Maduro y Capriles después del 8-D
diciembre 15, 2013 4:43 am

Al anunciar sus “celebradas” cifras sobre los resultados de las elecciones municipales del 8-D, a Nicolás Maduro, se le olvidó destacar algunos datos. Primero: los comicios se celebraron en un clima donde a la oposición se le negó casi todo acceso a los medios, y si vamos a medir en términos cuantificables la exposición mediática de uno y otro sector político, la desproporción fue de 100 a 1.

Segundo: fue, según el rector Vicente Díaz, la campaña en la cual se cometieron más ventajismos, atropellos y abusos electorales. Tercero: en el proceso no faltaron los triplecedulados, hubo votos de extranjeros (cubanos, chinos, colombianos) que por órdenes, pagas o favores, sufragaron por los alcaldes oficialistas, y la migración de votantes, así como el conteo trucado, y la anulación de votos fue un trabajo que el CNE hizo con toda eficiencia.

 

Así y todo la oposición aumentó en 20 el número de alcaldías donde ganaron sus candidatos, mantuvo su férreo dominio sobre el 80 por ciento en las alcaldías de las capitales de los estados más importantes del país (sumando ahora Barinas, Maturín y La Asunción) y conquistando tal número de votos en sus bastiones que apenas perdió por menos de 7 puntos.

 

¿En qué consistió entonces su “derrota” y dio lugar a la propaganda por la que Maduro se ha presentado como un presidente legitimado y que cuenta con el respaldo de las mayorías (que en todo caso fueron para los candidatos a alcaldes de su partido y no para él?)

 

Pues, simplemente, en ir con los ojos vendados y atada de manos a unas elecciones donde, desde que Maduro comenzó con su brutal control de los medios, y continuó poniéndolos a su disposición y a la de los candidatos de su partido; no podía ser con otra intención que aplicarle a la oposición la única forma que tiene de ganar: otro fraude.

 

Sucesos todos que “barbarizaron” el proceso, lo convirtieron en poco menos que en una elección del África subsahariana y solo por la enorme voluntad de los partidos y los votantes de los centros urbanos, se evitó que los resultados se trastocaran en una catástrofe.

 

Lo insólito a resaltar en este primer análisis de los resultados del 8-D, es que para la MUD y el jefe de Campaña, Henrique Capriles, no parecía existir el control staliniano y castrista de los medios, por lo que nunca conocimos una protesta contra los mismos, y mucho menos algo hubo algo parecido a una denuncia contra los abusos y el fraude que de nuevo se perpetraría en el REP y las salas de votación.

 

En otras palabras: que se creó la ilusión de que ahora si porque ya Chávez no era Gran Elector, la aprobación de Maduro no pasaba del 30 por ciento y la crisis económica había alcanzado profundidades como jamás se habían sentido en Venezuela, la avalancha de votos en su contra se haría inevitable y allí sí que no habría Tibisay Lucena que valiera.

 

Había, sin embargo, otra lectura menos ingenua “del acaecer”, y dictada por el instinto de quienes en política saben que casi nunca hay posiciones que se pierden sin pelear, y justamente son quienes detentan todo el poder los menos inclinados a perderlo cruzándose de brazos.

 

Quiere decir que, si hubo un gobierno en la historia de la Quinta República, decidido a echar mano a todos los abusos, ventajismos, marramucias y fraudes para mantenerse en Miraflores, esa es el del disléxico, el cual, por el sólo hecho de estar jugándose su última oportunidad, iba a dar la impresión de que el score lo había favorecido.

 

Mentira fresca que empezará a derretirse cuando pasadas las fiestas decembrinas, los electores sientan que el drama del desabastecimiento se irá agudizando, la inflación se disparará a picos del 100 por ciento anual, la quiebra de la industria y la agronadería nacionales se generalizará, el colapso del servicio eléctrico se hará crónico y la delincuencia aumentará sus cifras de 22 mil víctimas al año.

 

Lo verdaderamente escalofriante para Maduro, es que Henrique Capriles estará ahí, reforzado por líderes como Antonio Ledezma, María Corina Machado, Henry Falcón, Eveling Trejo de Rosales, Andrés Velásquez, Alfredo Ramos, Gerardo Blyde, Leopoldo López y otros que van al campo de una batalla política pura y simple, sin CNE, elecciones trucadas, conteos interferidos y resultados para que un mandatario que no pudo ganar la presidencia con sus votos, quiera ganarla ahora con la de los alcaldes del PSUV.

 

En breve: que la batalla porque el último presidente de la Quinta, sea de verdad el último, recién comienza y no tendrá como triunfador a un jefe de Estado que no obstante tratar de mantenerse en el poder, echando mano a las peores trampas, perdió francamente la mitad del país y seguirá perdiendo la otra mitad, según evidencia su incapacidad para gobernar, sin precedentes en la historia nacional.

 

Una apuesta que tendrá en el 2014 los días plenos para hacerse efectiva, como que no es posible que la destrucción de Venezuela continúe su marcha trágica, infame, espectral.

 

Ya no producimos ni maíz, todos, absolutamente todos los productos de la cesta básica son importados desde economías extranjeras, que encontraron en el socialismo venezolano la vía para vender productos de calidad dudosa y cara.

 

Ya se conoce que países agroexportadores de la región como Argentina, Uruguay, Brasil y Colombia, encontraron en la bancarrota del aparato productivo nacional, el mecanismo para mantener a flote sus propias economías y pensar en diversificarlas, expandirlas y profundizarlas.

 

Parábola del país que se quedó pobre intentando instaurar el improductivo socialismo, y solo por la vía de dilapidar y regalar la renta petrolera, sobrevive trabajando aceleradamente en el programa que es consustancial a todo régimen totalitario: la administración del hambre.

 

Y logrando lo imposible: como es destruir la otrora eficiente economía agroganadera, colapsando el sistema eléctrico, convirtiendo a PDVSA en una empresa petrolera de 5to nivel y haciéndonos el país con la más alta inflación del mundo occidental.

 

 Manuel Malaver