Mi amigo, Alberto Quirós Corrad
enero 16, 2015 4:22 am

Eran otros tiempos, estábamos ambos activos en la industria petrolera. Lo conocí en Lagunillas, hacia finales de la década de 1950. Desde entonces hasta hoy, el día de su muerte, nos unió una estrecha amistad. Era una amistad simétrica en el afecto, nos teníamos un profundo afecto mutuo, pero asimétrica en el talento. Siempre vi a Alberto como mi superior, no solo jerárquicamente sino en capacidad intelectual.

 

Tuve el placer y el privilegio de compartir con él muchas horas de análisis sobre nuestra industria, nuestra empresa, y nuestro país. Tenía la virtud de poseer siempre una perspectiva original , un punto de vista fresco, siempre montado en su particular helicóptero intelectual, desde el cual podía ver todos los ángulos de la situación. Mientras yo estaba arañando la superficie ya él andaba en las profundidades del problema y de sus ramificaciones. Aprendí mucho a su lado, primero con Shell, luego con Maraven y en Petróleos de Venezuela, donde participamos en las grandes decisiones iniciales sobre Racionalización de las empresas, el cambio de Patrón de Refinación, el futuro de la Faja del Orinoco, los planes de Exploración y los primeros Convenios Tecnológicos y de Comercialización.

 

Fueron innumerables estas actividades pero no podré jamás olvidar nuestras reuniones con el alto mando de Shell en Londres para negociar los Contratos Tecnológicos y de Comercialización. A ellas asistimos Alberto, Jorge Zemella, Arnoldo Volkenborn y yo. De una posición inicial de Shell de $70 millones por el paquete, logramos reducir el costo a $42 millones, amparados en una planificación de la estrategia a seguir, en la cual habían participado en Caracas un par de brillantes jóvenes, quienes luego tendrían extraordinarias carreras profesionales en otros ámbitos : Moisés Naím, con su PhD de MIT nuevo bajo el brazo y Raúl Arriaga.

 

Por años me senté cerca de Alberto en las Juntas Directivas de Maraven y PDVSA (donde él asistía con frecuencia debido a su posición como presidente de filial) y siempre me sentí muy identificado con sus puntos de vista. Teníamos una visión similar de la vida, parecíamos pensar igual aun cuando no nos hubiésemos puesto de acuerdo previamente. Ello tenía que ver, quizás, con orígenes similares, ambos de una clase media modesta pero con enormes deseos de progresar.

 

Alberto fue muy pobre de joven pero siempre estuvo seguro de que no permanecería mucho tiempo en esas filas. Comenzó cargando tubos en La Concepción y terminó su carrera en el tope de sus empresas, presidente de Shell de Venezuela, de Maraven, de Lagoven y, si no hubiera sido por la intromisión de la política, hubiese llegado a la presidencia de PDVSA, posición para la cual estaba eminentemente calificado. Tendremos tiempo en alguna otra ocasión para expandirnos en lo que fue una carrera brillante. Ahora, bajo el choque emocional de su muerte, solo puedo añadir algunas otras consideraciones sobre lo que Alberto Quirós significó en mi vida.

 

Al hacernos amigos descubrimos algunas aficiones en común que nos acompañaron por los 60 años de estrecha amistad. Nos reuníamos los domingos para jugar billar (me ganaba más de lo que lo que yo le ganaba) en su casa o en cualquier otro sitio. No éramos reacios a irnos a jugar en sitios poco recomendables, cerca del Nuevo Circo o, en Maracaibo, en lugares poco seguros, pero nunca nos sucedió nada. Éramos grandes aficionados al boxeo y viajábamos a Maracay, a Maracaibo o a USA, a ver pelear a Ramoncito Arias, Betulio y, pecando de optimistas, a ligar a Obelmejías en su pelea contra Hagler. Íbamos al béisbol con frecuencia. Junto con César Prato y con Eduardo Serrano, el autor de “Barlovento”, teníamos tenidas musicales en su casa. Allá recuerdo haber alternado hasta con Pedro Vargas. Nuestra amistad era, pudiera decirse, fraternal. Alberto no tenía hermanos y, en cierta forma, me adoptó como un hermano menor.

 

Nuestra relación de amistad estuvo signada por la generosidad y el desprendimiento. Me ayudó y lo ayudé en momentos duros para ambos. Cuando debí salir de la industria petrolera por una confrontación con el ministro del sector, en condiciones injustas, Alberto reunió a los presidentes de las filiales y se reunió con el presidente de PDVSA, el General Rafael Alfonzo Ravard y obtuvo un tratamiento digno para mi salida, la cual había sido ordenada a los niveles políticos a solo un año de mi jubilación. Ello me permitió efectuar una transición ordenada hacia otras actividades, dado que yo siempre había estado en la industria petrolera, inclusive antes de mi graduación como geólogo (becario de Shell en la Universidad de Tulsa).

 

Mi vida estuvo estrechamente ligada a la vida de Alberto Quirós Corradi y siempre admiré su amplia visión de la vida, su cultura enciclopédica y su don de gentes. Toda su vida se mantuvo fiel a sus amigos de juventud, Ramón Monzant, Albertico Morán, el ñato Carrillo y a amigos adquiridos durante su carrera, como yo.

 

Alberto tocó a centenares/miles de personas con su amistad y generoso tratamiento. Siempre supo sacar de sus colaboradores lo mejor que podían dar. Muchos llorarán hoy su muerte. Como yo la lloro, sintiendo que con Alberto se me va un buen trozo de mi propia vida.

 

Fueron años de amistad fraterna. Hoy le rindo homenaje a mi jefe, a mi amigo, al gran Alberto, a quien jamás olvidaré en lo que me resta de vida.

 

Gustavo Coronel

www.lasarmasdecoronel.blogspot.com