Maduro por el Cono Sur sin petropolítica ni legitimidad
mayo 12, 2013 5:31 am

No es que estemos en el 2008, o 2009, cuando los precios del petróleo tocaron techos que oscilaron entre los 110 y los 128 dólares el barril, y se temía una crisis energética de tal magnitud y duración que Hugo Chávez y Mahmoud Ahmadinejad pronosticaron precios de entre 200 o 400 dólares.

 

No, el panorama ha cambiado de manera radical y si bien los precios continúan relativamente altos (100 dólares promedio) el pronóstico estremecedor del momento es que Estados Unidos (el más grande importador mundial de crudos con 25 millones de b/d) podría en menos de una década pasar a ser exportador, gracias a la producción del petróleo y gas de esquistos, que es una revolución comparable al imperio de la electrónica y la Internet en todos los ámbitos y resquicios de nuestras vidas.

 

En otras palabras, que la era de las petrodictaduras y de los petrodictadores ha tocado a su fin, especímenes que nacidos en el seno de los países productores de crudo, tomaban el poder, y según subían los precios en tiempos de escasez, acababan con las democracias en sus países si las había, o si no, se confabulaban en una suerte de entente para ir poniendo de rodillas a los países que no entendieran ni acataran sus dictados

 

Fue el periodista y economista de “The New York Times”, Thomas Friedman, el primer analista en descubrir y describir el fenómeno de la petropolítica, cuya “Primera Ley” formuló a mediados de los 90 más o menos en estos términos: «En los países petroleros, el precio del crudo y el ritmo de las libertades se mueven siempre en direcciones opuestas».

 

Es decir, si un país petrolero se encuentra con precios bajos del petróleo, es posible que si es una dictadura evolucione hacia la democracia, y si ya es una democracia refuerce sus valores y principios. Pero si los precios del petróleo se mueven hacia el alza, entonces las dictaduras se fortalecen, las democracias se debilitan y su despliegue ante el mundo será a través de unos dictadores arrogantes que usan el petróleo para amenazar a quienes no lo tienen.

 

Sobre todo a los países pobres, tipo los de Petrocaribe, que sin recursos para proveerse de petróleo caro, caen en las garras de estos “salvadores” que los manipulan como títeres despreciables.

 

Pensamos que el último petrodictador en todas sus reglas, con todos los signos y atuendos del arquetipo, fue el difunto hombre fuerte de Venezuela, Hugo Chávez, quien, habiendo tomado el poder a través de unas elecciones democráticas en tiempos en que el crudo se cotizaba a 10 dólares el barril , fue despedazando la democracia según subían los precios, y llegaban a límites exponenciales a raíz del advenimiento de un nuevo ciclo alcista y, primero, se proveyó de los petrodólares necesarios para lanzar una audaz política populista que le procuró aliados invaluables entre las masas de depauperados y excluidos, y, segundo, para levantar una estructura entre electoral, policial y militar con las cuales intentó meter en cintura a todos los que se enfrentaban a “su” petrodictadura

 

Pero todo encofrado en una ficción democrática ultra solapada y super tecnologizada, porque si se le pedían elecciones, las había pero controladas por un organismo electoral que le rendía cuentas a él; si libertad de expresión, se encontraba en un solo canal de televisión cuya cobertura no cubría el 15 por ciento del espectro radioeléctrico; si libertad para los partidos políticos opositores, se las daba, pero siempre y cuando su influencia y políticas no pusieran jamás en peligro los poderes de “Su Majestad”.

 

Pero Chávez llegó aún más lejos, como fue salvar de una muerte segura a la vetusta y pestilente dictadura stalinista de los hermanos Castro de Cuba, reinstalándoles el subsidio de 5 millones de dólares diarios que recibían de la Unión Soviética y suministrándole todo lo que necesitaban para sobrevivir (petróleo, alimentos, calzados, vestidos, recuperación del colapsado sistema eléctrico, construcción de viviendas, carreteras, autopistas, y refinerías para que tuvieran su propio negocio petrolero) a cambio de que Cuba los adiestrara en el control y represión de la sociedad civil.

 

Pero con la ayuda a Cuba, vino también la creación de una entente a escala centro y sudamericana que replicara aquella que se había creado en tiempos de Lenin, Stalin y Mao para enfrentar al capitalismo, al imperialismo y a los Estados Unidos, y a la cual se unieron, como aliados “duros” los gobiernos socialistas de Nicaragua, Ecuador y Bolivia, y como “blandos”, los socialdemócratas radicales de Brasil, Uruguay y Argentina.

 

Los primeros, agrupados en una tienda reducida, el ALBA, y los otros, en una más amplia, la UNASUR, pero todos cumpliendo tareas pautadas, y por algún designio no se sabe si de la historia, o de los cielos, empeñados en retrotraer el siglo XXI a una suerte de mini Guerra Fría a lo siglo XX, pero sin objetivos, liderazgos, ni alcances nada claros.

 

Una verdad si brilló como un día de verano: Chávez dilapidó la gigantesca riqueza petrolera que ingresó a Venezuela como consecuencia del ciclo alcista de los precios del crudo (2004-2009) -un BILLÓN y MEDIO de dólares, según cálculos conservadores-, en semejante fantasía, que si sirvió para algo fue para recuperarle la infraestructura a los países del ALBA y repotenciar las agriculturas de países exportadores de materias primas como Brasil, Uruguay y Argentina que se encontraron de repente con este socio revolucionario, rico y botarate.

 

Porque la destrucción del capitalismo, del imperialismo y de los Estados Unidos, incluía también la destrucción del capitalismo en Venezuela, al extremo de que tanto como 6000 empresas privadas (de 11 mil que encontró Chávez al iniciar su primer mandato en febrero del 98) fueron lanzadas a la quiebra por impuestos y controles excesivos, confiscaciones, saboteos, expropiaciones, sin contar fundos y haciendas agropecuarios invadidos que dejaron de producir y hoy son eriales y baldíos, y cuando no, rastrojos.

 

Venezuela es hoy un país que en el decir del difunto petrodictador Chávez, y su ministro de Finanzas, Jorge Giordani, no produce absolutamente nada y todo lo tiene que importar, por lo que, los petrodólares del ahora menguado ingreso por las exportaciones de crudo, deben rendirse con continúas devaluaciones que, aparte de no devolvernos la otrora capacidad productiva, nos hacen cada día más dependientes de países productores de materia primas con los cuales, simplemente, intercambiamos petróleo por alimentos.

 

En esos menesteres anda el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, por los países del Cono Sur, desde luego que blandiendo la chequera petrolera que le dejó su testatario, pero ya sin el contexto en que, con un precio del crudo a 128 dólares, había que darle lo que pidiera porque si no “les cortaba la luz”.

 

Al contrario, con la fatalidad de la pérdida de importancia del petróleo y de que ya es imposible reconstruir cualquier petrodictadura, Venezuela es hoy un país en bancarrota, con sus reservas internacionales en menos de 25 mil millones de dólares de las cuales solo 4 mil son operativas, la inflación más alta del mundo occidental (30 por ciento anual), pronóstico de crecimiento cero para el 2013, y un desabastecimiento que incluye todos los rubros de la cesta básica.

 

Quiere decir que el sucesor de Chávez no va a dar, sino a pedir, seguramente que a cargo de las cuantiosas dádivas que les regalo Chávez a sus socios sureños, muy pocas documentadas, y de las que tengan registros, manejados a su arbitrio por los pumas del Sur.

 

En otras palabras, que Maduro si va a recibir carne, leche, arroz, trigo, maíz, quesos, aceite, papel sanitario, pero precios de mercado y de contado, ya que estos sureños revolucionarios y todo, son unos vividores que hasta al mismo Papa Francisco lo dejarían en el hueso.

 

Y Maduro tendrá que pagar como pueda, pues los tiempos de las petrodictaduras y los petrodictadores se han esfumado, quedando solo unas caricaturas como Ahmadinejad, y Putin, cuyas voces son cada vez menos tomadas en cuenta en la comunidad internacional.

 

Cuanto menos la de Maduro, deslegitimado por sospechas de haberse hecho elegir con un fraude sancionado por un CNE interferido y aparato del partido de gobierno, sin carisma, voluntad, ni fuerza para imponerse por otro recurso que no sea la arbitrariedad, y para colmo, pobre, sin los altos precios del crudo que tuvo Chávez, para pasearse por el mundo como el rey de la energía, el que la cortaba la luz y el gas al que se portara mal.

 

Manuel Malaver