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Nicolás Maduro con lacito y todo

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Nicolás Maduro con lacito y todo

En el mercado de canjes nadie se interesó por el presidente venezolano. La oferta quedó fría como las palabras del pregonero que mueren en el bullicio de la tarde. Alguna epístola navideña traspapelada en la remesa espiritual de los compromisos dio la solución. Inspirados en los días de Reyes quiso una gran mayoría de connacionales ofrendarlo como obsequio. Ya la estrella de Belén había desaparecido del firmamento nocturno; así qué haciendo alusión a las festividades de Saturno en la antigua Roma, escogieron a las espigas del incienso para que dictaminara la ruta que seguiría el heredero. Extremadamente incomodo fue empacar al primer mandatario.

 

 

 

Sin embargo, aguantárselo por más tiempo es más lesivo para la salud nacional que esforzarse hasta lo máximo para cargar semejante fardo. Sin mayor ostentación Nicolás Maduro recibió la envoltura roja de regalo con el lacito negro del totalitarismo demencial. El servicio de seguridad lo introdujo en un Airbus A340-600 de Cubana de Aviación. Apenas podía moverse en su cajota de regalo cuando la moderna aeronave tocó la pista del Aeropuerto José Martí de La Habana, todos sufrieron el martirio de disimular semejante envío.

 

 

Con sigilo el G2 fue conduciéndolo por la calurosa ciudad. El mar bravío chocaba contra el malecón de la huida. Radiante sol que parecía derretir a la vetusta ciudad en ruinas. El octogenario Fidel no aceptó a Maduro como presente navideño. Solo quiere petróleo y más dólares para disfrutar del secuestro de Venezuela. Tuvo que tragar grueso y viajar a China con la incomodidad del largo trayecto. Como una serpiente gigante que colgaba sobre las praderas inconmovibles se comienza a divisar la gran muralla. Su sinuoso cuerpo de piedras desciende y se eleva doblando el torso blancuzco para recrear la hondonada y tomar aliento entre los bosques. Embalan el regalo que atraviesa la ruta sur que conduce a la plaza de Tian’anmen, un rostro colosal de un adusto Mao observa la gruesa caravana familiar. El presidente chino, Xi Jinping de elegante traje europeo los recibe en su despacho frente al salón Zhou Enlai.

 

 

Las paredes son dragones que atizan con sus miradas de fuego. Una colección de libélulas doradas nacidas en las riberas del río Yangtsé llama la atención. El líder asiático les ofrece te y entre historias de guerreros dinásticos; indica que no puede quedarse con él ya que rompe con la armonía del lugar, además de ser muy costosa sostener una revolución tan corrompida y enemiga de la libre empresa. Salen despavoridos con rumbo a Rusia. Soledad y frialdad en el recibimiento. Estera blanca en las cúpulas de la catedral de San Basilio. Moscú entre calles convertidas en colinas de nieve no contempla guardar semejante fantoche. Una nación en crisis no puede sostener a otra que sufre la misma enfermedad. Con ojos llorosos y una gran comitiva llegan a Irán. Su rechazo fue tan amplio como el desierto de Lut; silencio y evasivas en caravana de camellos. Pesa como un mamut de la era de hielo para calárselo por siempre. El regalo es devuelto a Venezuela para desgracia de todos…

 

 

alexandercambero@hotmail.com
@alecambero

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