A mí que me lo expliquen, por favor, porque los años vividos y las mil luchas que he librado no me dan herramientas para descifrar las claves de la conducta oficialista. ¿Quién toma las decisiones ahí? ¿Para quién es la ganancia que tiene en mente? Porque ciertamente no es del país y ni siquiera del gobierno. ¿De dónde salió la jugada irresponsable más allá de lo imaginable de involucrar a la oposición política en el abominable asesinato del joven diputado y de su compañera? Ni una prueba, ni siquiera un indicio. Una temeridad por toda la línea, una invitación a la violencia.

Jugarse la carta de la polarización y el enfrentamiento extremo, en vez de inyectar seguridad y serenidad al país, cuando la calidad de vida se deteriora a pasos acelerados y la confianza en el gobierno se erosiona. ¿Distraer la opinión pública descontenta tensando la cuerda del enfrentamiento político poniendo las fichas en la casilla de un crimen? Por donde se lo mire, una locura.

¿Se trata de una competencia entre los titulares del Ejecutivo y el Legislativo por posicionarse como el más duro ante la «derecha”? ¿O más bien de una estrategia concertada de calentar el ambiente para agrupar a los suyos? Sonar los clarines de la guerra cuando las huestes se echan a un lado del camino por la decepción que les generan la escasez, la inflación y la violencia delictiva desatadas. En lugar de rectificar, pelear. Es la ruta a la ruina y el desastre.

¿Cuál es la lógica de llamar «derecha fascista y asesina” a aquellos con los que, tarde o temprano, tendrás que sentarte a dialogar, y con quienes estás dispuesto a hacerlo? ¿Por qué aumentar tus propios costos políticos? El gobierno bate sus propias marcas de insensatez, cuando lo que hace falta es racionalidad para acercar, escuchar, explicar. Hacer un esfuerzo por entender y por hacerse entender. Solo la rectificación puede enrumbarnos hacia la convivencia y el progreso.

Ramón Guillermo Aveledo