En 1981, cuando se le empezaba a ver el bojote a la deuda pública, la deuda externa equivalía a las pérdidas generadas por las empresas básicas: 21 millardos de dólares. En 2016 los dineros que se fueron solo ese año por las cañerías, debido a la pésima administración de las empresas en manos del Estado, suman 1,29 billones de bolívares, tanto como 129 millardos de dólares de 10 bolívares. Por Dios, Sancho.
La nacionalización del gas en el primer gobierno de Rafael Caldera y la estampida de estatizaciones de Carlos Andrés Pérez, que vendieron al público municipal y espeso como la independencia económica de Venezuela, empezó realmente la contracción y el bloqueo de la economía productiva. Ahogados en deudas, legales y de las otras, hubo un amago de rectificación, pero fue derrotada. A paso de vencedores llegó Hugo Chávez y sus 40 muchachones encapuchados de la UCV, los doctores de pacotilla como Jorge Giordani, los ingenieros de beneficio propio como Rafael Ramírez, muchos generales y coroneles duchos en sublevaciones, además de agricultores de pistola al cinto como Juan Carlos Loyo y sirvientas apertrechadas como la de Elías Jaua, y la cantidad de empresas que pasaron a sus manos sumaron más de 570, desde conucos hasta torrefactoras, también empresas eléctricas, tintorerías al borde de la quiebra y hoteles de carretera de dudosa reputación.
En la memoria de los venezolanos se mantiene intacta la alegría con la que las mafias incrustadas en las empresas básicas de Guayana recibieron el anuncio de la restatización de Sidor, que por fin no daba pérdidas. De nada valió el control obrero ni la buena fe de algunos sindicalistas, la bien planeada ineficiencia volvió y la producción se derrumbó a niveles que dan pena. Puaf.
Por ahí hablan de 15 motores revolucionarios para garantizar la producción, la soberanía alimentaria y otras consignas sacadas del basurero de la historia, pero hasta ahora no han soltado ni un pedito. Toda la energía la han puesto en los comités locales de Abastecimiento y Producción, que ni abastecen ni producen, pero mejoran las cuentas internas y externas del patriota Freddy Bernal y sus 40 amigotes. Las cifras de Fedeagro indican que con una cuarta parte de lo perdido en los clap –minúscula de rigor– la producción privada del campo se habría triplicado. Mis amigos me dicen que deje de quejarme, que en los negocios de los colectivos en Pérez Bonalde, Catia, se consigue de todo, hasta arroz y harina PAN. Privatizo hoy y pago el 30 de febrero, lo que es igual no es trampa.
Ramón Hernández
Por Confirmado: Oriana Campos