País de despedidas
febrero 19, 2014 7:49 am

Nos hemos vuelto un país de despedidas, cuando antes éramos tierra de recibimientos. Nuestra historia es la de un país de inmigrantes. Gente de Europa, de América Latina, del Asia, del Medio Oriente y de otras latitudes que se vinieron a buscar aquí la oportunidad que en su nación veían remota. Nos vamos convirtiendo en pueblo de emigrantes. Nadie nuevo llega y son los nuestros los que se van. Ya no son los barcos que llegan a La Guaira, a Puerto Cabello, a Maracaibo; son las lágrimas en Maiquetía.

 

Se calcula que, en los últimos diez años, un millón doscientos mil venezolanos se han ido del país. La mayoría son jóvenes y egresados universitarios, algunos con posgrados. Las despedidas son tristes, pero esta diáspora intelectual es doblemente dolorosa. Duele por la separación familiar y duele otra vez porque se nos fuga talento que costó formar. Pero es que también las universidades que los graduaron, tras darles una formación que los hace competitivos en cualquier parte, están amenazadas de deshacerse. Es que es incomparable la remuneración de los profesores aquí con las de cualquier país latinoamericano. Un investigador en una universidad nacional gana casi la séptima parte que un colega suyo colombiano y la novena parte de lo que percibe su equivalente chileno. El cálculo es más de medio millón en Europa, sobre 300 mil en Norteamérica, pasan de cien mil en Latinoamérica y el Caribe, y de 15 mil en Oceanía y Asia.

 

El profesor Iván de la Vega, de la Simón Bolívar, y la profesora Anitza Freitez, de la Ucab, llevan tiempo dedicados a estudiar la emigración. No hay datos oficiales porque el gobierno prefiere ignorarlo. Tampoco hay políticas para que los emigrantes no pierdan el contacto con Venezuela y, eventualmente, estimularlos para que vuelvan y con la experiencia adquirida contribuyan al progreso del país.

 

La inseguridad y la falta de oportunidades son las motivaciones de la difícil decisión de irse a otros países, con diferentes costumbres y realidades a veces duras que exigen adaptación. Los horizontes de superación se estrechan en esta Venezuela que amamos, y aparece la opción de salir al mundo a ver qué se hace.

 

La migración exige políticas públicas. Una es promover el retorno ofreciendo oportunidades y estímulos. Otra es hacer de nuestros consulados la casa de los venezolanos donde se encuentren. Hoy no lo son. Que sean bien recibidos y atendidos. Que sean tratados con respeto. Y, claro, lo ideal es que cambiemos a Venezuela para mejor, para que a nadie le provoque irse.

 

rgaveledounidad@gmail.com

Por Ramón Guillermo Aveledo