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Políticos valientes

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Políticos valientes

En la dictadura pura y dura que niega libertades y derechos, la política está proscrita, a menos que sea en la vida cortesana del círculo de la nomenklatura. La demanda de valor físico predomina porque el que se opone se juega la vida o al menos la libertad

 

 
ÚN.- ¿Dónde más, aparte del oficio político, se espera que un individuo sacrifique todo, incluido su propio futuro, por el bien nacional? Palabras más, palabras menos, la pregunta se hace en Perfiles de coraje, libro acerca del valor y la integridad en la vida pública del entonces senador John F. Kennedy, con el cual ganó el Premio Pulitzer en 1957. El volumen, que presenta a ocho parlamentarios norteamericanos que se atrevieron a nadar contra la corriente, es un clásico en el tema de la valentía como virtud política.

 

 

 

En la dictadura pura y dura que niega libertades y derechos, la política está proscrita, a menos que sea en la vida cortesana del círculo de la nomenklatura. La demanda de valor físico predomina porque el que se opone se juega la vida o al menos la libertad. Pero en otros sistemas no tan descarados, los riesgos se multiplican, pues, sin faltar los anteriores a medida que el autoritarismo se siente más inseguro y miedoso, abundan los propios del debate que se agravan cuando este se polariza y se crispa.

 

 

 

El hombre o la mujer en política está sometido a presiones. Sus aspiraciones, motor de su acción, se desarrollan entre las fuerzas, a veces contradictorias, del interés partidista, sectorial o económico; la opinión pública en ocasiones voluble, y las pasiones, que van del amor al odio, y del prejuicio hasta la devoción a principios que el fanatismo puede convertir en mortífera intolerancia, chispa de la violencia. Para el extremista, cuya misión es imponer su visión, casi todo lo diferente es extremo porque, en el mejor de los casos, su espacio para la discrepancia es mínimo.

 

 

Todos esos riesgos se exacerban en las crisis. Cada facción de la opinión exige a sus voceros definiciones más terminantes para desahogar angustias, frustraciones, temores o rabias en sus mensajes. Cuando se equipara ser valiente con ser radical en la propuesta y la serenidad moderada con cobardía, la demagogia asoma como opción. Pero volvamos al autor citado. “Conciliación no necesariamente significa cobardía. Ciertamente, con frecuencia los conciliadores enfrentan las pruebas más severas de valor político cuando se oponen a las visiones extremistas en la opinión”. Conciliar es “un arte esencial” si quiere mantenerse una nación unida y un gobierno que funcione.

 

 

 

En el Gobierno y en la oposición, Venezuela está urgida de políticos tan valientes como para entender, entenderse y así posibilitar la solución a esta gravísima crisis política.

 

 

 

Ramón Guillermo Aveledo

@AveledoUnidad

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