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Notas sobre la autopsia de la Venezuela que fue

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Notas sobre la autopsia de la Venezuela que fue

 

“Lo que pasó y ya no es, es como si no hubiera sido”

Oído alguna vez de los labios de mi padre, pero no sé si citaba o discurría.

 

 

 

Siempre me llamó la atención la medicina y en especial, la medicina forense. En una ocasión se lo comenté a un amigo patólogo que me invitó a presenciar una autopsia. Se dice fácil, pero fue realmente una experiencia muy fuerte, aunque también reveladora.

 

 

Una autopsia puede definirse como un examen médico al cadáver para determinar la causa de la muerte, dicho sin pretensiones y solo en ese sentido figurado lo entenderemos.

 

 

Sé bien que estamos hartos de diagnósticos, pero también sé que es necesario meditar mucho sobre la amplia etiología patológica que ciertamente alcanzó y rindió a la república democrática y liberal que, aunque imperfecta, nos permitió el ascenso a la civilidad que, dicho sea al pasar, fue una aspiración de nuestros ancestros y también un motivo de frustraciones por bastante tiempo, hasta su conquista a partir de 1958.

 

 

Me temo que esa Venezuela que fue y que vivimos y añoramos ya no es. Murió. No será más. Subsiste el recuerdo pero martillada por la realidad que a diario la desfigura y la va sustituyendo paulatinamente por la evidencia de la tragedia que, como la nada en la novela de Michel Ende, “Una historia sin fin,” va ocupándolo todo, en forma de crisis general e inmanencia.

 

 

De lo que fuimos, nada queda. En ningún escenario social, económico, institucional, político, cultural, educativo, sanitario, universitario, comunicacional, radial y puedo seguir enunciándolos, el impacto de la destrucción puede obviarse, es la verdad a la que el régimen ignora o niega pero que se impone inexorable cual paradójica.

Así, pues, tenemos la realidad que nos cubre y fagocita, nos convence de lo que hemos llegado a ser, en un teatro que presenta cada día otro acto de la misma cuita, en una centrifuga perniciosa que como un remolino maligno nos vacía, expulsa, despoja y en el giro, nos atrapa e impulsa hacia dentro del desastre.

 

 

Secuencia impajaritable y cruel a la que nos llevaron varios y concomitantes elementos. Tal vez dirán algunos, porque los regímenes políticos tienden a corromperse, a mutar y a pervertirse, en mayor a menor medida y, no fue la democracia puntofijista y de partidos la excepción. Tal vez obre, en la naturaleza humana, una suerte de genética que como en la biósfera, actúa a ratos díscola y explosiva.

 

 

Ante los ciclos históricos que describieron Spengler, Toynbee y Sorokin, entre otros, lo hace a su manera Fernand Braudel en una frase de la que dejaré constancia de seguidas: “La historia se nos presenta, al igual que la vida misma, como un espectáculo fugaz, móvil, formado por la trama de problemas intrínsecamente mezclados y que puede revestir, sucesivamente, multitud de aspectos diversos y contradictorios. Esta vida compleja, ¿cómo abordarla y cómo fragmentarla a fin de aprehender algo? Numerosas tentativas podrían desalentarnos de antemano. No creemos ya, por tanto, en la explicación de la historia por este u otro factor dominante. No hay historia unilateral.”(La Historia y las Ciencias Sociales 1968).

 

 

La república liberal democrática que se erige desde 1958 durará hasta 1998. En ese momento exhibió su fatiga. La asaltó la mediocridad engendrada por la antipolítica que como una corriente regaba e impregnaba el establecimiento político y social. Nos advirtió Castro Leiva en su celebérrimo discurso del 23 de enero de 1998 pronunciado ante el Congreso de la República pero que, no fue escuchado, tal vez porque el mal ya estaba hecho y lo que venía, pareció destino.

 

 

Lo cierto es que 1998 marca el hito que distinguirá la llegada de un deletéreo proceso que aún perdura y cuya evolución constituye una estación hórrida en la que se acabó perdiendo, porque perdida está, la república de Bolívar y de todos los que la hicieron posible en 1958 y hasta 1998.

 

 

La antipolítica en primer término. Y aunque ya he escrito sobre ese concepto antes, cabe recordar sucintamente el susodicho. Es fenómeno y… “la emprende contra la política como pluralidad funcional y la hace blanco nihilista y rabioso de su anomia, desapego, amargura, frustración, recelo, aprensión y así las cosas, hará una irresoluta e itinerante aporía de su naturaleza e impregnará de convicción toda sospecha y derivará en definitiva antinomia.(De la antipolítica, notas alusivas. El Nacional, 21 de agosto de 2020)

 

 

Como una pieza musical se conjugan numerosos aspectos para configurar ese fenómeno de la antipolítica y especialmente, la presentación que de los hechos se haga, siempre interpretado en términos desfavorables a la planta dirigente. En efecto; como una ola se reúnen para mostrar que tal o cual evento resultan de una falla o yerro o torcedura imputable al liderazgo. Cuando se generaliza tenemos un cuadro de rechazo a la política y de compulsivo prejuicio hacia sus actores. El ideal democrático se deprimió y la ciudadanía también.

 

 

Problemas habrá siempre. Números desfavorables en todos los órdenes también. Los buenos guarismos no faltan pero no son resaltados. La industria petrolera estaba boyante en 1998 aunque conocía una caída de precios y eso era la nota a discutir. La noticia es la mala noticia. La economía tiene sus cursos y a menudo sorprende por sus derivaciones, aumenta la criminalidad y todo ello constituye la lista de temas que hay que atender pero, cuando apunta el juicio societario hacia la conducción y la dinámica de gobierno en términos de antemano condenatorios u originan, una sospecha rayana en la convicción perversa, estamos en ese escenario que trato y, solo para mejor comprensión, llamándolo antipolítica.

 

 

La república liberal democrática ofreció corolarios positivos en diversos aspectos de la gestión pública. En educación, salud, seguridad, empleo, nivel de vida y en general, en el índice de desarrollo humano pero, no fue suficiente y tampoco resistió el acoso antipolítico a la que fue sometida. Allí se consumó el hundimiento.

 

 

Hoy las cosas son distintas siendo que, el paisaje es oscuro y el entorno seco, esclerótico, y todo el mundo lo sabe pero, los medios televisivos y radiales no se hacen eco de ello o, en términos muy restringidos Algunos valientes se baten aun por la verdad pero, disminuidos, perseguidos, asediados y desde luego, empequeñecida su área de radiación.

 

 

El régimen desde el difunto y más con Maduro, criminalizó la crítica y culminó además, aniquilando a la verdad y con ella la democracia que la cuida, la promueve y la padece a ratos también.

 

 

No hay chance de volver atrás y tampoco es lo deseable pero, superar este bache, esta metástasis que bien podemos llamar “la revolución de todos los fracasos”, es un imperativo moral, existencial, histórico. ¡En Venezuela solo cabe ahora cambiarlo todo!

 

 

 

Nelson Chitty La Roche

nchittylaroche@hotmail.com

@nchittylaroche

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