Padrino como acertijo
julio 20, 2016 6:30 am

El régimen de Maduro es una fortaleza asediada. Dentro de las murallas hay disensiones, traiciones, coaliciones efímeras y desfiles de penitentes plebeyos. Sin embargo, a pesar del asedio, los déspotas están en posición de fuerza; tienen armas y municiones a granel; disparan desde arriba hacia el descampado donde las multitudes circulan por los caminos del hambre. Allí está el dilema. Hasta la fecha, los que sitian al tirano poseen la fuerza, pero no tienen la conducción ni la estrategia para abrir los boquetes de la fortaleza sitiada. Ni los rodeados en ésta poseen la fuerza para romper el cerco.

 

 

 

La Asamblea Nacional tiene casi 7 meses de instalada bajo la conducción opositora. Ha descrito al menos 3 fases: la de cierta perplejidad, derivada de la situación de opositores que básicamente habían estado 17 años fuera del poder; luego pasó a una fase de enérgico ejercicio del poder simbólico, al aprobar leyes y acuerdos desafiantes, con efecto galvanizador en el espíritu opositor; y una reciente fase en la que cabe preguntar si la AN va a estar el resto de su tiempo hábil en la dinámica de aprobar cuestiones que no tiene cómo hacerlas cumplir, lo que deriva en desencanto.

 

 

 

La cuestión central es cómo hacer para que el poder de mayor y más reciente legitimidad pueda cumplir sus funciones. Cómo abrirle un boquete a la ciudadela sitiada para que las multitudes tomen el control, para que la AN que las representa tenga vigencia institucional y actúe en función de despejar caminos para la transición. Hay cuatro vías: que la presión internacional encabezada por Almagro quiebre las murallas; que las masas alebrestadas exploten y se lancen desnudas al enfrentamiento caótico; que un sector militar con fuerza imponga la rehabilitación de la Constitución; o que una fracción poderosa del chavismo, cívica y militar, se le imponga a Maduro. O una mezcla.

 

 

 

¿Está diseñado el general Padrino López para abrir el boquete? Sobre este personaje ha habido confusión. Es cierto que jugó un papel en impedir el sabotaje violento de los colectivos en las elecciones del 6-D, pero no hay que equivocarse: fue obligado a impedir el fraude por la presión de los militares institucionalistas. Pero, dado que esa presión ha bajado, actúa simplemente como un fanático más de la élite roja. Por eso nadie le cree.

 

 

 

Se pudiera pensar que Maduro ha designado a este general para representar a la FAN como muleta de un proyecto que se deshace o como recurso final para un posible relevo. Sin embargo, más bien es posible que lo haya designado porque ya no representa nada.

 

 

Carlos Blanco