Maduro decreta el congelamiento de la realidad
marzo 17, 2016 7:58 am

 

“¡Así es que se gobierna!”, solía ser un grito de guerra en los actos oficialistas cada vez que Hugo Chávez, por ejemplo, soltaba uno de sus desplantes y cerraba o expropiaba alguna empresa o una finca. La consigna podría permanecer, pero ahora de una manera curiosa, al estilo avestruz. Es decir, escondiéndose de la realidad, dándole la espalda. El presidente Nicolás Maduro, agobiado por esa realidad, decreta que ella no puede seguir avanzando. Así, por ejemplo, decide que en Semana Santa, no solo el Jueves y el Viernes santos, sino prácticamente desde el Viernes de Concilio, el país todo debe paralizarse. Dizque para ahorrar energía, dizque esperando que venga la lluvia para que llene el Guri. Nos ha vuelto el presidente una sociedad primitiva, una sociedad paleolítica de esas que debían rezarle a algún dios de la lluvia para poder sobrevivir. Si la situación es esa, presidente, qué tal si decide también, por ejemplo, que no se trabaje los viernes, y después que no se trabaje los martes. A ese paso va a ser más fácil gobernar diciéndole a la realidad: no existas. Así derrotará por fin la escasez de agua, de electricidad, de todo. No trabajaremos de lunes a viernes, tampoco sábados y domingos esperando a que venga la lluvia. Así se morirá de mengua el país; así nos matará usted de mengua definitivamente, y así usted podrá proclamar, satisfecho, que triunfó la revolución.

 

 

Y mientras el presidente decreta el congelamiento de la realidad, aprovecha y juega a la Guerra de las Galaxias enfrentándose al Imperio. Va al Cuartel de la Montaña para procurar la protección galáctica del espíritu supremo de la revolución, y, en el largo mientras tanto, envía a su vicepresidente a la Asamblea Nacional a que justifique lo injustificable: la prórroga del Decreto de Emergencia Económica, en esta suerte de charada que vivimos, donde el primer decreto, rechazado por la Asamblea Nacional, fue llevado por el gobierno al TSJ para que este desautorizara a la Asamblea y el decreto, en definitiva, fuese aplicado. En este contexto, ¿qué sentido tiene pedir una prórroga del decreto ante la Asamblea Nacional si igual no acatarán su dictamen? Dice Istúriz que solicitan la prórroga porque las razones originales de febrero siguen siendo las mismas, a lo que José Guerra le contestó que las razones por las cuales lo rechazaron en la primera oportunidad también siguen siendo las mismas. Es un juego de no acabar. Es la variante, en la debacle de la república, de aquel juego infantil del Gallo Pelón –“¿Quieres que te cuente el cuento del Gallo Pelón?”–; la mamadera de gallo, lo sabemos todos, va hasta el infinito.

 

 

Cuando al vicepresidente Istúriz los diputados le exigieron precisión sobre algunos temas, este se refugió en la cháchara vacía de costumbre: la guerra económica, el fracaso del modelo rentista tras la caída los precios del petróleo, el Imperio y la indetenible inflación culpa de la página Dollar Today. La diputada Delsa Solorzano lo resumió así: “Ninguna respuesta de Istúriz fue real ni concreta. Se le preguntó por qué se está empeñando el oro, el tema de la alimentación, la falta de medicinas, las cifras que no publica el Banco Central y sobre el dinero desaparecido en Cadivi y tampoco hubo respuesta. Su respuesta fue que ese no era su trabajo”.

 

 

No, él no tiene ese trabajo. Nadie tiene ningún trabajo. ¿Para qué trabajar si en definitiva ya empezamos a paralizar la realidad por decreto? Lo de Semana Santa es apenas un comienzo.

 

 

 

César Miguel Rondón