Oposición a la carta
julio 9, 2020 8:47 am

 

 

Las provocadoras declaraciones de Vladimir Padrino López sobre la oposición y la sentencia del TSJ que decomisa a Voluntad Popular para entregarles el partido a unos mercenarios, se produjeron casi al mismo tiempo. Solo unas pocas horas de diferencia mediaron entre las palabras del general y el acuerdo confiscatorio de los magistrados. El objetivo de los dirigentes del régimen luce muy claro: quieren construir una oposición a su medida; no admitirán ninguna militancia que les incomode, los critique a fondo y hurgue entre los escombros del país arruinado por esa casta.

 

 

Ni Padrino López y ni los abogados del TSJ –escribas del régimen- desean una oposición que exija la liberación de los presos políticos; intente hacer valer la mayoría parlamentaria que el pueblo le concedió en las elecciones legislativas de 2015; use la Asamblea Nacional para interpelar a ministros y directores de las empresas públicas y órganos de la Administración Pública, como Pdvsa y el Banco Central, con el fin de desnudar la quiebra de la industria petrolera nacional y la evaporación de las reservas internacionales; denuncie la entrega de petróleo a Cuba, de oro a las mafias que dominan el Arco Minero de Guayana y la complacencia con los narcotraficantes al sur del país. No desean que la oposición actúe como tal.

 

 

El gobierno desprecia a la oposición crítica. Esta le provoca urticaria. A ella le ha arrebatado más de treinta diputados, varios alcaldes y a sus gobernadores los mantiene bajo permanente amenaza. Recela de la oposición que ha tenido que huir del país o refugiarse en embajadas de países amigos, para no ser víctima de los juristas del terror o de los cuerpos represivos que asesinan a jóvenes concejales como Fernando Albán o torturan a diputados como Juan Requesens.

 

 

La oposición crítica le desagrada al madurismo porque no le facilita la tarea de maquillar la autocracia armada a lo largo de dos décadas en el poder. Esta oposición, para ir a elecciones, exige que el CNE aplique la Ley del Sufragio aprobada por el madurismo (ya hablar del chavismo, aunque sea en referencia al pasado, no tiene mucho sentido) en 2009, cuando el PSUV era el dueño absoluto de la Asamblea Nacional. Tales demandas no le apetecen a Maduro.

 

 

El gobierno trata de ir a unos comicios con partidos domesticados y dirigentes construidos en el laboratorio de Miraflores. La nueva modalidad -el aporte del régimen al autoritarismo del siglo XXI- consiste, no en ilegalizar los partidos políticos -como lo hizo Marcos Pérez Jiménez con Acción Democrática y el Partido Comunista- sino en confiscarles a sus líderes legítimos el nombre, los símbolos, la tarjeta electoral y los activos fijos, para entregárselos a unos mercaderes que se congracian con Maduro. Con este sector domeñado es con el cual el mandatario intenta cuadrar la cita electoral para elegir los diputados al Parlamento. La Asamblea que surja de ese aquelarre podrá coexistir en sana paz con el gobierno de Nicolás Maduro, la constituyente de Diosdado Cabello y el TSJ de Maikel Moreno.

 

 

El mensaje de Padrino López y el TSJ tiene el siguiente destino: en Venezuela la oposición deberá marchar al ritmo que el gobierno le imponga. Será versallesca. Requerirá contar con una muñeca de goma y un dorso de plastilina para aprobar todo lo que digan Maduro y sus instituciones. Ninguna crítica sustancial. Cero ramificaciones con los sectores populares. Nada de estar promoviendo el fortalecimiento de partidos, sindicatos y gremios; o protestas por la hiperinflación en los alimentos, el precio obsceno de la gasolina, la falta de electricidad, agua o bombonas de gas doméstico, el deterioro del transporte público o el caos en la salud y la educación. La oposición comprometida con el cambio del régimen autoritario no tiene cabida.

 

 

El espacio queda abierto para la oposición inofensiva. Esta coexistirá con el gobierno y recibirá privilegios. Tendrá su bancada y eventualmente hasta algún ministro. Ese grupo podría ser aliado de Padrino en el futuro, cuando el eterno ministro de la Defensa opte al cargo de presidente de la República. Ese parece ser el cargo para el cual viene preparándose desde hace años. De allí que no acepte salir del gabinete. Tras sus palabras intimidatorias, lo que aparece es su aspiración de gobernar sin la molestia que significa hacerlo con una oposición que lo hostigará. Desde ya allana el terreno. Quiere que la lucha se reduzca a un duelo palaciego entre él, Maduro y Cabello, con la mirada complaciente de la oposición amansada. Un sector de la cúpula reemplazará al otro. Todos ellos necesitan una oposición, pero que sea a la carta.

 

 

Por Trino Márquez

@trinomarquezc