Mujer Presidente / Hombre TV
septiembre 30, 2016 9:27 am

Por fin llegó el primero de los tres debates entre candidatos presidenciales de Estados Unidos más vistos en la historia, desde aquel dramático encuentro entre John F. Kennedy joven, glamoroso y muy preparado por un equipo que entendía lo que significaba la televisión, y Richard Nixon, experimentado en política y gobierno, pero que nunca comprendió lo que es la TV, apareció en pantalla tenso, incómodo, con la piel brillante y la mirada extraviada. Los ojos moviéndose de un lado a otro, encandilados por las luces del estudio, revisando con desconfianza y desconcierto personas, equipos y ambiente con los cuales no estaba familiarizado. Lo que percibieron de Nixon los televidentes instalados cómodamente en sus casas, era la mirada huidiza de un pícaro que algo esconde.

 

 

 

Kennedy llegó a la estación con tiempo para dejarse maquillar mientras escuchaba sugerencias de sus asesores. Nixon arribó sobre la hora, agresivo, con los nervios alterados, no quiso ser maquillado, no advertía que el ojo de la cámara aprecia diferente al humano.

 

 

 

Esa noche Richard Nixon perdió la presidencia y por primera vez en la historia un joven millonario, diferente al norteamericano promedio, católico y con escasa experiencia en cómo ganarse la vida, deslumbró a los televidentes y los votos que le faltaban aparecieron para hacerlo inquilino de la Casa Blanca.

 

 

Este lunes 26 de septiembre, más o menos 100 millones de estadounidenses y de otras latitudes, dotados con soft drinks, beers, pizzas, popcorns, shakes, ice cream y demás parafernalia gastronómica típica de la televisión en familia, estaban listos a las 9 en punto de la noche cuando comenzó el debate entre Hillary Clinton y Donald Trump.

 

 

 

Con base en las numerosas encuestas, podemos asumir que esa gigantesca audiencia estaba dividida casi mitad y mitad. Con un detalle digno de tomar en cuenta: ambos candidatos, tanto el republicano como la demócrata, tienen altísimos niveles de rechazo, al punto de que algún analista ha comentado que la duda de los electores, es entre “cuál es menos malo”.

 

 

Curiosa situación en la cual se enfrentan un conocido empresario de 70 años, que cuida su cabello rubio con extrema atención para que no se aprecie ni una cana y que su peculiar copete mantenga un equilibrio milagroso retando toda norma física; rostro enrojecido y bien masajeado, que ha acumulado una fortuna que se calcula en miles de millones de dólares principalmente en inversiones –de construcción, alquiler, venta de inmuebles, clubes y casinos. Donald Trump, nieto de alemanes, podría ser considerado un auténtico “wasp”: white, anglosaxon and protestant. La fortuna la hizo su padre, Donald la multiplicó.

 

 

 

Es un auténtico histrión, fantoche dueño del concurso Miss Universo -su pleito con la venezolana hoy ciudadana americana Alicia Machado aún persiste- y presentador experimentado de televisión, ha tenido tres esposas, todas bellísimas europeas -curioso, nunca se ha casado con una nativa estadounidense y mucho menos con una hispanoamericana.

 

 

 

No tiene experiencia política, y de Gobierno sólo los conocimientos de un empresario que necesita gestionar permisos y busca siempre pagar la menor cantidad de impuestos posibles –deporte preferido del norteamericano, disminuir el IRS. Pero en meses de campaña, tras ir dejando en el camino a ¡quince! aspirantes republicanos -algunos de la talla del senador texano Ted Cruz o de las enormes expectativas, sin duda el mejor preparado y sorprendentemente diluido Jeb Bush-, Donald Trump ha rasgado tradiciones con un mensaje provocador, disonante, irrespetuoso, que se atreve decir en público lo que millones piensan y rumian en privado cerveza en mano.

 

 

 

Que la culpa de la mala situación de esos trabajadores y productores pequeños de servicios la tiene la administración “sospechosa y entreguista” de Obama, que las empresas se van de Estados Unidos para no cancelar tributos ni pagar sueldos ni costos en dólares, que los inmigrantes, especialmente mexicanos llegan ilegalmente al país para cobrar -por ser ilegales- menos.

 

 

 

Trump ha hecho fortuna política con ese mensaje y la oferta de echar a esos inmigrantes ilegítimos. Así, y con una reducción de impuestos a los poderosos, las empresas regresarán, las ofertas de empleo crecerán, Estados Unidos volverá a ser lo que según él hoy no es, la primera potencia del mundo. Lo malo de Trump es que arremete contra todo como rinoceronte en cristalería, no tiene idea de la política internacional y sobre todo, lo han agarrado flagrante en muchas mentiras.

 

 

 

La demócrata Hillary Clinton, a quien también acusan de mentirosa, más que mentir lo que hace es lo que todos los políticos, dice dos y oculta cuatro, no niega sino que desvía, no acepta sino que desliza, no dijo nada original en política interna. Pero tiene a cuestas 30 años de práctica en la administración pública.

 

 

 

En el debate el señor Trump conversó de economía de alto nivel y de las empresas que generan empleos, pero Hillary le mató la emoción recordando a su propio padre, él mismo microempresario como millones de estadounidenses y demostró que conoce muy bien lo que ellos necesitan; de paso dijo sin tener que decir, que es el ejemplo del sueño americano, vino de abajo y llegó al triunfo: abogada prestigiosa, Primera Dama dando una lección de solidez y defensa de la familia, senadora por Nueva York, Secretaria de Estado y ahora dos veces candidata presidencial por el Partido Demócrata, no es mala carrera para la hija de un pequeño empresario de Arkansas.

 

 

 

Esa noche, cuando muchos esperaban que llegara nerviosa y débil, que tosiera, que estuviera frágil por una reciente neumonía, la señora Clinton se presentó deslumbrante, peinada y vestida de agresivo rojo, color televisivo, maquillaje bien cuidado, y claramente preparada. No arremetió, explicó sus principales planes, expuso y no respondió a los ataques, sino que jugó con ellos, se los vaciló y, de paso, le dio a su adversario una lección de conocimiento de la realidad internacional cuando el empresario cayó en la bolsería de tratar de culparla de presuntos fallos usando fechas equivocadas que él mismo desconocía.

 

 

 

Hillary ganó el debate porque Donald comenzó bien pero belicoso, dedicó la mayor parte del tiempo a responder a Clinton. La demócrata exponía, Trump sólo respondía y se ponía cada vez más nervioso. La noche del lunes, frente a millones de usuarios y usuarias, el Hombre TV fue comportándose cada vez más como muchacho regañado, mientras su contraria demostró que quizás no sea carismática pero sí una Mujer Presidente que conoce su responsabilidad.

 

 

 

Un debate sin sorpresas y ni de lejos definitivo, aún faltan semanas para las elecciones y cualquier cosa puede suceder. Hay que esperar el devenir de los próximos días.

 

 

@ArmandoMartini