Notas sobre la mentira electoral
enero 8, 2021 8:11 am

 

“No darás falso testimonio contra tu prójimo”. La Biblia

 

 

No solo nos quedamos sin república y sin Estado constitucional sino que no vamos quedando sin democracia también. La instalación el pasado martes de un simulacro de órgano de la representación nacional que habría sido electa el pasado 6 de diciembre, como por cierto se hizo antes con una Asamblea Nacional Constituyente inicua, falaz, adulterada, maliciosa y que era de esperarse, no trajo, ni osó presentar resultado alguno, luego de más de un lustro haciendo nada útil, sino pretendiendo hacerle zapa a la auténtica y genuina AN electa en 2015, mostrando el verdadero propósito que la justificó; nos anuncia que el teatro de la usurpación que deviene en tragedia coloca marquesinas alusivas a otra temporada en ciernes.

 

 

Aquellos días de la Navidad de diciembre de 2015 habían servido antes para colocarle un cepo a la soberanía expresada con una dirección democrática incomparable y fraguar en lo sucesivo el fraude reiterado, sistémico y la legitimación de la mentira con aquella selección de magistrados que no lo podrían haber sido si la verdad y no la falacia nos hubiera acompañado. Allí se inficionó del síndrome de inmunodeficiencia a la constitucionalidad, a la república, a la democracia, a la libertad, a la ciudadanía.

 

 

Para que no haya contrapeso ni control del poder, para que no se manifieste la autoridad de las mayorías y sus naturales reacciones correctivas, como diría Schumpeter entonces; se manipuló y urdió la maniobra que deriva en otro timo, por el cual, un régimen más que venido a menos en cuanto apoyo y sostén popular, logra reunir 9 de cada 10 miembros de la novísima y también inexistente constitucional e ilegalmente, Asamblea Nacional. ¿Un acto de prestidigitación? ¿Magia negra tal vez? ¿Santería?

 

 

Destilación del cinismo propio de los espíritus ideologizados y aprovechando el daño antropológico del homo politikon, mutado por la antipolítica, además claro, del cuadro de anfibolia que nos aturde y nos postra y sobre todo, la torpeza y la estúpida tendencia a canibalizarnos entre nosotros, dejando al crimen la escena, facilita todo a la canalla que, esa sí que no se abstiene, aspira el colmo para además fingir que no es el todo.

 

 

Sin pudicia ni recato alguno se montó el trajín y, se burló, otra vez, al menguado y acomplejado cuerpo político desciudadanizado. Los antiguos, habrían llamado este remedo, este sainete, cesarismo y, no cabe discusión a que se ha tratado de un ascenso adicional que se concreta en la espiral de la degradación como forma de gobierno. El verdadero legado del difunto Chávez es la degeneración de la institucionalidad. Mas deletéreo no pudo ser en consecuencia, habría concluido Douglas North, economista, laureado por la academia y por sus profundos estudios sobre el tema de institucionalidad y desarrollo.

 

 

El asunto y como una filosofía del discurso genuino del ideologismo, chavismo, madurismo, militarismo, consiste en simular la verdad a través de una congruencia comunicacional que reitera, repite, insiste en  la interpretación de los hechos, sus formas, su fondo, orientados a una supuesta veracidad, entiéndase, convicción de lo que piensan como verdad pero, articulado el ejercicio en una dinámica de lenguaje que impone una perspectiva a la que ni la verdad puede alterar o hacer dudar.

 

 

La mentira es un acto del habla en que deliberadamente se afirma como cierto lo que no lo es o no se cree o persigue un engaño. Es distinto creer en una verdad que se atribuye pero que, puede no serlo, a dar por cierto lo que sabemos que no es o, intentamos que se piense que lo es. O peor aún, aunque se les arrostre la falsedad, la negarán sin pestañar siquiera.

 

 

El chavismo y el madurismo copiaron del castrismo y como estrategia comunicacional prescindir de la reproducción y glosa de los hechos que ocurrieron, a cambio de presentarlos o interpretarlos según convenga al interés de persuadir o convencer de lo que interese. Lo han hecho desde que iniciaron su ensayo empático basado al comienzo en los elementos antipolíticos sembrados y arraigados en la sociedad y luego de arribar al gobierno como una práctica de iterabilidad de un mismo enunciado o, de una misma conclusión.

 

 

Así, en las manifestaciones, marchas, protestas el acontecer siempre se describió en sentido contrario a la verdad y entonces, los desarmados y pacíficos eran tratados como los pendencieros y los paramilitares del régimen y los cuerpos de seguridad, armados y camorristas como las víctimas inocentes. A fuerza de repetirlo, muchos terminaron creyéndolo y otros, distribuyendo en los dos bandos la responsabilidad cuando en la realidad, siempre hubo o casi siempre el mismo agresor y el mismo agredido.

 

 

Eso les sirvió para paulatinamente, crear un patrón que consolidó una suerte de comunidad de la impunidad y la actuación de individualidades y autorías, a las que no fue necesario instruir u ordenar para maltratar, vejar, torturar o asesinar siendo que, se configuró un parámetro, en el que no había medida para el exceso y mucho menos para la autolimitación. Se disipó con el tiempo la regulación de los derechos ciudadanos y así, de los derechos humanos, hasta llegar a la experiencia que relata ampliamente la comisión de Naciones Unidas presidida por la señora Bachelet que no es más, que la punta del iceberg y valga ese lugar común.

 

 

Por eso, acerté en mis pronósticos sobre el 6D, con algunos conocidos y amigos que decidieron participar en ese simulacro y encabezando listas regionales de alianzas y varios se solazaban en su cuasi segura elección, pero “malandro es malandro siempre” y fueron vencidos y frustrados, a pesar de que se suponía que el sistema de representación proporcional personalizado permitiría potenciar el voto de las minorías y el cociente les asistiría, pero no solo era una contienda electoral sesgada por todo género de ventajismos sino que, llegada la hora de la adjudicación, el clásico método D’Hont también fue “rectificado” y sus chances desaparecieron.

 

 

Consustancial al sistema totalitario es, precisamente, la impostura de la versión oficial que de suyo prevalece ante la verdad. Tal como la vimos en Chernóbil, en ocasión del conocido accidente nuclear, en Venezuela todo puede pasar y aún la evidencia es revertida.

 

 

El 11 de abril de 2002 constituye un ejemplo paladino al respecto. Se trató de una masacre preparada desde los días previos que la televisión mostró y los tiradores situados en los edificios públicos fueron y no podían ser sino del gobierno; también la verdad forense, balística y criminalística desde Puente Llaguno lo corroboraban; más aún, las pesquisas e investigaciones policiales y el finado fiscal Danilo Anderson probaron que se asesinó a 20 personas y se hirió a 200 no siendo la marcha ciudadana la culpable sino la atentada.

 

 

De súbito, el presidente y comandante eterno decidió cambiar la historia y agregar más crimen al crimen y más víctimas a las víctimas, convirtiendo a los esbirros y verdugos ejecutores en “héroes” y a los verdaderos héroes de ese día, los agentes de la Policía Metropolitana, en transgresores, incriminándolos, imputándolos y tergiversando los hechos, los condenó injustamente y hoy todavía están purgando una condena asquerosamente injusta, ilegal y criminal. De ese crimen de lesa humanidad no se arrepintió el difunto ni hizo nada por corregirlo. Vivió y murió con su crimen, creyéndose calificado para cometerlo.

 

 

Por eso se ha insistido en exigir comicios cuya participación y resultados sean transparentes y garantizados. Por el hecho reiterado de injerencia en los anteriores, que ya suman varios, como el referéndum revocatorio de Chávez o la elección que Maduro le ganó a Capriles, pero tenemos razones fundadas para dudar que haya sido así y se corrompió el proceso, a veces a lo largo y ancho del susodicho y otras veces con acciones de última hora.

 

 

Algunos se niegan a llamarse opositores ante un régimen que a su vez denominan gangsterato, camarilla, mafia y no dejan de tener razón al advertir que no es una contienda civilizada entre iguales porque ellos son distintos, diferentes y un rosario probatorio al apoyo de los que así piensan existe a disposición del curioso porque no hace falta el acucioso.

 

 

El trabajo para desplazarlos tendrá que ser creativo y pragmático y especialmente consistente. Son demonios, zafios, ruines, inescrupulosos y cínicos. La primera sesión del simulacro de AN que forjaron el pasado 5E destaca por la forma como trataron a los supuestos disidentes. Aunque estos no se asuman como aludidos porque, en su mayoría, saben y se aprovechan del “deferente” desprecio como se les tratará.

 

 

No hay porvenir ahora, como tampoco verdad, en el curso de lo que nos dejó como pasado y presente el año 2020. Procesos electorales pendientes pondrán nuevamente sobre el tapete el riesgo de la mentira electoral tan en la genética del régimen y por otro lado, no parece haber sido eficiente la huelga electoral en que nos hemos estado moviendo. ¡Dios nos asista!

 

 

 Nelson Chitty La Roche

@nchittylaroche