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Peguemos los platos rotos

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Peguemos los platos rotos

 

Hace tres años (26/08/2014) escribí mi columna titulada: No son rolex, ¡son nuestros hijos!, contrastando con el ensayo del Prof. Carlos R. Hernández en  El Universal: Soy Rolex (17-08-14). El debate era la dicotomía entre radicales vs. Moderados; la salida vs. La política; “los violentos” vs. Los dialogantes; la desobediencia vs. Lo electoral.  En fin, historia repetida por estos días de la cual lejos de generar diatriba debemos aprender para avanzar y madurar racionalmente. La política al fin, es inventario de hechos (y consecuencias)…

 

 

 

La “incomodidad” de Hernández (2014) fue expresada en párrafos contundentes y de pronto hirientes que es preciso citar: “La oposición entró en crisis por los nuevos estragos de la antipolítica a partir del 12-F-14. La ficción de que Maduro se desbarataría -decirle burro a alguien sin verse las propias orejitas- encendió… la necesidad de barrer a la MUD, los partidos. Decidieron arrollarlos con la entelequia que llamaron «la calle», y al revés, ayudaron a apuntalar al Gobierno. El balance de estos brutos y dolorosos meses: odios, laboratorios-cloaca intra opositores, tesis desgreñadas, «vías rápidas» y discursos vacíos de cordura, llenos de autohalagos y banalidades: soy inquebrantable, indoblegable, inderrotable, tengo caja oyster”  [invencible a las alturas y profundidades]. ¡Soy un Rolex!”.  Fin de la cita. Esta forma cruda, hiperrealista y desenfadada de exponer un enorme sacrificio de líderes, jóvenes y ciudadanos, me sacudió. Su guión crítico a la resistencia pura, remató afirmando que fue esa antipolítica, la conductora “de la plaza-Altamira, las guarimbas, el paro petrolero, el abstencionismo y el retiro de las candidaturas (2005)”. Releyendo esa notas tres años más tarde, confieso que apuntan duras verdades que me veo obligado a revisar para juntar lo que es necesario pegar, y no repetir el mismo error…

 

 

 

La lucha no violenta -muy cuestionada a raíz de la primavera egipcia (ver Hassan el-Hamalawy/Blogger/periodista)- no es precisamente la que se adoptó en Venezuela. El decálogo de resistencia pacífica sugerido por Martin Luther King, Gandhi o el propio Gene Sharp, demanda no exponer la vida del ciudadano, desafiando huestes represoras. Es no responder a la violencia física. “Es ir en contra de las fuerzas del mal, no contra las personas que hacen el mal”. Es el sufrimiento por encima de la razón (dixit Gandhi), y ello es muy complicado asimilarlo en nuestra cultura… Sin duda la manera que encarar la protesta contra un gobierno tirano, merecía una revisión más profunda en lo estratégico, mayor planificación, mejor entendimiento cultural y un desandar a tiempo. Las vidas son responsabilidad del régimen. Sí. Pero frente a las consecuencias fatales y dolorosas de este “accionar político”, la gente comenzó a tener miedo, rechazo y mucho dolor. Eso debilitó los ímpetus y la confianza. Una protesta por cierto que algunos la convirtieron en oficio, mercenaria… Y la protesta ciudadana no es eso: es resistencia en paz.

 

 

 

 

Otro tema son las guarimbas. Un esquema que encerró, enfrentó y agotó más a la oposición (y a la población toda), que al gobierno. Hoy podemos decir que la guarimba fue la antesala (2014 y 2017) al quiebre disidente. Caldo de cultivo de fatiga, odios, donde quien llamara a la sensatez («por favor, dejen pasar’), era tildado de traidor y vendepatria.  Me pareció doloroso el símil que utilizó Carlos Raúl en su columna de marras al asemejar los roles asumidos por nuestros líderes y jóvenes a “bichos como Hezbolá y Hamás, que los hacen [a los jóvenes] escudos humanos; chicos de 12 a 17 años enviados a los campos sembrados con minas…”. Así le respondí: “No puede ser el chantaje de la antipolítica un cepo que me amarre al sofá hasta el 2019 mientras Capriles-MUD y Nicolás, dialogan. Ni López ni Machado son «bichos cual Hezbolá y Hamás, degolladores de niños inermes que lanzan como escudos humanos para tumbar gobiernos… Esos jóvenes son nuestra consciencia…”. Pero hoy después de 120 días de protestas, más de un centenar de muertos, miles de heridos, torturados y detenidos, apelo a Confucio, al justo medio, y concluyo que nuestros jóvenes siguen siendo nuestra consciencia, por lo que más nunca deben ser ¡carne de cañón!

 

 

 

Aún discrepo con Hernández sobre la arrogancia que les endosa a algunos líderes de oposición. La represión ha sido brutal. Pero el manejo de la calle y la protesta, si es un asunto que exige más cabeza y juicio. La calle debe seguir, pero más dosificada, más creativa, menos predecible y más impactante.  La concentración no es buena por asistida, y sólo en la Francisco Fajardo o en Lechería. Debe ser nacional y llegar a las barriadas de todo el país, con un emplazamiento incluyente. Hay que ir a los cerros a llevar esperanza. No al revés.

 

 

Lo electoral tampoco es el issue. El tema es saber movilizarse, organizarse y mantenerse unido. No es sólo votar. Es mostrar mayoría y desplazar. El criticismo no paga. La división la cobra el gobierno y los deslindes los sufre el ciudadano. Es doloroso, es fuerte, pero Carlos Raúl tenía razón. La calle es muy delicada. Y es de nobles reconocerlo para rectificar, juntar y pegar piezas. Yo ahora lo hago. Hágalo usted también… por favor.

 

 

Orlando Viera Blanco

@ovierablanco 

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