Popularidad presidencial
mayo 25, 2014 7:24 am

Su nivel actual, luego del deterioro, es equivalente a la popularidad de Obama en Estados Unidos

 

Era obvio que la popularidad del presidente Maduro se resentiría como consecuencia de la crisis. Desde noviembre, cuando se había recuperado como producto del Dakazo, ha caído más de 13 puntos porcentuales. Ahora bien, la pregunta es ¿qué significa que Maduro tenga 37% en el medio de una matraca de crisis?

 

Si nos ubicamos en el plano de la polarización, la respuesta es predecible. Para los opositores el mensaje es que Maduro está en caída libre y que la proyección lineal indica que en dos meses ya no lo quiere ni Cilia (y su salida es inminente, agregan los más optimistas). Si se trata del chavismo radical: «eso es mentira. A Maduro lo quiere todo el mundo y no le afecta en nada la crisis (que, por supuesto, es una percepción falsa creada por los medios golpistas)».

 

Como es usual, ninguno de los análisis radicales tiene ni pata ni cabeza, aunque llenan las redes sociales y las declaraciones en medios polarizados de bando y bando. Pero debo reconocer que dentro de la oposición y del chavismo (y en los medios serios) hay gente pensante que entiende el significado de estos números, incluidos los líderes más importantes de cada lado, aunque los discursos para el gallinero camuflen el tema.

 

La preocupación principal del chavismo racional tiene que ser la tendencia negativa. La popularidad de Maduro no sólo es más baja que la de Chávez sino que tiende a ser peor, sin resolver la crisis. La revolución se jactó siempre de representar la mayoría contundente del país (y lo era) y basó su gobernabilidad en ese respaldo. Chávez utilizó además su carisma para colonizar la democracia, no por la vía tradicional de las dictaduras: las armas, sino por la base de la democracia que es la elección, aunque sesgada. Construyó una democracia procedimental (y no integral) que lo protegía. Tomó las instituciones y pulverizó la alternancia. No tuvo que reprimir porque no había organización social a quien enfrentar y el sector militar le era subordinado porque dependía de él y de su conexión para mantener la zona de confort.

 

Maduro es otra historia. Cuenta sin duda con las instituciones que heredó, pero su popularidad se debilita y requiere reforzar de otra manera la base de su gobernabilidad. Sólo hay una a la mano: el sector militar, y se revierte con esto la relación de dependencia que existía en el gobierno anterior. Los militares dependían de Chávez como Maduro ahora depende de ellos y su margen de maniobra se limita notablemente. Esto puede permitirle sostener el poder, pero parece no tener libertad para adoptar medidas económicas indispensables que rescaten el equilibrio, a la vez que se complica su potencia electoral a futuro, incluso controlando instituciones.

 

Para la oposición el problema es explicar cómo en el medio de esta crisis y con el agravante de una comparación desventajosa de Chávez con Maduro, éste pueda mantener una conexión popular que lleve a casi cuatro de cada diez venezolanos a apoyar su gestión, sin que por el otro lado nadie haya podido capitalizar su descenso y representar la otra parte mayoritaria del país. Pero, además, si bien Maduro no está ni cerca de la popularidad convencional de Chávez, su nivel actual, luego del deterioro, es equivalente a la popularidad de Obama en Estados Unidos y muy superior a la de Ollanta Humala en el Perú, con ambas economías creciendo. Controlando el poder, los recursos, los medios y el sector militar y lejos de un evento electoral, no luce que Maduro se encuentre realmente amenazado con ese 37%, como no sea por la propia torpeza de su gobierno en el manejo radical y prepotente de la crisis económica y la convulsión social. Pero de eso hablaremos más adelante. Ahora que se desaten los linealpensantes.

 

Luisvleon@gmail.com

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