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¡Ramos Allup es lo peor!

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¡Ramos Allup es lo peor!

 

Esto es un secreto. Ocurre a diario. Nunca había sido grabado o reseñado hasta que, equipos audiovisuales de última generación, transformaron en palabras ondas invisibles emanadas de vegetales y verduras.

 

 

Asómbrese con un testimonio verdadero y único. Lea con detenimiento. Saque su propia conclusión. Le aseguro que su próxima compra de alimentos, nunca será la misma.

 

 

I

Estamos en un conocido automercado de Caracas. En un cajón de madera, papitas colombianas critican a sus pares, las papas venezolanas.

 

 

— Ay, hermana, mire usted. Nosotras chiquitas, limpiecitas y amarillitas por dentro y, uyyyy… mire a esas papas tan falta de elegancia y asimétricas. ¡Esas papas mal parías son unas tierrúas!

 

 

— ¡Má, qué diche…! Malacha la miseria. ¡Chito, no me deann dormire! –gritó desde una nevera abierta una lechuga romana vestida con una pijama verde.

 

 

— Sí, ya nadie puede dormir con esa habladera –bostezó la lechosa con un vaho espeso lleno de brillantes pepitas negras.

 

 

— ¡Fooo, cará! Qué mal aliento el de la lechosa. Esa bicha tá podrida— gritó la guanábana.

 

 

Otra lechosa, verde y joven, defiende a su congénere.

 

 

— Qué van a decir las guanábanas que son tan aguadas y babosas.

 

 

— ¡Túuquiti! Tanto pelear para que a toditas las licuen en jugo y merengada— se burlaba el tamarindo en concha que guindaba de un saco de yute— ¿Cómo es que hace la licuadora? …Runnn… runnn… ja, ja, ja.

 

 

— ¡Acidito el tamarindo! Siempre con sus chistes crueles— susurró un nabo blanco, largo y solitario.

 

 

— Nabo. ¡No seas jala bola!— sugirieron los mamones.

 

 

— ¡Coco, loco… coquito… coquito… coquito…!— cantaba desafinado un coco viejo y peludo.

 

 

— A estos siempre les patina el coco— dijo un cambur solitario que, casi sin concha, quedó pegado a un enorme racimo que guindaba del techo.

 

 

— Ay, señor cambur. Los cocos están locos, pero ustedes los cambures son unos grotescos con esa forma tan grosera. Dígame usted que anda con la bragueta abierta. ¡Qué horror!— comentaron las parchitas.

 

 

— ¡Aaaayyy… se perdió esa cosecha!— gritaron las cebollas y los ajos.

 

 

— ¡Homofóbicos, respeten! –replicó el culantro.

 

 

— Qué nombre tan feo para pedir respeto— alegó una elegante manzana.

 

 

En otra nevera, un pollo desnudo y sin cabeza, gritaba.

 

 

— ¿Es que aquí no se puede vivir en paz? ¡Hagan silencio!

 

 

A su lado, una cabeza de cochino dormía plácidamente en una bandeja sobre un charquito de sangre.

 

 

Por cierto, Ramos Allup realmente es lo mejor. Era una trampa para que leyeran el cuento hasta el final.

 

 

@claudionazoa

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