Piketty omite el knowhow
junio 9, 2014 7:15 am

Los marcos teóricos son muy buenos porque nos permiten comprender en términos simples aspectos fundamentales de un mundo complejo, como lo hacen los mapas. Pero, al igual que estos, solo sirven hasta cierto punto. Los mapas de ruta, por ejemplo, no muestran las condiciones del tráfico ni indican los trabajos viales que se puedan estar realizando.

 

Una manera útil de comprender la economía mundial se encuentra en el marco que presenta Thomas Piketty en su celebrado libro Capital in the Twenty-First Century (El capital en el siglo XXI). Piketty divide el mundo en dos elementos fundamentales: el capital y el trabajo, que se emplean en la producción y participan en los ingresos.

 

La diferencia principal entre ellos es que el capital es algo que se puede comprar, poseer, vender y, en principio, acumular sin límites, como lo han hecho los superricos. El trabajo es el uso de una capacidad individual que otros pueden remunerar pero no poseer, ya que la esclavitud ha dejado de existir.

 

El capital tiene dos características interesantes. En primer lugar, su precio lo determina el monto de los futuros ingresos que pueda producir. Si un terreno produce más del doble que otro en términos de toneladas de maíz o de alquiler comercial, naturalmente su valor tendría que ser el doble. Si no lo fuera, su dueño lo vendería para adquirir el otro terreno. Esta condición de no-arbitraje implica que, en equilibrio, todo capital produce la misma rentabilidad ajustada al riesgo, la cual Piketty calcula que históricamente ha sido de 4% a 5% al año.

 

La segunda característica interesante del capital es que se acumula mediante el ahorro. Un individuo o un país que ahorra 100 unidades de ingreso debería recibir, a perpetuidad, un ingreso anual de alrededor de 4 a 5 unidades. A partir de esto, es evidente que si el capital se reinvirtiera en su totalidad y la economía creciera menos del 4% a 5%, el capital y el ingreso que produce aumentarían en relación con la economía.

 

Piketty sostiene que, debido a que los países ricos están creciendo menos de 4% a 5%, se están volviendo más desiguales. Esto se puede ver en las cifras que nos muestra, a pesar de que en Estados Unidos gran parte del aumento de la desigualdad no se debe a esta lógica, sino al aumento de lo que Piketty llama los “supergerentes”, quienes reciben sueldos extremadamente altos (sin embargo, no explica por qué).

 

Apliquemos entonces esta teoría al mundo y veamos qué tan bien funciona. En los 30 años que van desde 1983 a 2013, Estados Unidos pidió prestado al resto del mundo, en términos netos, más de 13,3 billones de dólares, o cerca de 80% de su PIB de un año. Antes de que comenzara este período, en 1982, Estados Unidos ganaba alrededor de 36.000 millones de dólares provenientes del resto del mundo como ingreso financiero neto, producto del capital que había invertido previamente en el extranjero.

 

Si se supone que la renta de este capital fue de 4%, ello equivaldría a ser dueño de 900.000 millones de dólares en capital extranjero. O sea, si hacemos los cálculos, Estados Unidos hoy tendría una deuda con el resto del mundo de alrededor de 12,4 billones de dólares (13,3 menos 0,9). Al 4%, esto representaría un pago anual de 480.000 millones de dólares. ¿Correcto?

 

Tremendamente incorrecto. En términos netos, Estados Unidos no le paga nada al resto del mundo por su deuda. Por el contrario, ganó alrededor de 230.000 millones de dólares en 2013. Suponiendo un rendimiento de 4%, esto equivaldría a poseer 5,7 billones de dólares en capital extranjero. De hecho, la diferencia entre lo que Estados Unidos “debería” pagar si estuviera correcto el cálculo de Piketty es alrededor de 710.000 millones de dólares en renta anual, o 17,7 billones de dólares en capital –el equivalente a su PIB anual–.

 

Estados Unidos no es la única excepción a este errado cálculo, y las brechas son sistemáticas y profundas, como lo hemos demostrado Federico Sturzenegger y yo.

 

En el extremo opuesto se encuentran países como Chile y China. En términos netos, Chile no ha recibido mayores préstamos en los últimos 30 años, pero le paga al resto del mundo como si hubiera pedido prestado el 100% de su PIB. En los últimos 10 años, en términos netos, China le ha prestado al resto del mundo alrededor de 30% de su PIB anual, pero no recibe nada a cambio. Desde el punto de vista de su riqueza, es como si esos ahorros no existieran.

 

¿Qué está ocurriendo? La simple respuesta es que las cosas no se hacen solo con capital y trabajo, como lo sostiene Piketty, sino que también incluyen el knowhow.

 

Para apreciar el efecto de esta omisión, consideremos que los préstamos netos de 13 billones de dólares obtenidos por Estados Unidos, dramáticamente subestiman la cuantía de los préstamos brutos, que se aproxima más bien a los 25 billones de dólares. Estados Unidos utilizó 13 billones de dólares para cubrir su déficit y el resto para realizar inversiones en el extranjero.

 

Este dinero se mezcla con el knowhow como inversión extranjera directa, y el retorno para ambos se aproxima más a 9%, en comparación con el 4% o menos que se les paga a los prestamistas. De hecho, 9% de 12 billones de dólares es más que 4% de 25 billones de dólares, lo que explica este aparente misterio.

 

Chile y China colocan sus ahorros en el exterior sin mezclarlos con knowhow –compran acciones y bonos– y como consecuencia reciben solamente el 4% a 5%, o menos, que Piketty supone. Por el contrario, en Chile y China los inversores extranjeros aportan un knowhow de gran valor; por lo tanto, el influjo de capital bruto rinde más que los ahorros brutos en el exterior. La diferencia en este rendimiento no se puede arbitrar, porque el knowhow es necesario para obtener mayores rentas.

 

El punto es que la creación y el desplazamiento de knowhow constituyen una fuente importante de creación de riqueza. Después de todo, Apple, Google y Facebook en conjunto valen más de 1 billón de dólares, a pesar de que el capital que se invirtió en ellos originalmente fue solo una mínima fracción de esa cantidad.

 

Quién se embolsa la diferencia es un tema a explorar. El knowhow no reside en individuos sino en equipos con fuerte cohesión. Cada uno de sus miembros es crucial, pero fuera del equipo, cada individuo tiene un valor mucho menor. Los accionistas pueden querer hacerse de la diferencia en forma de ganancias, pero no pueden prescindir del equipo.

 

Y aquí viene el papel de los supergerentes: buscan embolsarse parte del valor creado por el equipo. Detrás del crecimiento de la riqueza y de la desigualdad no yace solo el capital, sino también el knowhow.

 

 Ricardo Hausmann

*Ex ministro de Planificación de Venezuela y ex economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo, es profesor de Economía en la Universidad de Harvard, donde también es director del Centro para el Desarrollo Internacional.