Mariaca Semprún nunca debió nacer
noviembre 7, 2016 6:03 am

 
El amor y el odio están en la misma línea de percepción. Cuando uno ama u odia es difícil tomar partido a favor o en contra, ya que lo que se diga estará, justamente, bajo la subjetiva apreciación del amor o del odio.

 

 

 

Soy un anciano en etapa terminal y a mi longeva edad he aprendido a diferenciar la admiración artística de la personal. Tengo amigos que creen saber cantar, tocar o escribir, pero que realmente son pesadillas artísticas o intelectuales. Sin embargo, eso no hace mella en el cariño que siento por ellos. También conozco algunos escritores, cantantes y músicos talentosos que son horribles personas.

 

 

 

Este preámbulo es para contarles que tengo la fortuna de ser amigo de un genio. Sí. ¡Un genio de la interpretación musical, actoral y sobre todo vocal!

 

 

 

Después de las milagrosas apariciones de las vírgenes de Coromoto, de la Chinita y de la Divina Pastora en Venezuela, considerando las diferencias, ha aparecido un ser celestial que no sé cómo nombrarlo sin quedarme corto: Mariaca Semprún.

 

 

 

Este es el tercer artículo que escribo dedicado a la aparición de la virginal Mariaca. No sé si será virgen, pero al parecer todo indica que sí. Esta deidad, bajada del cielo, rodeada por ángeles y otras veces, por Leonardo Padrón y por mí, no tiene comparación.

 

 

Quienes han disfrutado del musical “Piaf, Voz y Delirio” saben de qué estoy hablando. Más que un espectáculo, es un rito seductor con el que esta mujer, mezcla de talento y belleza, envuelve al público profano y divino colocándolo a sus pies.

 

 

 

¡Qué artista tan grande es Mariaca Semprún! Uno sale reconfortado porque es increíble que en un país como Venezuela, donde gobiernan engendros que destruyen lo material y los sueños, surja de pronto, desde las ruinas de una nación, una artista ejemplo de libertad, creatividad y talento.

 

 

 

“Piaf, Voz y Delirio” es una puesta en escena impecable, original e inteligente. Piaf, reencarnada en el cuerpo de Mariaca Semprún, canta en francés en compañía de querubines disfrazados de virtuosos músicos.

 

 

Este espectáculo fue escrito, misteriosamente, por un Lucifer aliado con Dios. Un poeta portador de luz llamado Leonardo Padrón. Un diablo enamorado de una virgen.

 

 

 

¿Qué más puedo decir? Estoy bajo los efectos de una diosa alucinógena. Me siento extraño escribiendo esto. ¡Qué incomodidad! Tan chévere que era mi vida hasta que vi “Piaf”. No soy yo. Ahora soy otro.

 

 

La verdad es que Mariaca Semprún nunca debió haber nacido.