¿Por qué comemos tan mal?
octubre 21, 2014 5:17 am

Una de las tragedias de este gobierno radica en su falta de claridad a la hora de construir sobre las bases de lo que ha destruido. Una demostración la encontramos en el campo, donde, luego de la «recuperación» de seis millones de hectáreas y de hostilizar de todas las formas, concebibles e inconcebibles, a los agricultores y ganaderos, no ha sido capaz de aplicar una política que asegure, no solo la continuidad en la producción de rubros alimenticios sino, también, su incremento. Todo de acuerdo con el dogma básico sobre la necesidad de extirpar la propiedad privada como causa de la explotación de los campesinos, de la creciente desigualdad entre pobres y ricos y las diferencias insostenibles entre propietarios y quienes no lo son.

 

A diferencia de experiencias como la soviética, donde bajo el concepto de la propiedad colectiva, se instalaron los sovjoses (explotación agrícola que dependía del Estado) y los koljoses (explotación agrícola que también dependía del Estado aunque en apariencia funcionaba bajo el criterio de cooperativista), en Venezuela se ha hecho de todo y no ha funcionado nada porque lo que se considera como la clave de toda forma de organizarse en sociedad, la propiedad de los medios de producción, está en manos del Estado. Si bien en la vieja URSS el esquema fracasó rotundamente y significó hambre y pobreza, a lo largo de 73 años, también es cierto que se regía por un diseño coherente, capaz de funcionar sistemáticamente y con algunos momentos de alza gracias a las reformas impulsadas por Nikita Kruschev entre los años cincuenta y sesenta.

 

Pero en Venezuela, con la dotación de ingentes recursos y bajo la bandera de la «soberanía alimentaria», «la lucha contra el latifundismo» o «el desarrollo endógeno», la incoherencia y la improvisación han sido la norma. Así, a partir del despojo, medida básica inicial, se ha ensayado diversos «sistemas» que han concluido en el más estremecedor fracaso. Desde el esquema de la pequeña propiedad, animada por Chávez a través de la institucionalización del conuco, pasando por los Fundos Zamoranos («ejes de desarrollo conformados por unidades o núcleos agropecuarios socio productivos…..»), los Saraos (Sistemas de Asociaciones Rurales Autoorganizados) y Saraitos, hasta la Cooperativa, los Pueblos Agroindustriales Sostenibles, las Aldeas Rurales, los huertos Organopónicos y los gallineros verticales.

 

El resultado ha sido catastrófico y la ruina, eso sí, es un «bien» compartidos por todos. La igualación, por debajo, ha corrido pareja entre propietarios despojados, trabajadores desempleados y miles de millones de dólares que se han disuelto en la verborragia estéril de los burócratas. Como consecuencia las importaciones de alimentos se incrementaron de manera explosiva para suplir la caída de la producción y desde hace ya un par de años el Estado ha ido arrebatándole esa responsabilidad al sector privado. Así lo demuestran las cifras del BCV: si en el 2012 los privados recibieron 36.167 millones de dólares para importaciones, al año siguiente la cifra bajó a 22.547 millones de dólares. Probadas y comprobadas las penurias impuestas por el desabastecimiento, la escasez y la carestía, no es difícil colegir lo que pasa cuando el Estado y sobre todo, el venezolano, aparece con su anacrónico recetario metido en el bolsillo dispuesto a salvar la patria.

 

Roberto Giusti

@rgiustia