A Maduro le gusta Nueva York –¿y a quién no?- pues el flamante Jefe de Estado venezolano pronto contará una semana residiendo en la “Gran Manzana” y, sin duda, dándose otras deleitosas vacaciones que los ingenuos confunden con obligaciones de trabajo.
En efecto, de repente, lo encontramos en familia, y como cualquier hijo de vecino, paseando por las avenidas cercanas al lujoso hotel donde se aloja, o disfrutando de un delicioso café que, no será enStarbucks, pero si en un magnífico expendiendo callejero.
Otro día aparece cumpliendo un rito inexcusable a todo revolucionario que se precie de tal, como es una visita relancina a Harlem para un mitin guionado donde es fama que cobran hasta los traseúntes que se tropiezan con el evento.
Es una obra maestra de la inteligencia cubana que reditúa una reunión que hizo Fidel Castro en los 60, la de Chávez que fue en el 2006, y antes del “Gigante”, Malcom X y Marcus Garvey.
En otras palabras que, Maduro, también se dio su baño de popularidad, aunque preocupado de que no apareciera un residente colombiano a reclamarle por qué no le tendía una mano igual de amistosa a sus paisanos que maltrataba y deportaba en cantidades que jamás se habían visto en América Latina.
Por si las moscas, se llevó a un presentador de primera, un actor de Hollywood ganador de dos premios Oscar, Danny Glover que, es el mismo que le tumbó a Chávez 18 millones dólares para realizar un fallido film sobre el “Negro Primero” del cual nunca dio cuenta.
Pero. Maduro, también tuvo tiempo de dar otro discurso en la ONU, donde propuso “cambiar el mundo”, “acabar con la pobreza”, “impulsar un nuevo modelo de desarrollo” y “fundar otra ONU”.
No se conocieron reacciones sobre tan originales propuestas y es que los pocos asistentes se durmieron y el resto del mundo estaba preocupado de la crisis humanitaria de refugiados que sufren Siria y Colombia.
Manuel Malaver
