¿Por qué Miguel Díaz-Canel?
abril 27, 2018 6:56 am

 

 

Una pregunta interesante que demanda reflexionar y ¿por qué no?, especular. Siempre se ha sabido que la dirigencia cubana no da puntada sin dedal. Quedó demostrado cuando explicaron el largo y tedioso proceso de preparación que culminó con el nombramiento al frente del gobierno de Miguel Díaz-Canel, primer líder que no lleva el apellido de los fundadores del castrismo.

 

 

 

Comienza una era de continuidad con cara nueva, aunque en silencio el pueblo cubano esperanzado ambiciona que el nuevo presidente dé señales de modernización, aunque continúen vociferando la estúpida, majadera y mentecata consigna “Patria o muerte, socialismo o muerte, ¡venceremos!”.

 

 

 

Un dictador no deja el poder por placer o descanso, lo hace por necesidad y conveniencia. Fidel lo hizo, su salud no le permitía más esfuerzo y lo dejó en “buenas manos” para las revoluciones cubana y venezolana. Raúl, con 86 años a cuestas, decide retirarse, pero solo de la protocolar Presidencia, pues aún conserva para sí las decisiones importantes, incluyendo la jefatura del Partido Comunista, quien lo declara es el mismo sucesor, que no es heredero sino nombrado.

 

 

 

¿Por qué organiza Raúl Castro un ligero maquillaje en este momento tan difícil para la revolución bolivariana? Inexplicable en el pensamiento y cómo se ha comportado el castrismo en los últimos 60 años. A menos que sea una conveniencia interesada en la estrategia. Una simulación de que Cuba se rejuvenece, da un giro hacia la modernidad actual y está dispuesta a ceder en algo –incluso con los carapálida– para evitar que la catástrofe madurista afecte la isla y se lleve al barranco ambas revoluciones.

 

 

 

¿Qué significa Miguel Díaz-Canel? En apariencia –saco y corbata–en lo demás, nada diferente, ha sido entrenado desde sus inicios por Castro y tiene su absoluta confianza, aunque después de los episodios de Colombia y Ecuador nada está escrito. La pregunta es ¿qué nexos tiene en Venezuela con el gobierno? No es difícil suponer que todos y a cualquier nivel. De Perogrullo. Sin embargo, la interrogante real, de peso e importancia casi vital seria ¿cuáles son sus vínculos con opositores ajustables, colaboracionistas y cómplices cooperantes?

 

 

 

Solo queda la posibilidad de especular, hacerse un escenario de acuerdo con declaraciones y actitudes. En el caso de los sinvergüenzas encubridores y vendidos siempre lo seguirán siendo, les importa poco pues son mercancía fácil para el mejor postor, infames seres humanos, y entre los que se llaman opositores debe haber un canal vinculante que desconocemos, pero que pronto será descubierto para conocimiento de la opinión pública.

 

 

 

En el caso de Henri Falcón, habiendo estado como uno de los pupilos preferidos de Chávez y siendo por él señalado, como el más sobresaliente y resplandeciente de las nuevas generaciones chavistas, debe haber existido un encuentro o varios, conversaciones frecuentes con la dictadura cubana y sus piezas importantes. Nada tendría porque extrañar que Díaz-Canel y Falcón se conozcan, hayan intercambiado y hasta tengan relación estrecha de amistad, que, a pesar de la “separación útil” revolucionaria, aún continúen a través de nombres comunes y amistades frecuentes.

 

 

 

Miguel Díaz-Canel es fruto de una vejez, no de un reclamo popular. Su nombramiento se debe a que es un camarada de extrema confianza y lealtad comprobada, un producto de Raúl Castro que, a su edad, hace un disparo con tres pájaros en la mira.

 

 

 

Por una parte, trata de enviar un mensaje de evolución, cambalache, agua fresca a la comunidad internacional que, a juzgar por los últimos acontecimientos, podrían estar ensayando con Maduro lo que luego podrían hacerle a él.

 

 

 

Por otro lado, coloca un perfil nuevo, sólido, formado ideológicamente, probado y comprobado. Las dictaduras de izquierda o derecha no están para alardes ni experimentos sino para anclajes seguros. Demasiado tiempo en el poder, acostumbramiento militar a ser el comandante cuyas órdenes no se discuten; con ese muro de silencio y lejanía del pueblo, le hayan hecho creer que la gente analiza y piensa lo que él considera y cavila. Es obvio pensarlo, se quita –o pretende quitarse– el peso de la culpa. No se responsabiliza ni se reclama igual a un abuelo rezongón que a un jefe inapelable.

 

 

 

Ahora el talante de la tiranía hacia cuentapropistas (persona que, sin ser comerciante o profesional, vive de su propio negocio) y cubanos de a pie –la inmensa mayoría que no tiene un peso y mil veces ingenio reparando autos de los años cincuenta, símbolos rodantes de que la revolución castrista sigue anclada en el hierro estalinista– será un rostro menos arrugado, más de ahora, contemporáneo y con primera dama incluida, que podría generar la mágica ilusión de que efectivamente hay cambio.

 

 

 

Pero también es un burócrata con una complicada misión de extrema necesidad. No solo conservar el poder sin la apariencia de un Raúl Castro nada carismático y previsible ¡cosas de la edad! próximo a morir; sino manejar el que ahora es el problema más delicado y riesgoso para el castrismo: la tragedia venezolana con un chavismo-madurismo en bancarrota política, económica y sus cómplices colaboracionistas cooperantes al descubierto, bajo el asedio financiero y cerco de la justicia internacional. Y una ciudadanía que se resiste al dominio castro-comunista, que no se rinde, posee principios éticos, tiene valores morales y buenas costumbres, que está definitivamente en rebeldía de acción y conciencia.

 

 

 

Y ya Nicolás Maduro viajó a La Habana a rendir pleitesía y recibir instrucciones.

 

 

@ArmandoMartini