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El Gobierno nacional anunció una tarjeta para regular la cantidad de alimentos o bienes que los usuarios de la misma puedan consumir por semana, cuando los consigan.

 

Esta decisión surge después de 15 años de gobierno, no como producto de una política de protección social permanente a quienes más lo necesitan, sino como consecuencia del fracaso del modelo en el poder para garantizar la soberanía alimentaria y el abastecimiento de alimentos y de los bienes esenciales para satisfacer las necesidades básicas de la población venezolana.

 

Evidentemente, aparte de las intenciones populistas que pueda tener la medida, lo que más nos preocupa es que se escoja la vía del racionamiento como algo permanente, y se renuncie por razones ideológicas o de control político a la aplicación de las soluciones de fondo a este problema, y avancemos hacia la calamidad de que nuestro pueblo además de tener graves limitaciones a la libertad, se vea sometido al intento de controlar su derecho a pensar y decidir libremente a través del estómago.

 

Para apuntar hacia soluciones verdaderas que cambien la situación que hoy vive el país con la escasez y el alto costo de la vida, entre otros males, es necesario que el Gobierno nacional empiece por reconocer que sus políticas económicas son las causantes de esta situación, y dé pasos serios hacia rectificaciones sinceras.

 

Por ejemplo, en las expropiaciones de tierras en producción, de agroindustrias en la misma condición, de eficientes empresas proveedoras de insumos como Agroisleña, además de la inseguridad personal y los malos servicios en los sectores rurales, la imposición de precios a los productos agrícolas por debajo de los costos de producción, a lo cual hay que agregar las importaciones desleales con dólares preferenciales, mientras que los productores nacionales se ven obligados a trabajar con costos financiados al valor del dólar paralelo.

 

Todas estas realidades han influenciado mucho en el hecho de que mientras para el año 1998 las importaciones agroalimentarias representaron un 11 por ciento de las importaciones globales, para el año 2013 ese valor llegó al 21 por ciento, de allí que para octubre de ese mismo año la inflación en alimentos y bebidas no alcohólicas en Caracas llegó a un 82 por ciento en relación al año 2007.

 

Hay que aumentar la producción nacional, incrementar el empleo, garantizar el abastecimiento, y precios accesibles para el consumidor final.

 

Por Omar Barboza

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