Racionamiento
agosto 25, 2014 10:59 am

Yo estuve en Cuba. No una sino dos veces, alentando al Movimiento Cristiano de Liberación y a su líder máximo Oswaldo Payá. No visité la isla que se presenta como modelo a seguir. Me mezclé con la gente perseguida, visité sacerdotes que vivían confinados a sus viejas y derruidas iglesias y pude hablar con gente venida a menos, cuya conversación y afanes se referían a que tenían mucho tiempo sin ver y mucho menos comer la malanga o lo escaso que estaba el pollo. Supe de la gente que estaba condenada a caminar porque el régimen les prohibía poseer algo mejor que una bicicleta, y también cómo muchos de ellos salían poco a poco de los bienes que les quedaban para atender los rigores de una vejez de la que el estado se había desentendido. Vi los ojos de la mamá de Oswaldo, aguantando un cáncer mal atendido que se agravaba por el dolor de no poder ver a uno de sus hijos. Aprecié el ánimo emprendedor de “los paladares” y también el ansia de jóvenes que debían vender su cuerpo para lograr un poco más de prosperidad. Con el gobierno de Cuba nada es fácil ni nada es duradero. El régimen es arbitrario, intolerante y caprichoso, y ejerce el poder para demostrar quiénes son los que mandan, y por qué.

 

La experiencia cubana me hizo saber que hay tres libertades que no se pueden perder, so pena de vivir el terror del comunismo. Tres eran las fronteras: Propiedad privada y competitiva de los medios de comunicación. Educación Privada como complemento de la educación pública. Y soberanía del consumidor, lo que implica tener empresas privadas, propiedad privada y competencia dentro de un sistema de libre mercado. Los amigos cubanos, todos ellos disidentes, compartían conmigo el temor de que Venezuela terminara como Cuba. Yo les respondía con sorna y gracia. ¡De ninguna manera terminaremos así! ¡Hay reservas y anticuerpos democráticos suficientes para contrarrestar el modelaje! Quince años después ya sabemos que los medios de comunicación privados están cercados, que la educación privada está seriamente amenazada y que el sistema de racionamiento llegó para quedarse, una vez que el gobierno allanó Los derechos de propiedad de las empresas. En otras palabras, somos el comunismo del siglo XXI.

 

Nuevas tecnologías y viejas intenciones. El sistema de racionamiento, ahora con control biométrico, es el reconocimiento de que las promesas de abundancia socialista son temerarias. Vivimos y viviremos todo lo contrario. El control central de la economía, la arrogancia que supone la planificación centralizada, el inmenso caos que representan cientos de empresas públicas que operan sin control ni rendición de cuentas, y la corrupción a la que se siente con derecho todo funcionario que deba administrar un requisito administrativo, son en conjunto los únicos resultados esperables. Ese caos que conduce a la miseria, la desesperanza y a la represión que siempre acompaña las gestiones opacas y sin resultados. Nos espera hambre y palo.

 

El racionamiento es la manifestación explícita de que el régimen no puede ni quiere resolver la crisis de escasez. Los resultados que sufrimos son el producto de una mezcla de ideología heroica que los hace verse a sí mismos como mejores que el resto de los venezolanos, y predestinados por tanto a dirigir al resto, aun en contra de su voluntad. A esta ideología donde el caudillo decimonónico se fusiona con el verbo ardiente de las reivindicaciones socialistas se le tiene que sumar una persistente insensatez. El régimen insiste en que el socialismo es la única vía. Y la razón es que aprendieron del castrismo que esta ideología estaba hecha para mantener en el poder a una camarilla, sin importar cuales sean los resultados de la gestión. Por eso la depravación de la rendición de cuentas que ahora es simplemente una puesta en escena donde ellos se pagan y se dan el vuelto. El castrismo les enseño que nada importa siempre y cuando usen apropiadamente la mezcla de propaganda política con represión ciudadana que ya nos caracteriza.

 

El socialismo es un discurso de excitación constante del pobre al que se le explotan sus resentimientos pero al que se le ratifica en su miseria. No hay movilidad social legítima dentro de los socialismos reales, pero se les manosea indebidamente y se les organiza en turbas que creen poseer el poder, el mismo tipo de poder fatuo del público que acompañaba a los emperadores en los circos romanos. No hay movilidad social, pero se promueve intensamente la impunidad social.

 

El racionamiento nos entrampa en una escasez perpetua. Pronto no hablaremos de abastecimiento sino de la noticia chiquita que anuncia lo que se va a poder adquirir en la semana. El control biométrico niega la soberanía del consumidor y abate definitivamente el sistema de mercado competitivo, que oferta productos y se esmera en el servicio post-cliente. Ahora dará lo mismo hacer que no hacer, porque los incentivos del mercado estarán totalmente ausentes. Y tendremos que lidiar con mercados negros, ilegales, sin garantías, que envilecerán más nuestra condición humana y serán un argumento más para la persecución. Tampoco tendremos inversiones. Seguirá creciendo la población y muriendo empresas y negocios. El racionamiento acelera la pobreza y nos confina a una vivencia sin libertades, sin dignidad y sin futuro.

 

El racionamiento coloca al venezolano en la condición de pedigüeño. El amiguismo y el compadrazgo seguirán siendo las claves de las relaciones sociales. Eso es lo que busca el régimen. Sabe que es fácil someternos por hambre. Sabe que se pude doblegar la condición humana si poco a poco se reduce a la búsqueda ansiosa de satisfacer sus necesidades más elementales. Sabe que pronto será todo ajeno y lejano si no entras por el aro de la rendición ideológica.

 

A eso nos enfrentamos. La última frontera de la libertad está siendo tomada.

 

 

 

Víctor Maldonado

@vjmc