¿Por qué no vemos a Primero Justicia clamando amnistía y libertad por Leopoldo López?
abril 2, 2016 7:49 am

Los venezolanos que votamos el 6 de diciembre observamos situaciones difusas en la agenda política de la Asamblea Nacional (AN) atraídas por el partido Primero Justicia.

 

 

Para comprender el alcance de las prioridades, los partidos de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) pactaron tres objetivos si hacían mayoría: 1) una salida pacífica, electoral, democrática y constitucional del actual gobierno; 2) ley de Amnistía y Reconciliación Nacional; y 3) la restitución de la autonomía e institucionalidad de la AN. Llevamos tres meses (sin representación de Amazonas) de trabajo parlamentario. Es poco, bien. Pero lo que preocupa a la opinión pública, no es lo que no se ha hecho, sino lo que luce, no se hará pronto. ¿Por qué?

 

 

Los tiempos en política son fundamentales. Si no que lo diga Don Jóvito Villalba, quien intitulado de una de las carreras políticas más fecundas de Venezuela, quedó etiquetado (y proscrito) desde 1952. Vale destacar que Villalba —ilustre hijo del estado Nueva Esparta— perteneció a la denominada generación del 28, que luchó contra la dictadura del general Juan Vicente Gómez.

 

 

Ese año participó en el cuartelazo de San Carlos, que lo llevó a la cárcel de La Rotunda y al Castillo de Puerto Cabello. Fue fundador en la clandestinidad —junto a Rómulo Betancourt y Rodolfo Quintero— del Partido Democrático Nacional (PDN) en 1936. También de la Unión Republicana Democrática (URD) en 1945, y sempiterno exiliado en EEUU, Trinidad y México (1929) donde formó parte del Partido Revolucionario Venezolana (PRV), con Salvador de la Plaza y Gustavo Machado. Desde 1925 no cesó su enrostre contra los dictadores a caballo. Pero un evento bastó para convertir su leyenda viva, en una leve y afeitada unta figurativa, preámbulo de su derrota en la contienda de 1960 contra Betancourt.

 

 

Después Villalba, quedó asimilado al gatopartismo. Deserta del pacto de Punto Fijo, pero más tarde apoya a Luis Herrera (Copei) y Jaime Lusinchi (AD). Una suerte de “escaparate político”. Ese accidente desalentador —decíamos— fue la elección constituyente de noviembre de 1952 contra el Frente Electoral Independiente (FEI), partido del general Marcos Pérez Jiménez; zafra que URD ganó holgadamente pero no cobró, sensiblemente. A partir de allí, uno de los más valientes y lúcidos oradores que ha tenido Venezuela, no gozó del apoyo para convertirse en PDR. El pueblo interpretó aquella victoria en exilio, como una claudicación incomprensible y un despojo imperdonable. Y lo que vino después, la dictadura…

 

 

En política el momentum es fundamental. De su manejo eficiente, torpe; gallardo o borroso, quedan improntas imborrables. La inconsistencia en política, es uno de los antivalores más despreciados por la opinión pública. Y junto a la inconsistencia, la incoherencia… Cuando no se representa lo que es ni quien se es. Virtuoso lo contrario: la perseverancia y la genuinidad. Ejemplo de inconsistencia, el oportunista-candidato sin cabalgadura popular. Típico de incoherencia, pretender humildad cuando el arrojo es inocultable. En este caso lo mejor es presentarse auténtico, cómo quien se es… Muestra de perseverancia y coherencia, el propio Rafael Caldera. El candidato eterno. Siempre en su mar de fondo, pero sin despeinarse… Carlos Andrés Pérez fue otro hombre de grandes empatías por elocuente y disciplinado. El propio Rómulo lo tildaba [CAP] de ingenuo. Pero esa “candidez” lo hizo inmensamente potable…

 

 

Hugo Chávez fue un irreverente irreconciliable y confeso en su obsesión mediática. Estudiaba sus poses frente al pueblo, demostrando un sentido de “aparición” (desde su por ahora), muy llanero. Estos hombres —amén de acertar o errar en su gestión— fueron actores políticos de ensambladura y rigidez, que definían (percibían) carácter y personalidad. CAP ofreció nacionalización —con costosísima inocencia— pero la cumplió. Caldera —mirando por encima del hombro— tuteló la justicia laboral. Y Chávez —militar, urugallo y coplero— ofertó referéndum constituyente y lo decretó al día siguiente de pisar Miraflores… Donald Trump —por cierto— no es para nada estadista. Pero sus bufonerías —obsesivas, megalómanas y continuas— contrastan y lo “distinguen”. Aprovechamiento del momentum sin lo cual se quedan del lado de los perdedores de la historia.

 

 

El diputado Julio Borges y su bancada alientan la Ley de Alimentación, de Ticket de Medicina, de Otorgamiento de Títulos de Propiedad a beneficiarios de la Gran Misión Vivienda y la Ley de Producción Nacional. Pero muy jipatos y aurinegros, impulsan la amnistía y escurren la enmienda. Y favorecen un referendo revocatorio (que saben, no estamos a tiempo). ¿Por qué?

 

 

Uno siente como ciudadano que votó por la libertad de 175 presos políticos, por el cese de la persecución y el regreso de los exiliados, que ello no es prioridad para PJ. Aletargan el momentum. Enfrían la calle. Cabalgan sobre iniciativas populistas que el pueblo las ve engominadas. ¿Por qué no vemos a PJ entarimados con la MUD y Tintori, clamando libertad por Leopoldo López? ¿Por qué siente uno que le dan pulmón a Maduro? ¿Por qué, por qué…?

 

 

Cuidado con el síndrome Villalba. Cuidado con la “unidad” como fin y no como instrumento para lograr el fin esencial: la libertad. El pragmatismo cansa a la gente, que lo detecta y lo sataniza. Y el pueblo no olvida ni perdona, a quienes teniendo el deber de cobrar democracia, dejaron discurrir dictaduras… @ovierablanco

 

 
Orlando Viera-Blanco