de que –permítaseme una cita de un reciente artículo de Ángel Oropeza- “el presupuesto nacional 2014 destina a la adquisición de equipos de “orden público” más del doble de lo que otorga al sector vivienda, que la mortalidad materna ha aumentado a 70 por cada 100.000 habitantes (la peor en casi 40 años), que más de 800 mil adolescentes están fuera del sistema educativo y hay un déficit superior a las 5 mil escuelas, que en los últimos 6 meses han muerto 235 personas por la escasez de insumos para enfermedades cardiovasculares, que más del 30% de los quirófanos no funcionan, y que el año pasado más de 14 mil pacientes oncológicos se quedaron sin radioterapia.” Y acerca de las misiones sociales, debe destacarse que su verdadero objetivo ha sido la destrucción de toda noción de ciudadanía. Una sincera política social debe mejorar no sólo cuantitativa, sino cualitativamente, la vida humana; crear ciudadanos, no mendigos del Estado. Y esas políticas sociales funcionan mejor bajo el principio de subsidiariedad, no bajo una burocracia populista. La Doctrina Social de la Iglesia puede sernos de gran ayuda al respecto: el principio capital es que el hombre es necesariamente fundamento, causa y fin de todas las instituciones sociales (Mater et Magistra). Solo así podemos hablar con seriedad de una política social solidaria, no manipuladora. La solidaridad es válida sólo cuando todos nos reconocemos unos a otros como personas, no como instrumentos a explotar (Sollicitudo Rei Socialis).

 

No son estos tiempos, excesivamente materialistas, fáciles para los valores cristianos. Pero intentar buscar las respuestas a las injusticias que están allí, frente a los ojos de todos, especialmente en nuestra región, con fórmulas que lo único que multiplican y producen son víctimas y verdugos, no es cristiano.

 

Analizar la actual crisis venezolana implica ver el verdadero rostro del sufriente pueblo, no el de la versión mediática oficial, manipulada, la del poder militarista; el rostro con el que hay que ser solidario es el de una sociedad ensangrentada que sólo pide justicia y una real liberación de sus potencialidades humanas.

 

Por cierto, llama la atención el hecho de que algunos que buscan luchar contra la injusticia y a favor de la liberación de los seres humanos apoyen a regímenes que sólo buscan encadenar a sus ciudadanos, destruir todo proceso de autonomía, personal o institucional, aniquilar a los sujetos para convertirlos en objetos. Y es que el problema de ciertas teologías no es lo que apasionan, sino lo que extravían. Y, sin duda alguna, no liberan.

 

Los errores de una sociedad no se pueden combatir abrazando un error mayor, una inhumanidad de gulags, de odios, de persecuciones al pensamiento distinto, donde el Dios cristiano siempre deberá dar paso a dioses superiores, el Estado totalitario e inquisidor y el caudillo que lo representa, controla y manipula, llámese Stalin, Castro o Chávez.

 

Sería importante, a la hora de juzgar experiencias ajenas, consultar la voz de aquellos hermanos en la fe, que ven y analizan la realidad con los ojos del diálogo, de la caridad, de la solidaridad real con los oprimidos, nunca desde los tentáculos del poder. En el caso venezolano, el jesuita Sarsaneda debería revisar los trabajos, ensayos y artículos no sólo de la Conferencia Episcopal Venezolana, por ejemplo, sino de jesuitas de brillante trayectoria a favor de la opción preferencial por los pobres y desposeídos, como Luis Ugalde. Asimismo, debería leerse la reciente carta del Rector Mayor Salesiano, Pascual Chávez, a los jóvenes salesianos de Venezuela, alentándolos en su lucha por la libertad. Puede verse aquí:http://www.infoans.org/1.asp?sez=1&sotsez=13&doc=10456&lingua=3. Un mensaje dirigido a unos jóvenes que poseen el optimismo de saber que la verdad es al final siempre más poderosa que las balas.

 

Albert Camus fue un no creyente que no tuvo problema en debatir y dialogar con creyentes, desde la perspectiva del respeto al pensamiento diverso, a la crítica, al pluralismo. El intelectual francés afirmó acertadamente en una conferencia pronunciada en 1948 ante un calificado grupo de padres dominicos, al respecto de los horrores de los totalitarismos fascistas y marxistas: “lo que el mundo espera de los cristianos es que los cristianos hablen, con voz alta y clara, y que emitan la condena de tal manera que nunca la duda, nunca una sola duda pueda surgir en el corazón del hombre más simple.”

 

Por Marcos Villasmil, El Venezolano