Nicolás Maduro, entre las huellas de José G. Monagas y Juan Carlos Loyo
febrero 22, 2016 10:21 am

 

Juan Carlos Loyo en la toma “cívico-militar” del Sur del Lago en el año 2010

 

Juan Carlos Loyo es uno de esos personajes que ocuparon puestos estelares, principalísimos, en las puestas en escena que Hugo Chávez llevó a cabo en su teatro de la destrucción. Loyo, un economista, se desempeñaba como un burócrata de medio pelo, como presidente del Inti, donde por acción u omisión desoyó los reclamos de Franklin Brito, quien finalmente murió en la huelga de hambre que hizo en reclamo de sus legítimas tierras. Tal gesta llamó la atención del destructor, quien lo elevó a Ministro de Agricultura y Tierras un par de veces, de 2010-2012 y luego en 2013 por un breve período para ser sustituído ese mismo año por Iván Gil.

 

 

Su gestión, junto a la de Elías Jaua, son las peores que se recuerden en ese Ministerio. Hablador y actoral cumplía con el perfil que buscaba Hugo Chávez para arremeter contra los productores privados del campo. Le gustaba vestirse con gorras vietnamitas, pantalones de camuflaje, usaba (quizás de algún sobrino) unas franelitas rojas ajustadas con la foto del Ché Guevara en el pecho y una pistola Glock al cinto. Usaba una muñequera de cuero en brazo derecho y a veces se cubría el cuello con una manta palestina. Durante su desastrosa gestión como ministro se disparó la importación de maíz, sorgo, azúcar, arroz, café, algunas hortalizas y frutas. Disminuyeron los rebaños nacionales. El índice de escasez de alimento trepó al 15%. Pero con un barril a 100 dólares poco le importó al galáctico. Tenía en Loyo lo que buscaba: Un verdugo con disfraz de “revolucionario” y con una amoralidad robusta para obedecerlo ciegamente sin remordimientos.

 

 

Loyo por mandato de la “revolución” (de Hugo Chávez) ejecutó una de las más estúpida, bizarra, injustificada, actoral y cinematográfica toma de 47 “latifundios” en el Sur del Lago en el año 2010. La “épica” la bautizó la propaganda roja como la “Operación Cívico-Militar” para rescatar latifundios en Región Sur del Lago“. “Esas tierras no son de ellos, esas tierras son nacionales, se las cogieron los ‘terracogientes’, que mataron a mucha gente para robarlas”, lanzó el ministro Loyo desde uno de los fundos ocupados. “Vamos al rescate de las mejores tierras para un pueblo que hoy está bajo las aguas”, indicó. Sus lamentables resultados los padecemos hoy todos.

 

 

Maduro retrocede el tiempo

 

 

Desde que perdieron las elecciones parlamentarias del pasado 6 de diciembre, de hecho un plesbicito popular sobre la gestión de Nicolás Maduro en la presidencia, un grupito encabezado por el propio Nicolás, que se denominan todos “hijos de Hugo Chávez” se han dado a la tarea de desconocer la voluntad popular. Pretenden (ver “La Despedida”, el escenario más probable para Maduro) un enfrentamiento entre poderes que lleve a la roptura del hilo constitucional y así preservar el poder fáctico que se les va de las manos.

 

 

Ayer Elías Jaua en cadena de televisión, en “Asamblea con trabajadores y campesinos por la defensa de propiedad social y los derechos del pueblo“ le decía a los asistentes “Nosotros tenemos la fuerza moral pero no los votos, pero ustedes tienen la fuerza de las calles, contamos con ustedes” y continuó “Ellos dicen que vienen por ustedes, señor presidente, pero ¿con qué Fuerza Armada lo van a  sacar si la Fuerza Armada y los campesinos somos uno solo?“

 

 

A lo que Maduro contesto: “Tiempos de rebelión”

 

 

Jaua, es el mismo que dos días antes había declarado que no hacía colas por alimentos por cuestiones “de seguridad“.

 

 

Previamente Maduro había afirmado que ““Hoy las reglas del juego están rotas, no las respetan ni nosotros respetamos las de ellos, ¿nos estamos entendiendo, verdad? Necesito que entiendan estas orientaciones“. En su discurso dijo que “No quiero show, ni comiquita, esa ley privatizadora (de vivienda) la detienen los chavistas, a la calle, rebelión, rebelión, rebelión de pueblo contra la oligarquía que lo amenaza.”

 

 

Pretende así Maduro torcer las agujas del reloj y llevarlo a una historia fabulada de la “revolución” de Ezequiel Zamora de los años 1850, donde el nacido en Cúa se alzaba constantemente contra el conservadurismo de Soublette y donde usualmente era derrotado por el General Páez. Luego pasó al servicio de los muy corruptos y liberales hermanos Monagas. Con la renuncia de José Tadeo Monagas, presionado por los conservadores, se unió junto a su cuñado Juan Crisóstomo Falcón y Antonio Guzmán Blanco al bando de los liberales en lo que luego se llamaría la “Guerra Federal”. Moriría de un balazo en un ojo cuando apenas comenzaba una guerra que duraría seis años.

 

 

¿Y Loyo, a qué viene?

 

 

¿Porqué evocar a un funcionario que nadie recuerda sino por el desastre de su gestión y su franelas ceñidas y pistola al costado de su voluminosa barriga? Por que como bufón del bufón fue su favorito para el terrorismo agrario con el que azotó a Venezuela entre 2005 y 2012. Como Maduro utilizó al General García Plaza para el terrorismo comercial del año 2013. Y porque ambos en tiempos iguales juraron ser “hijos de Chavez”.

 

 

Maduro, un oligarca conservador con 17 años chupando del poder, pretende hoy emular a lo que fue Loyo, que tanto divertía al galáctico: Un arrasador sin escrúpulos. Pero es un imposible. La historia no se repite, pero ciertos rasgos si.

 

 

Maduro más que emular a Zamora se asemeja a alguno de los Monagas. Al caudillesco y corrupto José Tadeo Monagas. el mismo que alentó a que una turba tomara el Congreso el 24 de enero de 1848 asesinando a varios diputados, no es posible. Ya ese personaje lo copó el galáctico.

 

 

Quizás a José Gregorio Monagas, el que tomó el poder que dejó su hermano. Si bien se le recuerda por el decreto de liberación de los esclavos, su gobierno más que mediocre hundió al país en una pavorosa crisis económica y a alzamientos populares. Pero son apenas rasgos, que de ayer se repiten hoy. Como Jaua, que se asemeja al diputado Jerónimo Pompa, ese que repartió a los otros diputados liberales una insignia amarilla para que se la colocaran en la solapa antes que la turba terminara finalmente atacando al Congreso.

 

 

Hoy Loyo no puede caminar libremente por las fincas que con prepotencia, rodeado de militares, confiscó en 2010. El que fuera un bufón con guillotina hoy prefiere desvanecerse en su apuesta a que lo olviden. Sus acciones dejaron ruinas. Jaua no puede hacer colas por comida, aunque tiene quien se las haga, por ahora, para evitar el escarnio.

 

 

Teodoro Petkoff acuñó el término izquierda borbónica para referirse a aquellos camaradas incapaces que “ni aprenden ni olvidan” señalando su supuesta insuficiencia genética para reconocer y enmendar sus errores y una insuperable capacidad para guardar rencores y cultivar odios (Jean Maninat en Ni aprenden, ni olvidan). En nuestro caso, Maduro más que aprender de la historia parece olvidarla. La dinastía de los Monagas y su fin deberían servir de suficiente ejemplo de cuál será el final de esta historia.

 

 

Maduro y su camarilla representan un sistema político, que se inició en 1999 que se ha deteriorado gravemente, producto del irresponsable populismo, la demagogia, el personalismo, el clientelismo y totalmente corroído por la corrupci{on.   De estar vivos Ezequiel Zamora, Guzmán y Falcón ya se habrían alzado contra este gobierno.

 

 

Por mucho que quieran falsificar la historia, Nicolás Maduro sin querer aprender, se colocó entre José Gregorio Monagas y Juan Carlos Loyo.

 

 

 

David Moran Bohórquez