La guerra económica fue un invento, una coña, que ni siquiera ha tenido éxito en adosarle un sambenito a quien han señalado falsamente como el comandante en jefe de la conflagración, qué palabrita. Pero para ser una mentira propia de políticos irresponsables y camorreros se ha mantenido demasiado tiempo no solo en la boca del principal estratega oficial, sino también en los labios de los segundones y demás ejecutores y únicos responsables de la hambruna que toca las puertas con particular y desesperada furia.
Los saqueos de los camiones con alimentos en las carreteras, siempre poco antes de la entrada del caserío o poco después de la salida del pueblo, no indican que los más alejados de las grandes ciudades han incorporado la teoría del foco del guevarismo y de Régis Debray a su praxis cotidiana, sino que el filo, el hambre, la desesperación los incitan a disparar a cualquier mogote. Mientras más lejos de las grandes ciudades se habite, mayor es la escasez, empezando por los billetes y siguiendo con todo lo que la mente pueda abarcar: medicinas, tornillos, repuestos de electrodomésticos, cubiertos, envases, medicinas otra vez, comida, agua, electricidad, médicos, medicinas y absolutamente todo lo que debe estar garantizado y al alcance de la gente normal en el país con las mayores reservas petroleras del mundo, y con las poquitas personas que han amasado la fortuna más grande del universo con solo un clic de la computadora: traspasando inmensas sumas de las cuentas del Estado a cuentas secretas. Ay, Andorra, ay, paraísos fiscales.
Las peores hambrunas no se deben a las plagas, a defectos en la producción ni mucho menos a fenómenos naturales, siempre han sido consecuencia de decisiones políticas. Lo fueron en el Medioevo en Castilla por tozudez de los señores feudales, y también en la Unión Soviética, China, Camboya y el continente africano. Detrás de los miles de muertos de la guerra y del hambre siempre hay un hombre o un grupo de hombres que toman las decisiones equivocadas, que no salvan vidas sino que las sacrifican, y las presentan como estadísticas, no como seres humanos.
Si aquí hay guerra económica, obviamente que Nicolás Maduro y su cuerpo de generales buenos para nada la perdieron, y que antes de seguir desangrando el país deben implorar que les permitan firmar un armisticio, presentar su rendición, con armas y bagajes. Entregue el mando, el pueblo exige que ahora se sacrifiquen los que nos han traído a este fanguero con la excusa de que Venezuela no tiene remedio. Presto modelo de renuncia, apúrese que se acaba la tinta.
@ramonhernandezg