Política y planificación
abril 2, 2015 6:53 am

Políticos y planificadores no pueden sino ser aliados, es lo natural. Aunque en la vida real muchas veces no lo son.

 

La política es el arte de hacer posible aquello que es necesario, y la clave de su utilidad radica en el equilibrio entre los intereses, la equidad como garantía de convivencia y el poder como instrumento al servicio del bien común. Hablo de un sentido de la política que no es meramente descriptivo, sino valorativo. Como el de Crick, que nos habla de las acciones públicas de los hombres libres en estados organizados que se reconocen plurales. Dicho esto sin ignorar que las visiones integristas sean reaccionarias o revolucionarias, han tentado en la Historia a políticos y planificadores. Su lógica simple, y en esencia antipolítica, consiste en concentrar poder para imponer un modelo tan total y excluyente como salvador. En ellas se sacraliza el plan, sea porque viene de arriba o porque nos conduce al paraíso en la Tierra. Esa vía, ya lo sabemos, es un camino cerrado; por ahí no hay paso al futuro.

 

La planificación es el proceso de establecer metas y elegir medios para alcanzarlas. Como ejercicio de anticipación, enfoque prospectivo de la realidad, disponer de la mayor información relevante y sus probables desarrollos es requerido. Pero siempre se hace en el presente, a partir del presente conocido y comprendido, y está en función de un futuro deseado.

 

Al referirse a la planificación pública, propia del ámbito político, Borja la considera “el esfuerzo consciente, deliberado y sistemático de la autoridad pública para señalar los objetivos nacionales y seleccionar los medios más eficientes para alcanzarlos en un plazo determinado”. La conexión entre política y planificación pública es inevitable, porque el poder político actúa a través de políticas públicas. Aquí viene a cuento el dicho de Yogi Berra, “Si usted no sabe a dónde va, mejor averígüelo, porque puede llegar”.

 

Siempre habrá, en los equipos de gobierno, competencia por la prioridad, la urgencia y, a la postre, por los recursos. En ninguna parte, ninguna, conozco que la decisión esté libre de las influencias que las características humanas hacen inevitables, pero mientras más clara esté la visión integral e integradora, menos margen hay para que la viveza, la adulación o el inmediatismo impongan la agenda.

 

 

No se puede hacer política sin planificar y no se puede hacer planificación sin política.

 

Ramón Guillermo Aveledo